
El tenor mexicano, que viene de presentarse en el Liceo de Barcelona bajo la batuta de Gustavo Dudamel, se prepara para iniciar su ciclo de presentaciones en el teatro Colón, que incluirá un recital y el rol protagónico en El Elixir de amor.
Durante una charla amena y profunda, el ganador del The Opera Award 2021, habló de sus inicios -cuando el canto se le presentó como la única alternativa-, su preferencia por Donizetti y sus anhelos profesionales.
Por: David Lifschitz
Fotos: J. Cornejo
Agradecimiento especial: Greta Shelley
Aunque hace algo más de 25 años no podía imaginarse que el éxito lo esperaba, Javier Camarena se estaba preparando para vivir de su pasión a como dé lugar. No había espacio ni tiempo para dudar porque su deseo era claro e intenso: su vida estaría indubitablemente unida a la música. Fue así que se topó con el canto, cuando la academia prescribía que ya no tenía edad para convertirse en el pianista o guitarrista que hubiera querido ser. Y lejos de darse por vencido se entregó al mundo de la lírica con pasión para convertirse en un artista que promete y cumple.
En vano es pensar si su éxito ya estaba escrito, en definitiva, lo único que importa es que el mundo se rindió al poder de su voz.
¿Cómo está su voz después de haber transitado por el COVID?
Mucho mejor. Vocalmente todavía no he trabajado mucho después de la función que hice de La Flauta Mágica en Barcelona, pero ya estoy para el recital del Teatro Colón y las posteriores funciones de El Elixir de Amor. Tengo otro par de conciertos luego en España y muchas otras cosas que estudiar y preparar. Ya di un buen tiempo de reposo.
¿Cómo fue la recuperación vocal?
Según mi experiencia fue una especie de catarro, sin llegar a ser una bronquitis, pero sí había mucha tos. Obviamente, hubo una irritación de las cuerdas vocales y esto provoca que no estén con la misma flexibilidad ni con la misma posibilidad de vibración.
El primer día que me sentí recuperado y la prueba dio negativa fue el anterior a la última fecha en el Liceo y de inmediato me fui a vocalizar para ofrecer la última función. No tuve la sensación más cómoda y tuve que hacer un esfuerzo especial para hacerla bien. Afortunadamente, el rol de Tamino no es tan exigente y salió todo muy bien.
En Barcelona trabajó bajo la dirección de Gustavo Dudamel ¿Cómo fue la experiencia?
Muy buena. Su energía es muy contagiosa en el escenario para con la orquesta, los cantantes y el público. Y eso es algo que siempre se agradece porque generó un ambiente de gran gusto y alegría por hacer música. Es un músico muy dinámico, efervescente en sus tempi. Fue una muy buena experiencia para un nuevo rol.
Su debut en Buenos Aires, en el 2017, dejó una marca indeleble en el público ¿Qué recuerda de esa primera presentación?
Fue maravilloso. El recital en el Teatro Colón lo considero como uno de los mejores 3 conciertos que he podido cantar en mi vida. El público fue muy cálido y acogedor desde que puse un pie en el escenario. Eso me emocionó y motivó. Conforme fue avanzando la velada más entusiasmados estábamos todos, tanto el público como la orquesta y yo mismo. Todos queríamos dar más. Culminar con El día que me quieras, de Carlos Gardel fue un lindo broche de oro para un concierto que el público agradeció muchísimo.
Yo terminé feliz, enamorado del teatro, de su acústica y del público tan agradecido, tan apapachador -como decimos en México. Ha sido una de las noches de ópera más bellas que he podido experimentar en mi carrera.
Cuando soñaba en convertirse en cantante, ¿el Teatro Colón estaba entre sus metas artísticas?
Mi gran objetivo siempre fue el MET de Nueva York, pero dentro del mapa de los grandes teatros de ópera, desde luego que el Colón figuraba como uno de los más importantes del mundo.
Se dice que cuando el Luciano Pavarotti visitó el teatro por primera vez dudó de que su potencia vocal fuera suficiente para llegar a todos los rincones de la sala.
(Se sonríe) El maestro tendría que haber sabido un poco más de la gran ingeniería acústica que tiene. Yo, de antemano, tenía noción de las dimensiones y de que la acústica era maravillosa y me confié de eso.
¿En qué momento decidió dedicarse a la música? ¿El canto fue un descubrimiento?
La música me gustó desde siempre; empecé a cantar de manera amateur cuando tenía alrededor de 14 años en un coro de iglesia. A los 19, cuando decidí estudiar, ya era demasiado “viejo” para dedicarme al piano o la guitarra, que eran mis aspiraciones. La opción que me quedaba dentro del rango de edad era la carrera de Canto.
El deseo de estudiar música siempre estuvo por encima de todo. Me entusiasmó la idea de seguir estudiando idiomas. Para ese entonces hablaba bien inglés y ahora me tocaba estudiar italiano, francés y alemán.
¿Quién fue la primera persona que vio sus condiciones?
Cecilia Perfecto, mi primer maestra, fue quien tuvo la visión de lo que podría llegar a ser como cantante. Confié mucho en sus indicaciones y en todo los conocimientos que pudo compartirme para mis primeros pasos.
¿Qué tuvo que dejar de lado para alcanzar el nivel que hoy deslumbra al público de todo mundo?
Cuando empecé a visualizar una carrera en la ópera, a los 20 años, tuve que apartarme de todo lo que le llama la atención a un joven. Las fiestas, las disco, las desveladas, las salidas de copas. A los 21 dejé la casa de mis padres y empecé a sostenerme como podía.
Trabajé sacando fotocopias, en un cibercafé, después me incorporé a un cuarteto de cuerdas para cantar en misas, también me contrataban para fiestas. A veces no tenía ni un centavo para comer, entonces pedía fiado en una tienda. Lo bueno es que todo lo que pedía siempre lo pagaba. Es cierto que tuve que pedir un pedazo de pan para subsistir. No provengo de una familia acomodada; siempre fuimos de la clase media que se preocupaba por vivir bien, pero nunca holgadamente. Cuando obtuve los primeros contratos profesionales ya podía respirar.

¿Hay músicos en su familia?
No. Yo soy el primero. Pero mis abuelos y tíos me transmitieron sus gustos musicales. Crecí escuchando charleston, foxtrot con mis abuelos. Conocí la música disco, Abba, Bee Gees, Queen con mis tíos. De parte de mi familia materna se preferían los géneros mucho más populares de origen mexicano. Mi mamá escuchaba a Leo Dan y Leonardo Favio. Aparte, yo tenía mi propio universo musical. Fueron muy importantes las canciones de Francisco Gabilondo Soler -conocido como Cri Cri-, que era la versión masculina de María Elena Walsh.
¿Cómo nace su fascinación por la música clásica?
Creo que era algo que ya venía de fábrica porque me gustó desde siempre, incluso sin que me la inculcaran en mi casa. Recuerdo que mi papá había comprado un cassette de los Highlights de Mozart; creo que yo era el único que lo escuchaba. Incluía el inicio de la Pequeña Serenata Nocturna, el Adagio de la Gran Partita, el Concierto para piano No. 1, la parte final de Don Giovanni.
También tuve la fortuna de asistir a los conciertos didácticos que ofrecía la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Me quedó grabada en la memoria la primera vez que fui a escuchar Pedro y el Lobo. Había ido porque el narrador era Rubén Aguirre -más conocido como “El Profesor Jirafales”. Después, las bandas sonoras de Hanz Zimmer y John Williams… Star Wars, Indiana Jones, comedias musicales. Era fantástico escuchar todo eso en vivo. Y todo eso lo había conocido con menos de 10 años.
¿Alguna vez se preguntó de qué iba a vivir siendo artista?
Eso se lo preguntaba mi mamá. Yo no. Tenía la intención de hacer con mi vida lo que me hiciera feliz. Aunque no sabía si iba a tener una gran carrera, ni si iba a pisar escenarios importantes, estaba seguro de que iba a cantar y que me dedicaría a la docencia. Más allá de todo, yo estaba estudiando música que era, en definitiva, lo que quería hacer. Eso era todo lo que me importaba.
Entonces el canto no fue la meta, sino el medio para estudiar música.
Exactamente. Y nunca tuve una ambición inmensa por conseguir algo más. Es curioso porque jamás había sido un estudiante destacado, pero al entrar en la Facultad de Música me convertí en uno de los más aplicados porque estaba haciendo lo que quería. Lo que me deparara el destino no lo tenía contemplado, pero tenía la convicción de que siguiendo por este camino iba a encontrar algo para subsistir. Hay gente que conoce tres acordes en una guitarra y apenas sabe rasguear, que sobrevive cantando por la calle.

Con esa historia como antecedente, ¿cómo recibió la obtención del The Opera Awards en el 2020?
Con gran sorpresa. Fue un reconocimiento a mi trabajo durante el 2019. El premio me llenó de alegría, orgullo y satisfacción porque más allá de los logros, hubo mucho sacrificio y entrega. Había sido un año tremendo para mí porque había cantado prácticamente cada dos días. Éste fue el año en el que hice los bises en el MET de New York y en la Royal Opera House de Londres. Fue una temporada con muy poco descanso.
¿Por qué dice que se siente más libre cuando canta óperas de Donizetti?
Me siento mucho más cómodo cantando la música de Donizetti, incluso más que con Bellini, porque trata especialmente la voz del tenor con más amabilidad y sensibilidad.
¿Sin embargo, no es el compositor que más interpretó?
No. Mi debut en Europa fue en Zúrich con La Italiana en Argel. Y después hice cerca de una decena de títulos de Rossini a pesar de no sentirme un cantante plenamente Rossineano. De hecho, siempre he cantado sus obras con muchísimo estrés porque la coloratura y la virtuosidad que exige me ponen muy nervioso. Después de aquella primera presentación seguí con El Barbero de Sevilla, que junto con La Italiana… son las óperas que más he cantado. Y lo que suele suceder en el ámbito operístico, cuando se logra reconocimiento con ciertos compositores, es encasillar al cantante contratándolo solamente para cantar piezas de esos compositores. Afortunadamente, ése no fue mi caso.
Prueba de ello es el disco que saldrá en el próximo otoño boreal.
Así es. Es un disco que grabé con arias de Donizetti que solamente incluirá tres de óperas conocidas: Roberto Devereux, L’elisir… y Don Pasquale. El resto provienen de obras muy poco conocidas, pero maravillosas para un tenor como Catalina Cornaro, Maria di Rudenz, Betly, Il giovedì grasso, Marino Faliero, etc. Es un álbum muy completo e interesante.
¿Qué sensaciones quiere dejar en el público luego de finalizar sus presentaciones?
Siempre he pensado que la música es la única manifestación que tiene el poder de conmover y tocar fibras sensibles del alma humana. Mi intención, al cantar, es alcanzar ese punto en el corazón de toda la gente que escuche mi propuesta interpretativa. Mi intención es que el público salga del teatro con una sonrisa de satisfacción porque cambió su perspectiva del mundo.
Esta entrevista fue tapa de la Revista Música Clásica 3.0 #33 – Julio
