Considera que el ego de los directores artísticos está matando al público lentamente y que es necesario tener más artistas jóvenes en los escenarios. Plantea también que la educación debería anticipar lo que el futuro podría traer y no seguir enseñando música igual que hace 100 años atrás. Pero a su vez es optimista con respecto al regreso artístico luego de la pandemia y cree que habrá una nueva valoración por la música clásica.
Desde MusicaClasicaBA hablamos con este genial violinista, nacido en Taiwan y criado en Australia, que redefine lo que significa ser un músico clásico en el siglo XXI.
Por Maxi Luna
Quería contarte que nos sigue una audiencia mayoritariamente formada por gente joven. Sos el tipo de artista que, para nosotros, representa todo lo que la música clásica debería ser: divertida, descontracturada y no elitista.
Muchas gracias. Es difícil encontrar un equilibrio para complacer a ambos lados, porque la generación anterior y la más joven tienen diferentes gustos. Sin embargo todos hemos compartido la maravillosa tradición de música clásica de los grandes compositores, desde Bach hasta ahora.
Por mucho tiempo estuvimos acostumbrados a una sola imagen ideal de lo que un artista o un músico debería ser. Entonces se produce este tipo de sentimiento “¿Se me permite ser quien quiero ser o quién soy?”. Comienzas a hacerte estas preguntas, por un lado recibes personas que te alientan; por otro personas que te desaniman y que te dicen que no deberías hacer eso. Pero la verdad es que no lo sabes hasta que no lo haces, así que estoy feliz de saber que la gente disfruta lo que hago.
¿Dónde estás en este momento?
Vivo en Filadelfia desde el 2005. Me mudé aquí desde Australia para estudiar en el Instituto de música Curtis.
¿Cómo fue tu experiencia como estudiante?
Para mí era un nuevo entorno. Estuve allí durante cinco años, los dos primeros fueron muy duros. Pasé por un gran cambio. Al principio me sentía muy intimidado porque venía de Australia. Por supuesto, la gente ama la música clásica allí, pero no es como en Europa, Norteamérica o Sudamérica. Australia sigue estando un poco más atrás en términos de población de amantes de la música clásica; a la mayoría de las personas les encanta el deporte, es parte de nuestra cultura. Año a año el gusto por la música clásica está aumentando, pero en ese momento no había tanto interés en Brisbane. Mi ciudad no es como Sydney o Melbourne, es la tercera ciudad en importancia, así que fue una experiencia particular venir aquí y conocer a otros estudiantes, todas estrellas en su pueblo o ciudad natal.
A veces siento que necesito demostrarle a los compositores. ¡Me pruebo ante Bach! Todo es siempre un desafío.
Ya no eras tan especial…(risas).
Exactamente, de hecho me sentía muy abajo, no estaba arriba, ni a la mitad… así que tuve que subir. No crecía gradualmente, sino que había altibajos. Recién en mi tercer año sentí como si de repente las cosas empezaran a mejorar. Hice “click” y pude entender el lenguaje de la música. Ocurrió al final de mi tercer año. Luego gané la competencia Yehudi Menuhin y al año siguiente el Reina Elizabeth. Ya en el quinto año tenía muchos conciertos, solo me quedé porque quería mucho a mi maestro y deseaba seguir estudiando. Además Curtis me otorgó una beca completa. Fue realmente genial y para mí Filadelfia se convirtió en mi segunda casa, quería volver y tener un base aquí.
¿Tenías amigos o era un ambiente demasiado competitivo?
El ambiente era muy competitivo, como es de esperarse. Pero eso no me impidió tener una vida cotidiana. Pienso que este tipo de competitividad es menor a la que experimentan hoy los jóvenes con las redes sociales. Esa es una gran presión: ya no estás compitiendo contra otras personas de tu escuela por ejemplo, sino que estás compitiendo con todo el mundo.
Es una bendición y una maldición. Bendición porque tienes mucho más acceso al conocimiento que en el pasado, pero también es muy destructivo.
¿Qué tan importante fue ganar concursos para construir una carrera?
Pienso que no es la única forma de construir una carrera, muchas personas han desarrollado carreras sin ganar competencias. Pero tienes que tener a un gran director que te dé la oportunidad, o tal vez un sello discográfico. Alguien que diga: “Sí, creemos en ti”.
Soy de Australia y no conocía a nadie que me ayudara, ni tenía contactos, así que en mi caso la competencia era la única forma en la que podía probarme a mí mismo, no es solo para probarte frente a un panel de expertos. De todos modos la construcción de la carrera es algo que nunca se detiene. A veces siento que necesito probarme frente a los compositores… ¡Me pruebo ante Bach! Todo es siempre un gran desafío. Pero volviendo a tu pregunta sobre si es importante hacer una carrera a partir de ganar competiciones: creo que es un camino pero no es el único.
Imagina si la ciencia se enseñara de la misma manera que hace 100 años, no se puede hacer eso. Pero es así en la música, nos están enseñando de la misma forma que hace 50, 60 o 100 años atrás.
¿Cómo estás estás viviendo esta situación de pandemia a nivel humano y artístico? ¿Cómo están las cosas en Filadelfia?
He estado trabajando en proyectos personales, haciendo las cosas que no tuve oportunidad de hacer antes, cómo estar más presente en redes sociales y descubrir cosas nuevas.
Muchas personas decían que era muy difícil encontrar un propósito para practicar durante esta pandemia y pensé que tal vez lo difícil era practicar solo. ¡Así que por qué no hacerlo entre muchos! ¿Has oído hablar la plataforma Discord? (N.De.E: Es una plataforma social destinada a permitir crear grupos de chat para diferentes juegos y finalidades). Hay chats, hilos de discusión, todo en vivo. Decidí usarlo para la música clásica. Cambié los chats de voz, los renombré y los reutilicé como salas de práctica. Si entras ahora te garantizo que hay alguien practicando. Hay casi 9 mil personas, mientras una persona está practicando los demás la están escuchando. Luego la gente discute, charla. Es una excelente manera de tocar para otras personas y a la vez practicar. Además hay un temporizador que mide cuánto tiempo una persona ha estado practicado, sirve como un diario digital. Por supuesto al principio lleva un poco de tiempo acostumbrarse, pero los jóvenes simplemente lo hacen. Esto les da un propósito para practicar.
¿Cuáles crees que son los pros y los contras de estas nuevas tecnologías y formas de comunicar?
Creo que el único inconveniente, especialmente durante este tiempo, es que la mayoría de la gente no tiene un buen micrófono profesional. Esto es porque, para la mayoría de los estudiantes de música, no fue parte de su educación tener que invertir en un buen micrófono. No aprendes este tipo de cosas en el conservatorio. ¿Por qué no es así? Nuestra educación todavía está muy atrasada. Por ejemplo, con esta idea de las salas de práctica que te contaba, la gente todavía sigue usando el micrófono de la computadora… Yo creo que ese tipo de cosas nos detienen.
¿Cómo crees que será volver a la vida artística?
Será muy interesante. Creo que llevará tiempo, mucha gente no querrá ir a las salas de conciertos en los primeros meses, incluso después de que les digamos que está bien, incluso después de que el gobierno diga que pueden volver. Muchas personas mayores se tomarán su tiempo para regresar y creo que eso retrasará la recuperación. Pero al mismo tiempo esto nos cambiará, hará que apreciemos más los primeros conciertos a los que vayamos y se creará una nueva valoración por la música clásica. Eso espero. Soy optimista.
¿Cómo es tu actividad musical en este momento?
Es una pandemia, es una terrible situación para muchos. Yo no tengo conciertos, mis colegas no tienen conciertos, tampoco las orquestas, pero, aún así, debemos producir valor artístico para la comunidad. Por supuesto, todos merecemos tomarnos un tiempo, y lo hemos hecho, pero ¿con qué derecho se nos permite llamarnos artistas si no creamos? Eso es algo que siempre me pregunto y pienso sobre la mayoría de los músicos que no están creando. Creo que es porque no estamos capacitados de esa forma, y vuelvo a la educación: no estamos entrenados para pensar fuera de la caja. Es desalentador cuando te dicen “no puedes tocar Bach así, no puedes tocar Mozart así”. El camino es cada vez más estrecho. Es importante conocer el significado detrás de cada nota y encontrar la verdad de la voluntad del compositor, pero después de encontrarla hay que expandirse nuevamente. Ni siquiera sé cómo podría hacerse. En mi caso fue una cosa a la vez. Pero tal vez hay una manera de anticipar en educación lo que el futuro podría traer.
Si quieres que los jóvenes entren al concierto necesitas tener jóvenes en el escenario, es tan simple como eso.
¿Qué falencias ves?
Es tan fácil simplemente: no cambiar el plan de estudios. Estamos aprendiendo Mozart, estamos aprendiendo Bach. Imagina si la ciencia se enseñara de la misma manera que hace 100 años, no se ni pensar en hacer eso. Imagina si la informática o la medicina se enseñara de la misma manera que hace cien años. Pero es así en la música, nos están enseñando de la misma forma que hace 50, 60 o 100 años atrás.
¿Cómo podemos enseñar a los estudiantes a ser creativos para ser diferentes? ¿A no tener miedo de fallar incluso en la búsqueda?
La respuesta corta para eso es que tenemos que avanzar como industria, todo el conjunto, desde arriba hasta abajo, todos tienen que avanzar.
Di una clase magistral hace pocos días en Harvard a estudiantes que aman la música pero que en realidad están realizando sus estudios en otras áreas. Se lo toman muy seriamente, tienen una orquesta y dan conciertos pero no son chicos del conservatorio que siguen un camino musical. Ellos se preguntaban cómo podían llevar más gente joven a los conciertos y les dije que necesitan más artistas jóvenes tocando en los escenarios. Eso es todo.
En cualquier otro género de música, o en general, ¿a quién aman más los chicos? Aman a otros chicos, aman a los que son un poco mayores pero que los representan. Siempre queremos ser representados en nuestras vidas. Para todo, desde la política hasta a la cultura pop. Queremos sentir que hay algo. Pero en la música clásica te dicen: “No, este es el profesor y es el único que sabe” o te dicen: “La gente no sabe cómo tocar Beethoven hasta tener 60 años”. Creo que es verdad, que la música mejora con la edad, es una de esas cosas que tenemos que reconocer. Pero al mismo tiempo si siguen pensado que un chico de 20 años no puede tocar Beethoven… entonces lo lamento pero nunca vas a tener más jóvenes en las salas de concierto.
La industria tiene que aceptar eso. Tienen que aceptar que los jóvenes artistas pueden ser emocionantes, y no solo pensar en ellos como “los estamos apadrinando, los estamos cuidando, pobres artistas jóvenes”. No. Deben decir: “Estos jóvenes artistas son emocionantes y son las nuevas estrellas”. Eso podría ser algo que cambiaría el pensamiento. Pero hay mucho ego en nuestra industria. Si quieres que los jóvenes entren al concierto necesitas tener jóvenes en el escenario, es tan simple como eso. Así que la industria tiene que resolver por sí misma contra su propio ego. Esta es solo la respuesta corta.
¿No deberíamos cambiar también la estructura de los conciertos? Es el mismo que hace 200 años. La obertura, con el concierto con solista, la sinfonía…
Creo que podría haber cambios estructurales pero tienes que tener cuidado con eso. Si te refieres solo al repertorio, sí, creo que es una discusión que hay que tener. Es un tema difícil porque quién soy yo para decir lo que otras personas deberían disfrutar. Algún día voy a tener 50, 60 años, espero (risas) y tendré más experiencia, pero incluso entonces no creo que pueda afirmar qué es lo que la gente quiera o necesite.
Es difícil encontrar el equilibrio. Por ejemplo, en la St. Louis Symphony perdieron a muchos de sus suscriptores cuando David Robertson (N.De.E: Ex Director Artístico) comenzó a poner solo lo que él quería. Y está bien si te apasiona cierto tipo de música (él era muy apasionado por los compositores modernos y contemporáneos) pero él estuvo allí ocho o diez años y luego se fue y listo. Pero la orquesta todavía está allí, todavía tienen que lidiar con la sala vacía. No es en contra de la nueva música, creo que la nueva música es como el sabor diferente que necesita estar allí. Ir demasiado en una misma dirección aleja a otras personas y creo que esa es la real preocupación.
¿Ves un problema en la forma de programar conciertos?
No es justo que una persona pueda hacer algo que pueda afectar a tantos. Si yo decido lo que quiero tocar como solista nunca me tengo que preocupar por afectar a otras personas, pero como director siento que tienes esa responsabilidad. Tienes que cuidar a la industria, no eres solo tu propio ego, no es solo lo que a ti te apasiona. Creo que demasiados directores y administradores artísticos piensan: “Bien, si solo elijo lo que es popular ¿dónde está mi mérito?”. Pero luego comienzan a compararse con otros administradores artísticos y uno piensa “¿Que están haciendo? ¿Se olvidaron de la audiencia?¿Se olvidaron de nosotros?” Y luego aplaudimos cortésmente porque tenemos que aplaudir. Creo que es eso lo que mata al público lentamente. No es la música contemporánea, son las personas que juegan con sus egos. Pienso lo mismo del otro lado, si solo pones los clásicos más populares, si programas siempre la 5º Sinfonía de Beethoven por ejemplo, algo está mal también. Necesitas tener ambos.
Mirá lo que está haciendo la Filarmónica de Los Ángeles, lo están haciendo tan bien. Gustavo Dudamel está ahí, fue la estrella de la ola de jóvenes directores. Por más que respetamos a los directores mayores, ellos ya tienen su audiencia, necesitas dejar que los jóvenes tengan su lugar. No puedes forzar a un grupo de jóvenes para que les guste la audiencia de otra persona. La gente crece con sus propios héroes, déjame tener el mío.
¿Qué puedes decirle a los jóvenes que están estudiando música en este momento?
Les diría: “Debes continuar trabajando duro, ser creativo y ser una inspiración para los demás”. El trabajo duro es fundamental (todo el mundo lo sabe bien, eso no debería hacer falta explicarlo). La creatividad te obliga a pensar fuera de la caja, y volvemos a lo que hacemos nosotros, como encontrar formas dentro los límites de lo que Mozart escribió, lo que Bach escribió, lo que Tchaikovsky, Mendelssohn o cualquier otro compositor escribió. Ejercitando ese músculo diferentes cosas vuelven y piensas “Puedo hacer esto”. Y ser una inspiración para otros, eso es importante porque continúa girando la rueda, te hace una persona más generosa y también te hace feliz, porque otras personas te admirarán y te sentirás más realizado. Creo que la realización, en todas las personas, es la mayor lucha.
La gente tiene ahora esa sensación de vacío, de no sentirse satisfecha. Ser una inspiración para otros crea ese sentido de realización. Entonces diría que esas tres cosas son las más importantes no sólo para los músicos, sino para todos.
Esta nota se escribió para nuestra revista digital Música Clásica 3.0 del mes de julio 2020.