Entrevista a José Cura: «El Arte clásico es de todos»

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En su paso por Buenos Aires para realizar un doble programa operístico conformado por los clásicos «Cavalleria Rusticana e I Pagliacci» en el Teatro Colón, donde además tuvo a su cargo múltiples roles: director de escena, director de iluminación y la interpretación de “Canio”, personaje principal de “Pagliacci”; MCBA pudo realizarle algunas preguntas al reconocido director, compositor y cantante.

José Cura, un rosarino que ya lleva 25 años viviendo en Europa y quien dice que el Arte (con mayúscula) es el mejor antídoto contra la mediocridad y que para eso hay que educar de verdad y no como eslogan.

¿Cuáles son sus impresiones y sensaciones después de las funciones de Cavalleria rusticana y Pagliacci, llevadas a cabo en el Colón en julio del 2015?

Repito lo que me dijo un viejo maquinista del Teatro y que es la mejor respuesta: “Hace 30 años que trabajo aquí y nunca vi a todo el Teatro literalmente enamorado de una producción como en este caso”. Ese amor es el que, creo, “golpeó” al público. Incluso a los pocos cínicos que, al no poder negar la evidencia, se vieron obligados a inventar razones tras las cuales esconder el rubor que produce la emoción cuando no se puede controlar.

Hace poco dijo que la crisis que se vive en Europa y en el mundo es más bien moral que económica,  ¿se podría explayar un poco más sobre esta idea? ¿Cuál cree que puede ser la función del arte y de la música en particular para combatir o contrarrestar dicha crisis?

Creo que el mundo está pasando por un momento muy delicado a nivel social y que urge poner orden antes de que no haya vuelta atrás. En esto, el arte tiene un gran rol. Pero el arte entendido como patrimonio de todos. Ojo, que cuando digo “de todos”, no hago alusión ni al elitismo de opereta que rodea el arte clásico, ni al populismo de pancarta que se opone a él como reacción alérgica. El arte clásico es de todos, no porque decirlo sea políticamente correcto, sino porque es la quinta esencia de lo que la maravilla humana puede lograr cuando el Soplo Divino se le mete en las tripas. Recrearnos en su belleza, entendiéndola, es el mejor antídoto a la mediocridad y por eso hay que educar para crecer, de verdad, no como eslogan. El problema es que un pueblo educado, del nivel adquisitivo que sea, se vuelve peligroso porque piensa…  ¿Será por eso que no le hace mucha gracia a “algunos” que la gente entre en contacto con el Arte con mayúscula? Quizás haya que empezar por allí para poner orden en nuestro desinflado globo terráqueo…

¿En qué momento sintió la necesidad o motivación de ocuparse de la dirección escénica y en este caso particular, también de la iluminación?

Empecé a hacer puestas en el 2007. El teatro de Rijeka, Croacia, me pidió que diseñara un espectáculo basado en Pagliacci. Así nació “La comedia è finita» (ver video). Al año siguiente fui contratado por el teatro de Colonia para diseñar y dirigir “Un ballo in maschera”. A ese espectáculo asistieron muchos directores artísticos alemanes y la bola echó a rodar. En 2010 hice una producción muy reconocida de Samson, que existe en DVD, y a partir de entonces no he parado. La iluminación es un aspecto del espectáculo que va ligado indisolublemente a la escenografía, por lo que siempre he intervenido en la iluminación de mis espectáculos. En esto, mi larga experiencia como fotógrafo ha sido determinante. Pero sólo desde hace dos años, cuando sentí que la experiencia adquirida lo justificaba, acepté que mi trabajo como iluminador figurara en los créditos del programa de sala. Yendo más atrás en el tiempo

¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales y en qué momento supo que su vida estaría dedicada a la música?

Cuando tenía 8 años mi padre me mandó a estudiar piano. A las pocas semanas, mi maestra me mandó de vuelta a casa con una notita: “Josecito no está interesado en la música, todavía”. A los 12 descubrí la guitarra y casi enseguida, empecé a estudiar composición. Mi maestro, el gran Carlos Castro, me dijo entonces: “Tenemos que lograr encuadrar tu instinto, que es gigante, sin destruirlo”. A los 17, terminada la secundaria, dije a mis padres que quería ser músico y entré en la universidad a estudiar composición y dirección de orquesta. Una de las materias era canto lírico… Una cosa tiró de la otra y lo demás es ya parte de la historia.

Cantante de ópera, director de orquesta, empresario, régisseur y compositor ¿Cuál de estas actividades disfruta más y en cuál cree que se corre más riesgos?

Primero habría que definir “riesgo”… Si estamos hablando de riesgo al qué dirán, de ese sólo se escapa quedándose de brazos cruzados. Y ni siquiera, porque al final del camino te encuentras con el Creador, que te reprocha no habértela jugado para hacer fructificar los dones que te dio. Si hay que aguantar palos, mejor los de tus semejantes, ¡que los de Dios duelen más!

Con respecto a “disfrutar”, me encanta todo lo que hago, pero para entender mi filosofía sobre este tema, le cuento una anécdota: un amargado (esto lo imagino vistas sus palabras), escribió hace ya casi 20 años: “Cura debe meterse en la cabeza que la música clásica no fue compuesta para que él lo pase bien sobre el escenario…”. Creo que esta frase, por sí misma, vale para explicar muchas cosas. Lo dejo en pregunta: ¿Cómo puede un artista transmitir gozo si él mismo no se siente un privilegiado por poder gozar, in primis, de aquello para lo cual fue elegido como medium?

 ¿Cómo se lleva con la crítica?¿Le presta atención?¿Suma o resta?

Cuando era más joven, me llevaba muy mal. Hasta que un día entendí que todos los seres humanos, y me incluyo sin ninguna vergüenza, vemos el mundo a través del lente de aumento de nuestras propias experiencias y, por ende, juzgamos a nuestros semejantes en base a nuestro bagaje, entendido no sólo como la suma de nuestros conocimientos, sino también como el bulto, más o menos pesado, más o menos lleno de ropa limpia o de calzones sucios, con el que viajamos por la vida. Como diría José Ingenieros: Cada hombre mide a los demás según el juicio que tiene de sí mismo. Cuando entendí esto, dejé de enojarme.

Ahora bien, si esto ya es duro para cualquiera de nosotros, lo de ser crítico “profesional” (sic) es aun peor pues, si a la responsabilidad de tener que “juzgar”, por la cual le tiembla la mano hasta a Dios, se le agrega la obligación de tener que rendir pleitesía a la afiliación política del medio donde se escribe, sumado al tener que defender (incluso cuando no viene al caso) lo que se le ordena apoyar, imagine lo duro que debe ser el trabajo del crítico de oficio. Tanto, que hasta el rol de “criticado” (también de oficio) se me antoja menos tremendo…

 

Fotografías: Máximo Parpagnoli – Teatro Colón.

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