Entrevista a José Cura: “La épica forma parte de mi vida”

José Cura en Otello

Ph. Michele Kalmandi

Durante una charla exclusiva con MusicaClasicaBA el tenor argentino que logró imponer un estilo propio, hace un resumen de su filosofía de vida y de trabajo.

Por David Lifschitz

 

Habitualmente se describe a un cantante lírico como “sólido”, “prolijo”, “correcto”, “preciso”, entre otros adjetivos afines para referirse a su calidad vocal, ductilidad, interpretación, etc. Sin embargo, no es común que se le reconozca la rara cualidad de ser “resistente”. Y no necesariamente para dar cuenta de una capacidad -casi deportiva- para ejercer el oficio sino, más bien, para subrayar la virtud de oponerse a la corrección que exige el establishment musical.

Entre esos artistas se encuentra José Cura, el tenor argentino que, sostenido por convicciones y no por convenciones, persuadió al exclusivo mundo de la ópera -tan celoso de las tradiciones- de aceptar su particular mirada sobre la música. “La disciplina debe servir para encarrilar la emoción, no para amordazarla”, apunta.

Con más de 3 décadas de presencia internacional, el presente lo encuentra tan activo como en sus inicios y con inquietudes renovadas guiado -quizás- por un dogma que admite la diversificación sin dispersión. ¿La sociedad actual que valora la especialización se lo perdonará? El público ya expresó su beneplácito. Al campo intelectual no le queda otra que aceptarlo.

Ph. Zoe Cura
-Rosario dio al mundo una nutrida, sensible e inteligente cantidad de artistas; especialmente músicos. ¿Qué tiene esa ciudad para ser la cuna de talentos tan grandes?

-Un artista íntegro es como un bichito de luz: puedes mirarlo de lejos sin darle demasiada importancia o puedes ver si esa lucecita te sirve de algo. También puedes ignorarlo o peor, aplastarlo. Pero incluso si lo aplastas, el “polvillo de estrella” que te deja en los dedos se te queda pegado. En mi amada Rosario, con humedad para regalar, los bichitos de luz encuentran su hábitat natural. ¿Será por eso que allí nació nuestra bandera? La historia nos habla de un Belgrano inspirado en el cielo. Cielo hay en todos lados. Algo tendrá el de mi Rosario…

-Su historia es la de un gladiador que luchó por hacerse un lugar en el mundo de la música. ¿Su gran oportunidad internacional llegó cuando parecía que todo estaba perdido?

-Triunfar en una carrera es como hacer cumbre en una montaña. Puedes subir en helicóptero o con tus propias fuerzas, echando músculo en el proceso. Este método casi prehistórico, a la vista de cómo está impostándose la sociedad actual, te permite desarrollar la resistencia necesaria para aguantar el viento que tira ahí arriba. Con el helicóptero se llega antes, pero duras lo que tarde en pegarte la primera ráfaga. Lo preocupante de este modo de triunfar es que, como fama y grandeza no son sinónimos y como la popularidad suele extinguirse mucho antes de que la maestría empiece a vislumbrarse, nunca sabremos cuánto verdadero talento pierde por el camino una sociedad que, con cada vez menos referentes sólidos, los está reemplazando con influencers…

¿Gladiador, me dice? Sí, pero de los de antes: lleno de tajos, cada uno de los cuales nunca agradeceré lo suficiente…

-¿Ese primer logro tuvo algo de épica? 

-La épica forma parte de mi vida. Las batallas ganadas y perdidas son muchas —por suerte más las ganadas, si no usted no estaría entrevistándome—, y en cada una de ellas siempre destacó alguna persona, sea un malnacido que tiró a matar o una mano amiga que me sostuvo para no caer.

-¿Su regreso al país como una figura consolidada tuvo sabor a revancha? 

-Lo de “nemo profeta in patria” no lo inventamos los argentinos. Hay que quitarse de encima ese pecado original. La cosa es mundial, es humana y está, lamentablemente, tan vigente hoy como cuando la famosa frase se acuñó. El dolor que sientes al arrancarte de tu tierra para ir a buscar otras donde plantar tus sueños es tan grande, que el sentido de revancha cuando finalmente triunfas, es más una catarsis que una vendetta.

-¿Durante sus inicios aceptó trabajos que no le convencían? ¿Alguna vez aceptó una propuesta por sentirse en deuda con alguien que le tendió una mano?

-Hay quien te tiende la mano, y hay quien te ignora. Pero también quien, cuando estiras el brazo en busca de apoyo, te da un machetazo seco para cortártelo. Aprender de quien fiarse es vital. Así y todo, siempre hay uno que, cuando menos lo esperas, te sorprende. Al que te tendió la mano, se la tiendes a su vez cuando se invierten las cosas. Al que te ignoró, le cobras lo que tengas que cobrarle y si te paga, allí vas —uno es un profesional y como tal debe gestionar su carrera—, y del que te cortó la maroma cuando tu bote más necesitaba un amarre, tarde o temprano ves su cadáver pasar flotando por el río del tiempo, que todo lo cura.

-¿A partir de qué momento pudo proponer su propia manera de concebir la música?

-Cuando empezaron a llamarme “Maestro” de verdad, no por formulismos de cortesía, sino por haberme ganado a pulso, los galones de general…

-En una oportunidad rescató como elogiosa una crítica en la que se destacaba su costumbre de no hacer lo que se espera de usted. ¿Cómo interpretó ese comentario?

-Habían dicho “Esa maldita costumbre que tiene Cura de hacer siempre lo que quiere y no lo que se espera de él”. Yo pondría esta crítica en el diccionario como definición de “Artista”, porque para cultivar un arte es necesario hacerlo sin imitar, de lo contrario no se es artista. Hay arte que se da por descontado, como un rico vaso de coca helada en verano después del cual sueltas un relajante eructo (con perdón) y pasas a otra cosa tan contento, y ¿por qué no? Pero hay arte que sorprende y marca, no sólo a las generaciones presentes sino a las futuras. Un Van Gogh hoy vale millones, pero el pobre desgraciado murió en la miseria por defender su obstinado derecho a ser él mismo, en vez de pintar lo que mejor se vendía por aquel entonces.

-Una cosa es la crítica y otra el público. ¿Qué cree que los espectadores esperan de usted?

-Una vez un joven del público me dijo: “Vengo a sus espectáculos porque sé que creeré en lo que veo”. El cumplido es válido viniendo de personas de cualquier edad pero, curtidos como están los jóvenes por tanto avasallamiento mediático, que un espectáculo de “carne y hueso” los emocione, es gratificante.

-¿Se acostumbró a ocupar un lugar de excelencia? ¿Qué desafíos le permiten renovar el compromiso de dar lo mejor?

-Luego de tantos años, el riesgo de “dormirse en los laureles”, o peor, de aburrirse mortalmente con la enésima función, es enorme. A mi edad y después de incontables tangos bailados, reconozco que no me “excita” más lo de siempre, y que me emociona más la perspectiva de afianzar mi legado dejando testigos tangibles a través de la enseñanza, la dirección y la composición, que repetir aquello que la gente sabe de sobra cómo hago, para bien o para mal.

Hace poco, una revista alemana me definió como “el último macho de la ópera…”, representante de un modo de interpretar que ya no vuelve. No me queda claro —independientemente de ser un acérrimo protector de los derechos de la mujer—, si matar el lado “macho” de Otello o de Canio —dos roles cuyos dramas radican en el comportamiento violento que resulta de su inseguridad—, sea un avance interpretativo.

¿No es mejor utilizar estas obras como una fábula negra de la cual aprender? Cuando el Papa Pablo III convocó a Miguel Ángel para pedirle que vistiera la desnudez de sus pinturas, el genio le respondió “Santidad, los santos no tienen sastre”. “Darle la espalda a los problemas es la mejor manera de que estos te agarren desprevenido”, Séneca dixit.

-¿Cómo se traduce esa convicción en el plano de la composición y de la dirección?

-Ciñéndote a tu proyecto el que, si tienes suerte, se condice con tus sueños. Decía Mark Twain que “Dos son los días más importantes de tu vida: cuando naces y cuando finalmente descubres para qué”. No rehuir a nuestra misión (todos tenemos una), ni siquiera cuando por ello te lluevan palos, necesita de una gran dosis de temeridad y una pizca de sana inocencia. 

Por años intenté estrenar mi Réquiem Argentino en nuestro país. En 2022, luego de 40 años de haber escrito la primera nota de la obra —allá por 1982—, me di por vencido y lo estrené en Budapest bajo el nombre de Requiem æternam pues me dolía llamarlo Argentino cuando no había logrado convencer a ninguna autoridad para estrenarlo en mi tierra. Muchos profesionales coincidieron en que la obra es la “summa” de mis años de experiencia: Mission accomplished. ¿Mr.Twain? Quizás no. El tiempo dirá.

“Mirando el partido de Argentina en la oficina del director de escenario durante el intervalo de mi concierto de cumpleaños. Al fondo, el maestro Mario De Rose“
-¿Qué precio le toca pagar por ejercer su “sinceridad intelectual”? 

-La respuesta quizás se encuentre en la etimología de sinceridad. En la antigüedad, la venta de piedras era un negocio especulativo. Había piedras de primera, de segunda, de tercera… Pero una piedra de segunda se podía vender a un comprador poco avispado haciéndola pasar por una de primera, si se rellenaban sus grietas con cera. ¡La sinceridad cuesta muy cara! Desde siempre.

-¿Cómo se lleva con los comentarios negativos luego de 30 años? 

Con los años aprendes que ser un idealista romántico, de esos que disparan a todo lo que se mueve, no sirve de mucho. La edad te enseña a ser estoico; disparas sólo cuando el tiro justifica la bala… 

Hace muchos años, un famoso crítico italiano me dijo “Tengo que pedirte disculpas. Yo fui uno de tus más grandes detractores. La revolución que implicó tu entrada en la industria de la ópera a muchos nos molestó. Sin embargo, tu iniciativa de entonces hoy es un modo para que la ópera pueda plantarle cara a los tiempos que corren”.

De todos modos, pasaron unos 15 años y el mundo ya no es el que era cuando aquel crítico se sinceró. Veremos por dónde irán las cosas.

-La edición de su registro de canciones de María Elena Walsh le llevó varios años. ¿Cuándo recibió la propuesta de hacerlo? 

-Conocí a María Elena Walsh en 1999 cuando, junto a Ariel Ramírez, me entregaron el premio SADAIC. Fue entonces que le prometí grabar sus canciones para niños con la voz de un “papá”, como ella me había insinuado sonriendo. Pero mi carrera entonces era una vorágine y no pude grabarlas hasta mucho después. Me queda el amargo regusto de no haber podido hacérselas escuchar a su autora.

-Es un artista multifacético con una gran carga de trabajo. ¿Cuál es su estrategia para que la cantidad no afecte a la calidad?


-Mucho, muchísimo tiempo de preparación. Pero también una exhaustiva división del esfuerzo, entendida como dedicación puntual a los desafíos de cada actividad. Elijo cuidadosamente los títulos teniendo en cuenta mi “sincera” capacidad de hacer algo decente con ellos. Entendí que mi modo de trabajar había finalmente “calado” en la industria cuando dejaron de insinuar que yo era uno que por mucho abarcar, apretaba poco, para llamarme “Un Leonardo Da Vinci de nuestro tiempo”, como escribió una prestigiosa revista internacional. No creo merecer semejante comparación, pero el mensaje de aceptación que implica, me reconforta.

jose cura en el puesto de director de orquesta
“Con mi orquesta húngara, la Sinfónica de la Radio y televisión, estrenando el Requiem y mi ópera, Montezuma y el fraile pelirrojo”
-¿Cómo se posiciona dentro del mundo de la música clásica? ¿Como un renovador?

-Cualquier artista que se “proponga” innovar, termina haciendo pastiches infumables de su obra. Lo justo es, como decía Wilde, “Be yourself because everybody else is already taken”. Si en este “ser tú mismo” va implícita una renovación, tanto mejor. Al final, lo de “sinceridad” termina siendo un ritornello, ¿no?

-¿Cómo vivió la vuelta a los escenarios después de que fuera superado —al menos hasta el día de hoy— el confinamiento impuesto por la pandemia?

-Con miedo, después de haber descubierto que el show-business, entendido como aquella industria que hace del entretenimiento su producto, es necesario, pero no indispensable. Los artistas profesionales enriquecemos la vida social pero, sin nosotros, esa vida puede continuar lo mismo. Triste, pero puede. 

El Covid no fue una bomba, sino el “coup de grâce” a una caída que arrancó con el siglo y a la que, mientras no afectaba la realidad laboral cotidiana, se miraba con condescendencia. Sólo unos pocos clamábamos —con el modo de encarar nuestras carreras— que un cierto estereotipo, cómodamente anodino, estaba envenenando peligrosamente nuestra forma de ganarnos la vida. Y de golpe la lección: si no somos indispensables, aunque sí necesarios, ¿por qué no hacer de esa necesidad virtud?

“Hay que facilitar el arte”, proclaman los demagogos con más astucia comercial que afán educativo, y yo rebato, ¡No hay que rebajar el Arte, sino elevarnos hasta él!… Es verdad, nuestros planes de educación son lo que son pero, si tenemos inquietud, hay infinidad de modos para evitar la chatura. Basta querer. ¿O es que si no nos ponen la comida en la boca, no vamos a luchar para alimentarnos lo mismo?

No voy a decir nada nuevo, pero desde mi óptica de artista-empresario-maestro-padre, no puedo lavarme las manos: El día en que, a fuerza de aguar el vino bueno, el porcentaje de individuos capaces de discernir entre “excelencia y banalidad” descienda a cifras nimias, no se justificarán más las actuales estructuras, con la consecuente catástrofe humana y económica resultante de tener que cerrarlas. ¿Era necesaria una pandemia para que se nos abrieran los ojos?

Si no somos indispensables, aunque sí necesarios, ¿por qué no hacer de esa necesidad virtud?

-Lo suyo tiene mucho de pasión. ¿Cuál es el servicio que pretende darle a la sociedad a través de su arte?

-“Pretender” es una palabra grossa… Creo que todo lo escrito arriba resume una buena respuesta: la clave es el compromiso. 

-Finalmente. ¿Qué enseñanza o consejo le podría dar a las generaciones más jóvenes, nacidas en un mundo en el que se valora el éxito rápido y fácil?

-Los que somos más sabios por los kilómetros recorridos que por nuestro coeficiente intelectual —eso de que el diablo sabe más por viejo que por diablo—, preferimos no hablar mucho y predicar con el ejemplo. Con esto en mente, mi consejo es releer atentamente la entrevista porque, entre líneas, puede que se esconda alguna que otra de las enseñanzas que me pide…

Esta entrevista forma parte de la revista Música Clásica BA 3.0 #41 – Enero 2023

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