Durante el mes de agosto se podrá disfrutar de todo el talento y energía de la pianista Martha Argerich en distintas provincias de la Argentina. La primera fecha, que tendrá lugar en el CCK, estará enteramente dedicada a Johann Sebastian Bach. Los violinistas Rafael Gintoli y Cecilia Isas serán los encargados de interpretar el doble concierto en re menor del compositor alemán.
Con ellos charlamos sobre sus recorridos artísticos, sus ideas, la participación en este importante evento y cómo encararán el concierto.
Por Maxi Luna.
Rafael, ¿qué es exactamente y cómo surge la agrupación Estación Buenos Aires que será la encargada de acompañar a los distintos solistas?
Rafael Gintoli: Estación Buenos Aires ya tiene varios años y quizás salió un poco de forma casual. Siempre hay una primera vez. Se dio con la primera visita de Shlomo Mintz en 2010. El me pidió -ya que somos muy amigos- de armar una agrupación para unos conciertos, incluso interpretando Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. Al grupo lo fundamos junto a Gabriela Olcese, que fue alumna mía, y quien además fue la creadora del nombre.
De a poco aparecieron actuaciones en el Teatro Colón, en distintas provincias y afuera. La gente la va conociendo y la van pidiendo también las asociaciones e instituciones. Una de las que más la pide es el Mozarteum Argentino.
¿Qué repertorio suelen hacer?
RG: Es un repertorio totalmente abierto, vamos desde el Barroco hasta obras hiper modernas. No tenemos problema, además la agrupación se amplía o se achica según las exigencias del momento y sobre todo de acuerdo a las exigencias del programa.
También ligados a la música popular, ¿no? Con el Chango Spasiuk, por ejemplo.
RG: Sí, con el Chango hemos hecho bastante, hasta un concierto en el Colón. Incluso hay un CD a la venta. También con Ralph Votapek, el gran pianista americano y con mucha gente más. Ahora, con Martha Argerich.
Cecilia, para los que no te conocen tanto, ¿podés contarnos cómo llegaste al violín y a Buenos Aires, donde integrás la Sinfónica Nacional?
Cecilia Isas: Papá tocaba la flauta traversa en la Orquesta de Tucumán, así que la música clásica; en realidad, la música en general, era lo que más se respiraba en casa. Empecé a los 12 años, relativamente grande para un instrumento de cuerdas.
Me formé en el Conservatorio de Tucumán, paralelamente con Julio Lazarte y después con la Camerata Lazarte. Esta formación hace que los chicos empiecen a tocar en el escenario rápidamente. Luego me gané una beca del Fondo Nacional de las Artes para estudiar con Oleg Pishenin.
En el 2001 Alberto Lysy daba unas becas para estudiar en la Academia Menuhin, así que me mandé. Me escuchó, le gustó y me fui un tiempo a estudiar con él a Suiza, ya a la vuelta me presenté al concurso en la Orquesta Sinfónica Nacional. También integré la Filarmónica y estuve en el Teatro Argentino, así que decidí quedarme acá.
Así como lo contás parece fácil, lo resumiste tanto…(risas). A los 12 años empezaste a tocar y en diez años ya estabas en la Sinfónica.
CI: Sí, se dio. En mi casa empecé a estudiar y mis papás me sentaron y me dijeron: “¿Estás segura? mirá que es muy sacrificado, tenés que dedicarle muchas horas, es una disciplina”. El primer año estaba un poco dispersa pero les dije que sí y empecé con una disciplina de mucho estudio. A los 14 ya toqué como solista el concierto de Haydn en Sol mayor con la Sinfónica con Alonso Crespo de director, para Tucumán parecía prodigio (risas).
Después toqué el de Mi mayor y muchos otros conciertos de solista. Luego Olaf fue a tocar el Concierto de Tchaikovski, me escuchó y me vine para acá porque había más posibilidades en Buenos Aires y empecé a estudiar con Ema Valdéz. Y cuando fui a Suiza era la primera vez que salía de Tucumán. Ir a Europa, ver todo eso, en esa época que no había toda esa apertura que da Internet, ir a los conciertos o escuchar cds que no llegaban a Tucumán… o viajar a escuchar a Maestros como Rafael Gintoli, era increíble.
¿Hace mucho que se conocen? ¿Tocaron en otras ocasiones juntos?
RG: Sí, hemos hecho una sonatina de Pía Sebastiani hace poco.
CI: Yo lo conocí cuando fue con la orquesta de Salta para hacer el concierto de Mendelssohn. Es un referente, uno de los músicos más importantes, así que tocar con él y con Estación Buenos Aires es un gran honor.
¿Son de agrupaciones estables también los otros integrantes?
RG: Sí, en gran parte sí. También tenemos gente como el cuarteto de solistas del Teatro Argentino de la Plata o Pablo Bercellini en cello. Ha estado Jorge Bergero, el contrabajista. Gente que ha hecho una carrera propia.
Rafael, leí que en algún momento le dieron un ultimátum entre el piano y el violín (risas)…
RG: Yo vengo de una familia muy humilde. Mi padre era carpintero, no era un artista. Yo estudiaba con Antonio De Raco, que era un gran maestro de piano, y violín con Humberto Carfi que me apremiaba cada vez más. En un momento pensé, siendo muy jovencito: “Si tengo que vivir de algo..voy a poder vivir mucho más del violín que del piano donde tengo que ser Gelber o Argerich…”, “¿cómo se llega a eso? Imposible. Con el violín de alguna manera voy a vivir”.
Llegó un momento en que me decidí por el violín, pero ya hacía conciertos y todo. También con el piano. De hecho De Raco me sacó el saludo por diez años (risas), y diez años después cuando vivía en Suiza, festejó sus 50 años con la música en el Coliseo y terminó haciéndolo conmigo. Hemos tocado sonatas de Brahms para festejar…
¿Y lo saludó o fue solamente a tocar?
RG: Me saludó (risas).
Fue una elección por lo que pensaba más conveniente y terminó siendo una gran carrera…
RG: Sí, así fue.
¿Qué sensaciones tienen de participar en esta gira federal, por decirlo de alguna forma, que hace Martha Argerich, a nivel personal y artístico?
RG: ¿Qué sensaciones? Bueno, primero, nosotros dos la conocemos muy bien a Martha. He actuado en dos festivales con ella, en Buenos Aires y me invitó a Roma. Hay una gran familiaridad y también el respeto a lo que es una gran artista, una de la más grande del planeta de estos últimos 100 años, que se cuentan con una sola mano prácticamente. Entonces, uno trata de acercar el bochín (risas).
CI: Hay un punto de encuentro entre Martha y Rafael. Los dos tienen esa cosa de que a cada lugar que van les gusta relacionarse con los jóvenes y con los músicos de su generación. Se nutren de los dos. Yo no soy alumna de Rafael y fue de una gran generosidad, y de Martha también, compartir escenario. Se involucran porque son músicos completos, no sólo un violinista o pianista.
RG: Es una cuestión de nutrición cultural y es muy interesante para cualquiera de nosotros acercarse a los artistas jóvenes. El arte cambia día a día y uno no puede quedarse anquilosado en lo que fue o lo que es actualmente, o a los años que tiene. Es muy importante ver el aporte que podés hacerle a una persona joven, pero también ellos te aportan mucho en cuanto a energía y visión de las cosas. También es fundamental para una persona grande que ya ha hecho una cierta carrera. Es muy importante sentir que la otra persona dialoga de alguna manera y no te sentís aislado y no estás afuera. Umberto Eco dijo: “Con la edad somos extranjeros en el tiempo”, y esa es una de las cosas que uno trata de evitar.
Una linda frase. Este concierto será todo de Bach, ¿cuál es la dinámica? porque hay varios pianistas y estarán ustedes que van a tocar el doble concierto en re menor…
RG: Como en otros conciertos, estaremos acompañándola con nuestro mismo conjunto a ella y a los demás pianistas que estarán.
¿Se puede contar el programa o es sorpresa?
RG: No, no es sorpresa, pero todavía creo que Martha piensa algunas cosas. Hay algunas que son básicas: el Concierto para cuatro pianos, hay un concierto de piano que va a tocar el pianista cubano Mauricio Vallina, y Martha que abrirá con la Partita en Do menor de Bach para piano solo. Será una cosa muy fluida.
¿Cuál es la historia del concierto para cuatro pianos?
RG: Es una transcripción que hizo Bach de un concierto de Vivaldi para cuatro violines. Lo hizo para el teclado, que había en su época porque ni siquiera estaba el fortepiano, eran los albores de todo eso. Los fortepianos estuvieron entre la época de Mozart o anterior, pero en la época de Bach estaba el clave.
¿Cuál es la idea con respecto al concierto en re menor, qué buscan?
RG: Es algo que madura a través del tiempo y cambia, no sólo como moda, sino como investigación dentro de lo que es la interpretación de autores, que ya son tan lejanos a nosotros. Uno trata de acercarse, pero quizás fueron hechos más bien para lo que había en ese momento, lo que el autor tuvo, o cuánto le pagaron para armar un concierto, hay mucho de eso. Sin embargo, en Bach es un poco distinto porque él hizo toda una vida compositiva para desarrollar ciertas cosas, quizás se haya visto apremiado y haya tenido que armar cosas para algo de último momento, pero lo de él es con un camino más horizontal.
De todos modos, pienso que en la época todo era mucho más lúdico que cuando se lo agarró en los años 60, que se hizo como una cosa muy académica y muy estricta.
CI: Muy alemana, digamos.
Pero no como algo solemne. De hecho para Bach escribir obras instrumentales era como un divertimento para cuando no tenía que escribir las misas, las cantatas, y escribía por puro placer más allá de los compromisos que tenía.
CI: Aparte a él le gustaba mucho también Vivaldi, hizo mucho estudio de la música italiana, entonces puso eso en su música instrumental y uno ahora también ve ese lado, no era tan solo esa cosa alemana académica.
RG: Pensar, incluso con la libertad en que se podía tocar en la época y sobre todo porque eran obras nuevas.
¿Cuál sería esa libertad por ejemplo?
RG: Había mucho más libertad instrumental. La música estaba menos codificada. Los tipos como Bach decodificaron mucho. El abre un ciclo de sonatas y partitas para violín con un primer movimiento de sonata que si la analizás bien, en otros autores hubieran sido cuatro negras, cinco redondas, por decirte así, y el resto lo tenías que inventar y ornamentar. El ornamentó todo perfectamente, matemáticamente y si lo tocás ves que en el fondo es un adorno y cuando ya pasaste por todo ese academicismo, te das cuenta que lo tenés que tocar en forma libre. El lo pensó como piensan los músicos de Jazz que inventan, y en la época de él eso también se hacía, pero dijo “este invento es mío, no del que va a tocar”.
El segundo movimiento debe ser una de las músicas más maravillosas que se han escrito en la historia…
RG: Es muy etéreo ese movimiento.
Tiene una gran complejidad contrapuntística, pero a la vez es de una inspiración increíble. Bach tiene esa capacidad de ser muy técnico, pero a la vez muy expresivo y el segundo movimiento es un claro ejemplo…
RG: En realidad, en todos los conciertos de Bach, sobre todo los de violín, los segundos movimientos son de casi un romanticismo increíble. Todo lo deja escrito, pero te abre el corazón. Es totalmente académico, pero el tipo le mete mucho de su espíritu en eso, de sus plegarias, de sus ruegos, deseos, sus cosas.
Más que música barroca, la llamo música gótica. En cierta manera, por la influencia arquitectónica de la época que vivió, en todos los lugares donde estuvo -que en general eran catedrales más góticas que barrocas-, si analizás su música tiene una arquitectura muy gótica con gárgolas que se superponen unas con otras sobre todo en el primer movimiento, y en el último también.
Son formas fugadas de ver la fase en una parte y en la otra. Mientras uno está tocando algo, el otro toca simultáneamente otra cosa. Es una superposición, no como en la arquitectura de su época que coincidió en el Barroco italiano, que era totalmente distinto.
CI: Te lleva en todas esas ornamentaciones, yuxtaposiciones, como una telaraña que se va armando y es muy lindo ir sintiendo todo ese entramado.
Para dar este tipo de conciertos ¿es necesario que los estilos de los violinistas sean similares o es más enriquecedor si tienen formas distintas de tocar?
RG: Nosotros vamos mirándolo y esa es otra cosa que es como en el jazz o con la música de estos tiempos. Uno tira una idea y el otro la recoge y la sigue.
CI: Cuando nos juntamos me intrigaba un poco por ahí cómo lo iba a encarar Rafael, porque hay versiones muy académicas, algunas muy románticas y la de los historicistas con instrumentos de época, la afinación y todo eso. Lo primero que me salió charlando fue “¿le damos una onda rockera, como power?”. “Sí, sí” Rafael apoyó esa mirada y el resto salió solo.
No buscan lo que se dice una versión históricamente informada o por el contrario romántica ¿lo van buscando en el momento o fueron a la obra con una idea ya preformada?
CI: Bueno, un poco sí. Uno para saber cómo encararla tiene una idea. Se va dando el diálogo entre los dos, a veces tocando uno hace una cosa, el otro otra. Después en el momento lo volvemos a hacer y vamos descubriendo todo eso, pero un poco sí sabíamos qué idea darle.
RG: Me parece que es tan acertada esta frase: “Cuando grabás una obra nueva, y tenés el concepto de lo que querés hacer, tocala toda de golpe y lo que te quede será como la vas a tocar”. Después la vas armando, desglosando y estudiando, pero tocala de entrada de golpe y ese será el concepto que le vas a dar a la obra. Es lo que sentís en ese momento, sobre todo si es una obra conocida. Tocala y te vas a dar cuenta de lo que queres, si la desglosas de entrada, de una y no la tocaste entera, va a llegar un momento en que estará toda en pedacitos y no va a tener un concepto o por lo menos, más que una idea académica. Una idea de lo que te gustaría hacer de un plumazo con esa obra. Así que es muy acertada la frase.
¿Qué opinan de este tipo de conciertos monográficos? Ya sé que ahora no lo pueden cambiar y no los quiero meter en líos…(risas).
CI: En este caso, me pareció interesante porque se da que Martha toca partes en piano solo y es bueno para que el público de acá la vea tocando sola, ya que muchas veces ella no lo hace. En este caso también con otros pianistas y con una orquesta argentina, así que me parecía interesante también eso de poder compartir con ella. Además habrá más variedad y eso genera también más interacción.
Variedad en cuanto a las formaciones. Parece una cosa así como Martha y sus amigos ¿no?
RG: Siempre creo que lo de Martha fue “Martha y sus amigos”. Allá y acá.
¿Tocó alguna vez sola acá? Me imagino que sí, pero la verdad que no recuerdo un concierto de ella sola…
RG: Creo que es alguien a quien no le gusta hacer cosas sola. Lo hacía cuando era muy jovencita, cuando necesitaba ganar concursos, pero después ya no, no es algo que le haya interesado.
CI: Es que también estudiar sola y estar tanto tiempo solo en la vida del pianista. Su única forma de estar con otros es hacer cámara y calculo que tanto tiempo que pasó estudiando sola, ahora dijo ya está, y también es su forma para estar con otros y no tan sólo haciendo música.
Por suerte para nosotros está viniendo seguido…
CI: Ella en estas últimas veces que vino a la Argentina se sentía también conectada por la edad, porque tiene muchos amigos grandes y justo se dio que se fueron muriendo, como Cosentino, también Elena Garmendia, una historiadora de Santiago que vivía hace muchísimo acá en Buenos Aires. Eso de alguna manera la trajo a venir más seguido a la Argentina.
¿Cuáles son las expectativas que tienen para el concierto? ¿Qué sería una noche perfecta para ustedes?
CI: Poder disfrutar. Lo que surja, lo inesperado.
RG: Se tiene que dar, uno no puede tener expectativas, es lo que se da en ese momento. Dialogar con el público, y lo sentís cuando dialogan con vos o no. A veces lo sentís la piel. La conexión con el público no es el aplauso, es otra cosa.
CI: Claro, es lo que se crea ahí.
Por Maxi Luna.
8 de agosto en el Centro Cultural Kirchner: Programa dedicado íntegramente a Bach:
Partita N°2 en do menor para piano solo – Argerich.
Concierto para piano en la mayor – Mauricio Vallina.
Segunda parte:
Doble concierto para violín en re menor – Rafael Gintoli, Cecilia Isas, violines solistas.
Concierto para cuatro pianos – Martha Argerich, Graciela Reca, Mauricio Vallina y Alan Kwiek, piano.
Más información de la gira en: https://goo.gl/FqHxyY