Jorge Amarante, bailarín y coreógrafo argentino -llegado hace pocos años de su residencia en México donde dirigió el Ballet de Monterrey- ha refrescado con una nueva mirada algunos de los ballets clásicos tradicionales, con una excelente respuesta del público.
Por: Carolina Lázzaro para MCBA
¿Cuál considerás que es el punto de inflexión en tu trayectoria en el que empezás a apartarte de la visión tradicional de la danza clásica?
Estudié en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, fui bailarín estable del Ballet del Teatro Colón, fui director del Ballet de Monterrey en México y con esta formación netamente clásica empecé a abordar la parte coreográfica. Me interesó la investigación, buscar mi propio lenguaje, que me identificara lo que se expresaba en las coreografías.
Tengo mi manera, mi visión, un poco diferente de lo que uno está acostumbrado a ver. Cuando yo bailaba en el Teatro Colón no estaba muy de acuerdo con la programación que se venía haciendo, y dije: “Bueno, en vez de quejarme, voy a ponerme a trabajar la creatividad y dar mi propia visión”.
¿Podrías encasillar tu obra en un estilo?
En estos años he creado distintas obras, con una temática más bien contemporánea, yo siempre me muevo entre el neoclásico y el contemporáneo. En el Ballet de Monterrey, México, monté obras clásicas, pero hice mi versión de la Bella Durmiente, de la Cenicienta, y más contemporáneo, también de Carmen y Romeo y Julieta. En cierto sentido me lo permití porque antes solo hacía cosas que me pedían los directores de las compañías donde yo trabajaba.
Presentar a los clásicos con otra mirada se hace en otras partes del mundo, yo no estoy inventando nada nuevo. Puede gustar o no, pero lo importante es el respeto ante el público, el argumento, la música; y sobre todo ante los artistas que están arriba del escenario, y que todos puedan disfrutar de un espectáculo, desde otra perspectiva.
Yo bailé las versiones clásicas, me costó muchísimo romper, romperme a mí la estructura. Fue una lucha muy interna, porque cada nota que escuchaba, cada acorde, se me venía la coreografía clásica o romántica que había bailado. Por eso Giselle, por ejemplo, me llevó mucho tiempo de maduración. Me lo tomé como un desafío; me lo había puesto entre ceja y ceja, porque no podía permitir “no permitírmelo”.
¿Desde cuándo estás trabajando en Argentina?
Hace cuatro años que regresé de México.
¿Cómo es la recepción del público, teniendo en cuenta que, al ser una persona surgida del clásico puede que tengas un público tal vez más conservador?
Con los años que ya tengo… “¿qué dirá la gente?” No sé. En definitiva, esto es lo que YO quiero.
Yo siento que dentro del lenguaje un poco más contemporáneo puedo expresar de una manera diferente. El clásico, ya está. Está todo hecho. Creo que el lenguaje neoclásico, contemporáneo, tienen otros elementos, ni mejores ni peores, sino distinto. Y el público lo recibe de una manera muy particular. A lo mejor despierta en el público una nueva sensibilidad: ver lo que está en la vidriera de adelante y de atrás, no sólo lo que se ve de frente.
Con Lago nos sorprendió la cantidad de gente que fue. Empezamos con una función, terminamos haciendo tres el año pasado, y más funciones este año.
La primera vez que hicimos Carmen acá en Argentina, aclaramos “ballet contemporáneo”, para que no pensaran que iba a hacer lo tradicional justamente porque la gente me conoce y sabe que vengo del clásico. Lo mismo hice con Giselle. Pero ya con Lago de los Cisnes, no. Fui como mutando un poquito, y creo que el público empieza a conocerme, y a “darse también el permitido”.
También tengo críticas ¿no? “¡Déjenla a Giselle tranquila!” (risas). Por eso siempre digo: hay que ver las cosas para criticarlas. Yo tomo cada trabajo que hago desde un gran respeto hacia el ballet y hacia los personajes que elijo.
De la coreografía original de Lago no dejaste nada…
Nada.
Leer la reseña: El Lago de los Cisnes, la misma historia, pero la compañía de Jorge Amarante logra mostrar el oscuro trasfondo.
En este proceso de creación coreográfica hubo participación de los bailarines, ¿o toda la propuesta fue tuya?
La idea siempre sale de mí. En un trabajo de laboratorio: la selección de la música, la edición, qué es lo que quiero focalizar, qué partes sí, qué partes no. Con los primeros bailarines sí hago un trabajo de elaboración e investigación con ellos. Con Sofía Menteguiaga -que es una estrella y ya ha hecho dos protagónicos conmigo-, nos conocemos más, y ha aportado mucho de lo que yo presento en el escenario. Yo llevo algunas ideas, algunas propuestas, algunas combinaciones, y las vamos viendo, o me las va modificando también. Pero con el cuerpo de baile no, trato de ir con todo conciso, todo resuelto.
Lamentablemente, como compañía de danza independiente, no he podido conformar a un mismo grupo, por una cuestión económica. Hay que juntarlos a todos, en un mismo horario, que no falten, porque cada uno tiene sus propios trabajos y sus actividades.
En cuanto a Lago, ¿en qué aspecto considerás que te has apartado más de la versión original?
Creo que me aparté bastante. De hecho, yo la quería llamar Odette, pero por una cuestión de marketing, quedó Lago de los Cisnes.
En la versión clásica, el primero y el tercer acto es el ámbito del príncipe Sigfrido, el segundo y el cuarto es el ámbito del brujo Rothbart. En mi versión, sólo el primer acto es en al lugar de Sigfrido y los tres restantes en el de Rothbart.
El tercer acto, en vez de ser en el palacio del príncipe, en mi versión se transforma en el espacio tétrico, oscuro, donde hay trata de personas, y donde Sigfrido va en busca de Odette para tratar de salvarla. No hay princesas. A mí siempre me hizo ruido que las princesas vayan a ofrecerse a una persona desconocida por una cuestión de dinero, prestigio o unión de reinos.
Me quedó la duda, sobre las imágenes del final: ¿ella muere? Y las demás ¿se liberan o mueren?
Bueno, eso queda en lo que cada espectador quiera creer.
Me voy a quedar con la intriga entonces…
(risas)
Más allá de todo, ella se termina liberando o sacrificando justamente para darle fuerza a las demás cisnes, -que no son cisnes, son mujeres- para que luchen por su propia libertad. Como en una prisión, el primero que se escapa demuestra que no es imposible. Ellas terminan cayendo, pero queda en cada uno si mueren o no.
Para mí no mueren, es como un volver a empezar.
Leer: Vuelve el Lago de los Cisnes por la compañía Jorge Amarante