En el marco del Festival Nueva Ópera de Buenos Aires (FNOBA), se presentará “La Casa de la Llave”, obra de teatro/nueva ópera documental con dirección de Teresa Floriach y música de Pablo Mainetti, basada en el poemario del mismo nombre de Mada Alderete Vincent.
La obra, en sí misma un acto de denuncia, muestra a través de poesía, canto, música, video y baile qué sucede en las casas de acogida para mujeres víctimas de violencia de género y qué sentimientos las atraviesan. Contará además con testimonios reales locales que funcionarán como un cable a tierra hacia la realidad.
Con tres funciones programadas los días Lunes 17, Martes 18 y Miércoles 19 de Octubre a las 20hs en la Alianza Francesa (Av. Córdoba 946, CABA), aquí conversamos con su directora para anticipar la experiencia.
Por Leila M. Recchi
– “La Casa de la Llave” se basa en el poemario homónimo de Mada Alderete Vincent. ¿Cómo llegaste a él y en qué sentido te interpeló para montar esta obra?
-Yo al poemario llego de casualidad, estaba en España mirando libros. Éste era uno usado a la venta, empecé a leerlo y me encantó, lo traje para acá hará como cuatro años. Me conmovió mucho su lectura por muchos motivos. Primero, yo soy feminista desde que tengo uso de razón y he sufrido mucha violencia de género durante mi vida, también he visto mucha gente a mi alrededor sufriéndola. Me decía a mí misma: “tengo que hacer algo con esto”, y le daba vueltas en la cabeza. Hablé con algunas directoras, pero era un tema que no querían tocar. Finalmente empezó la pandemia y contacté a una amiga panameña que es directora de cine y documentales, empezamos a trabajar estos textos y filmamos un video con coreografía de Diana Theocharidis (que estaba en Grecia en ese momento) y música de Pablo Mainetti. Fue el germen de lo que terminó siendo la obra. Al tiempo me llama Miguel Galperín, director del FNOBA, donde yo ya había trabajado en la “pata social” para ver qué podíamos hacer, le mencioné este proyecto y le interesó.
El proceso para preparar la obra no duró tanto, comenzó en Mayo – Junio, y ha habido muchas bajas, porque hay que estar en un estado psicológico y anímico determinado para poder afrontar y transitar este material. No todo el mundo está en ese momento de la vida, los ensayos han sido de mucha catarsis, un trabajo muy íntimo, las actrices pasaban por momentos de llanto, pero ha sido muy sanador para todos. Ahora tenemos un equipo donde está funcionando muy bien. La obra está montada, estamos ajustando algunas cosas musicales y demás para ultimar detalles. Se ve muy bello. En esta oportunidad, Diana no podía sumarse, pero tuvimos la suerte de trabajar con la coreógrafa Maja Patyño que hace sobre todo expresión corporal y tiene mucha lectura de los cuerpos, de qué les pasa cuando dicen o hacen algo, y están surgiendo cosas muy lindas.
– ¿De dónde surge la idea de interconectar el texto original con testimonios locales?
-Era fundamental que hubiera un compromiso social, la obra se puede montar con el texto, pero para mí era muy importante integrar mujeres que fueran víctimas en este momento. Por eso propuse trabajar con una casa de acogida de Florencio Varela, que depende de una asociación civil con muy pocos recursos y que viven de donaciones, sin saber lo que iba a pasar, simplemente yendo a tener clases teatro con ellas. Podía ser que ocurriera algo o nada, que quisieran dar su testimonio o no, no importaba. Sí tenía claro que ellas no podían en el escenario porque hay que cuidarlas, pero a partir de eso el abanico era grande. El tiempo de trabajo debía ser acotado porque no podían estar los niños, era un momento para las mamás, la idea era que ellas tuvieran un espacio donde se sintieran libres, cómodas, sin tener que ocuparse, y eso representa toda una logística para la casa de refugio, pedir voluntarias para que se ocuparan… Lo alargamos a tres meses, para ellas era lo mejor y si se hubiera podido hubiera durado más. Es muy fuerte porque para muchas de ellas era la primera vez que se permitían jugar en la vida. Eran niñas de vuelta, con esa capacidad de juego, de ilusión, de emociones a flor de piel. Lloraban, reían, les pasaba de todo. El proceso fue increíble para todas, ellas, nosotras… Fue muy bonito. Ahí entonces empezamos en un taller con siete y dos se fueron, no lo podían sostener. Quedaron cinco y pasaron muchísimas cosas.
-Increíble…
-Sí. Yo fui a presentar el taller con Sofía Drever, que es la cantante, y ellas le pidieron que cante algo. Quedaron muy sorprendidas, y manifestaron que querían aprender a cantar también, así que Sofía vino a todos los talleres. Había una parte de vocalización y luego clases de teatro, por eso cada vez se alargaba más. Empezamos a armar improvisaciones. Yo sentía que eso no podía quedar ahí, que la gente tenía que ver lo que había pasado con estas mujeres, y todo eso está volcado en la obra, en videos, con testimonios, y es muy impresionante. Yo les leí los poemas, y todas me decían lo mismo. Me contaban sus historias y las relacionaban con esos poemas, me decían: “es tal cual, solo les estamos poniendo caras”. Te das cuenta ahí que es universal, que la violencia de género atraviesa sociedades, clases, ideas políticas, nos traspasa a todos como sociedad.
Una de las cosas que hablamos es que nos gustaría este proyecto poder moverlo por Latinoamérica, que estos talleres se hagan en cada país, y que las partes documentales / ficticias / filmadas dependerán de lo que pase en los talleres, serán lo que pasen dentro de la obra. Además, las mujeres que hicieron estos talleres te lo dicen: el teatro es muy terapéutico, dejamos herramientas emocionales y físicas. Desde cómo pararse, cambiaron sus posturas físicas. Incluso, que son las experiencias más lindas de su vida. Entonces, aunque estamos denunciando, si realmente podemos dejar una herramienta para las mujeres bienvenido sea.
– En tiempos donde los roles de género, la violencia y el patriarcado se cuestionan. Incluso en el arte, había y hay aún ciertos tratos o hábitos naturalizados, eso hace también importante que estos proyectos surjan.
-Sí, totalmente. Para mí era muy importante hacer algo. Es un tema muy duro que la sociedad está muy acostumbrada a ver en el noticiero… Te pega tanto que ya en un momento no escuchas. Por eso era necesario hacer algo artísticamente bello, que emocione, que pase de todo, pero que pudiera sentarse a verse, porque artísticamente es bonito, sino no te aguantas una obra así, te vas o te bloqueas. Hay que buscar una manera de que esto le llegue a la gente.
-Comentaste en su momento que “La obra en sí misma es un acto de denuncia”. ¿Pensás el arte en general como una herramienta para la transformación, para la justicia social?
-Esto es teatro documental de denuncia, estamos denunciando la violencia de género y el hecho de que encierren a las mujeres. Para mí es crucial, el hecho artístico puede ser hermosísimo pero yo necesito que esté lleno de mucho más, y eso incluye ir cambiando la sociedad, de denunciar las cosas que están mal. Todos necesitamos un momento de relax o de disfrutar de algo simplemente bello o que te divierta, pero yo elijo otro camino más denunciante. Todo es válido, hay muchos caminos. Las mujeres que estaban en Florencio Varela nos decían: “Un hombre machista, ¿de dónde sale? De una mujer machista”, tenemos una cuota de responsabilidad pero la realidad es que cuando la mujer es una víctima es muy difícil. Nos han “marcado” qué debemos hacer y lo tenemos impreso genéticamente, entonces ¿hasta dónde somos responsables de esto? Porque salir de ahí y hacer un cambio tiene que estar acompañado de un montón de otras cosas, y eso es lo que debemos ir haciendo entre todos. Cada uno desde su lado tiene permitir que los clicks vayan ocurriendo. Afortunadamente la sociedad ha cambiado mucho, o en realidad, lo que cambió son esas ganas de las personas porque las cosas cambien, y hay muchos pidiendo eso cambio. Existe el movimiento, estamos lejos pero vamos logrando de a poco.
– ¿Cómo elegiste a las intérpretes? ¿Buscaste que tuvieran compromiso respecto a la temática?
-Las intérpretes en vivo son Sofía Drever (cantante), Georgina Mazzotta (bailarina-actriz), Poppy Murray y Karina Scheps (actrices): cuatro mujeres arriba del escenario. Tuve que hablar con ellas primero y plantearles si podían hacerla, si estaban listas emocionalmente… Luego, para mí es muy importante que haya buen ambiente, entonces busqué gente que sabía que podía aportar esa parte humana, esa calidez, y que estaba de alguna manera comprometida con esos temas, sí. La única a la que no conocía era a Georgina, pero la había visto en “Los Chicos de Varsovia” y me encantó su energía. La llamé, nos juntamos, es hermoso lo que hace. Todas son muy lindas. Si el grupo no funciona no sirve.
– ¿Y cómo fue encargarse de tantas funciones a la vez en tu caso (dirección, producción y adaptación)?
-Fue kamikaze (risas), no sé si lo podría volver a hacer. Lo que ocurre también es que cuando tenemos este tipo de proyectos, con presupuestos reducidos, hay que asumir un montón de roles. Fue muy complicado, pero es la decisión que tomé, y tan mal no me ha ido (risas).
– El proyecto se presenta como “obra de teatro/nueva ópera documental”, ¿por qué eligieron esa calificación?
-Yo no sé si esto se ha hecho en otras partes, seguro que sí. Los poemas son documentales, explican historias que pasaron. Como dice la autora: la única mentira son los nombres propios. Tenemos por un lado la parte poética, que explica la realidad representada por las actrices, y por el otro los testimonios de las mujeres de la casa de acogida, con sus voces sonoras y videos donde ellas se inventan personajes y crean historias. La parte documental en realidad es la de ficción. Es teatro, es documento, es música y es poesía, una conjunción de eso que pasa ahí.
– Se entrecruzan distintos lenguajes artísticos. ¿Desde un comienzo se pensó como una pieza interdisciplinaria?
-Desde un principio fue interdisciplinario porque es lo que más me gusta, es el tipo de espectáculo que más disfruto. El proyecto obviamente debe tener coherencia y sentido, pero hay que usar las herramientas que están a mano. Por ejemplo, odio los actores adultos imitando voces infantiles. Y hay mucha infancia en esos poemas porque otras de las grandes víctimas son los niños y lo que pasa con ellos. Los niños sufren mucho cuando hay violencia en las familias y de eso hablamos también. Entonces por eso para los niños he usado la música, y las voces son cantadas, y los niños también son bailados. Es una manera poética de representarlos, hay momentos que son durísimos. Probablemente, si tuviera que volver a empezar el proyecto y tuviera más tiempo haría talleres con los niños también. Una va aprendiendo a medida que vamos haciendo.
– ¿De dónde surgió la idea de trabajar con la música de Pablo Mainetti?
-Pablo puso la música en el video original para empezar. Yo quise respetar el trabajo que ya había hecho. Yo a él lo respeto mucho como músico y como bandoneonista me parece un músico excepcional. Él ya conocía el proyecto, cuando surgió esto se lo propuse y se puso en seguida a trabajar. Su bandoneón tiene una sonoridad que acompaña muy bien todo lo que pasa acá.
– ¿Qué podés adelantar respecto a la puesta y espacio escénico?
-La sorpresa será verlo y notar que tanta cosa junta puede funcionar. Estoy muy contenta con el espacio donde lo vamos a hacer porque tiene 178 butacas, no es pequeño. El escenario sí es chiquitito pero la voz y el sonido corren muy bien, y tiene algo muy íntimo, eso para esta obra es muy importante. El dispositivo técnico es muy sencillo porque se busca algo que sea simbólico. El vestuario es puramente simbólico también. Lo único importante es lo que se dice, las acciones y la iluminación. El ambiente que queda, el musical, es lo que más cuidamos para que las cosas salgan lindas y bien hechas. Queremos que la gente vaya a verlo, es un tema tratado con mucho respeto. No va a sufrir todo el tiempo, es una obra bonita, artísticamente muy cuidada.
-Volviendo a los testimonios locales, ¿hay una intención de vinculación para repercutir en el público?
-Sí, totalmente, es para que la gente se pueda identificar. Hay que hacerlo del lugar, localizarlo, y que la gente cuando escuche las voces argentinas vibre con eso.
-Por eso también la idea de, si se puede llevar a otros lugares, que sean intérpretes y testimonios locales…
-Sí, pero también más allá de eso es por un tema de compromiso social. Son las dos cosas. Es importante hacerlo del lugar, pero también que el compromiso que hubo acá se pueda reproducir ahí a donde vaya. Más allá de que haya una denuncia, queremos crear un vínculo con esas mujeres. Aquí las llevamos al auditorio de La Plata para filmar las escenas, las maquillamos, fuimos con vestuario, tuvieron la iluminación, un catering… Se sintieron estrellas por un día, y estaban enloquecidas de felicidad. Dejarles eso está buenísimo, porque las empodera mucho como seres humanos, dejas de verlas todo el tiempo como víctimas. Pasan a tener otro papel. Y ese permiso de ser otra cosa se les dio en ese momento, estaría buenísimo poder repetirlo en otros sitios.
Obviamente en el programa habrá un sitio donde se pueden hacer donaciones a la casa de acogida.
– Afortunadamente el proyecto cuenta con la colaboración de ciertos organismos, algo que deja abierta la puerta a posibilidades futuras.
-Sí, ojalá que sí. Tenemos la colaboración de la Embajada de España, del CCEBA (Centro Cultural Español de Buenos Aires), y el apoyo institucional de Naciones Unidas Mujeres. También hemos tenido el apoyo de Fundación Williams para los talleres, porque al trabajar con estas mujeres no solo había que tratarlas bien: se decidió darles una remuneración simbólica. Para ellas fue muy importante, porque si bien lo hacían sin saber esto, es algo que se va a estar usando y correspondía hacerlo. Contamos además con el apoyo de una empresa muy chiquita llamada Compostame, que hace embaces compostables. En su momento, un grupo de mujeres de Counselors en red 2020 nos estuvo acompañando a los talleres en la casa refugio. Y hace poquito el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos declaró de Interés Cultural.
Yo creo que lo que tenemos que hacer ahora es presentar la obra y una vez que se vea que ha podido plasmar todas las intenciones podremos alargarle la vida.
-También se cobra importancia de que surjan espacios como el FNOBA o por fuera de lo “oficial” para darle vida a estos proyectos, que como dijimos, además de artísticos tienen compromiso social…
-Sí, totalmente. En 2018 tuvimos una gran experiencia con los chicos de la villa 20 de Lugano. Yo los preparé todo el año y después vino Pablo Maritano a terminar la puesta de la obra con historias que crearon estos niños (“La noche de la bestia”) en el Teatro 25 de Mayo, con música del ensamble suizo UMS’n JIP. Fue algo tan lindo y que funcionó tan bien que Miguel me propuso armar algo de vuelta porque valía la pena. Y aquí estamos.
?La casa de la llave
? Funciones 17, 18 y 19 de octubre 20 hs.
?ALIANZA FRANCESA – AV. CÓRDOBA 946, CABA
Más información y entradas en:
https://festivalnuevaopera.org/obra/la-casa-de-la-llave/