
Darío Volonté es sobreviviente del hundimiento del ARA General Belgrano, durante la Guerra de Malvinas, cuando tenía tan solo 18 años y aún no soñaba con una carrera como cantante lírico. Eso comenzó mucho tiempo después, a sus 30 años y luego de pasar por varios oficios.
Aquí nos cuenta su acercamiento a la espiritualidad para encontrar respuestas y seguir adelante, sus inicios como cantante, su debut en el Teatro Colón con “Aurora”, los 40 años de Malvinas, su presente, su futuro y mucho más.
Por Maxi Luna.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales? ¿Se escuchaba música en tu casa?
A mi vieja sobre todo le gustaban los vocalistas, la gente que tuviera voces lindas. De chico escuché mucho a Ángel Vargas, a Héctor Mauré, quien me parece un cantante extraordinario, a la altura de Gardel o de cualquiera de los grandes. Escuchaba a Camilo Sesto, a Nino Bravo. También se escuchaba a Los Panchos en mi casa, que tenían unas primeras y segundas voces extraordinarias.
No escuchaba ópera, pero todo lo que escuché era de una calidad vocal extraordinaria y de ahí me quedaron esas ganas de cantar. Ahora me estoy dando el gusto de cantar ese repertorio que escuché de chico: junto con la ópera y las canzonettas canto boleros, música centroamericana, mariachis, todo lo que yo escuché de chico, que mi madre escuchaba y con lo cual me alimenté.
Al mismo tiempo también escuché discos de los Rolling Stones y algunas cosas de Pink Floyd, que para mi época me parecía raro porque era más progresiva, yo era más de Beatles.
Pero evidentemente escuchar la música que escuchaba mi madre hizo que mi predilección por la vocalidad y la belleza vocal fueran una obsesión a seguir, junto con la comunicación y con la palabra. Para mí en el canto, aparte de lo gestual y de la fuerza que pueda transmitir, la palabra es lo más importante.
Sin embargo, vos empezaste a estudiar canto más bien de grande, ¿cuándo decidiste o te diste cuenta de que finalmente lo que querías hacer era cantar?
En el colegio primario ya cantaba entonado y fuerte. Me ponían en las filas de atrás justamente porque cantaba fuerte, aunque cuando querían que se notara me ponían adelante, pero sin nunca tener una conciencia de que alguna vez pudiera cantar profesionalmente.
Recuerdo cuando estaba en la Marina, a los 15 años, y me puse a cantar porque pensaba que estaba solo. Me escuchó un superior y me dijo: “Cántese algo” y me hizo cantar delante de otros compañeros. Yo canté, no me acuerdo qué, pero me dijo: “Ya tiene un recurso por si se llega a dejar la marina”.
Luego, a los 17 años empecé a cantar en el coro de la Iglesia Nueva Apostólica, donde concurría en esos años de búsqueda espiritual. Justamente ahí fue donde empecé a tener conciencia de tener una voz distinta, pero jamás que podía ser una voz lírica o una para cantar ópera. En el coro de la iglesia vieron que tenía una voz fuerte entonces me empezaron a invitar a cantar de solista, pequeñas partes que están dentro de una parte coral.
Después, ahí mismo, conocí a José Crea, gran barítono del Teatro Colón, que fue mi maestro. Él me escucha y, cuando me hace vocalizar, me doy cuenta de que voy a las notas agudas sin tener la más mínima idea de por qué va, sin técnica, sin nada. Entonces me dijo: “Mirá, tenés una voz de tenor pinto y vas a poder hacer repertorio dramático con los años”. Así me da una conciencia más grande de mis capacidades.
Él era un veterano de guerra, igual que yo, nada más que de la Segunda Guerra Mundial. Era un motociclista mensajero que llevaba mensajes de un lado al otro. Justamente él, que había sido un tipo laburante, que había hecho su trabajo y su patrimonio completamente desde abajo, sin ayuda absolutamente de nadie, me decía: “Mirá, hacé de cuenta que tenés un billete de lotería que te puede dar 1, 10 o 100 pesos. Lo fundamental es que podés vivir de esto, que lo hagas bien, que lo hagas con entusiasmo y después el destino dirá adónde te llevará”.
La mentalidad de Crea me envolvió, yo venía también de un ambiente de laburo desde los 8 años. Entonces empecé canto, luego solamente técnica vocal: dónde ubicar la voz, vocalizar, etc. Y lo poco que cantaba lo cantaba en el coro de la iglesia con partes de solista.
Fue mucho más tarde que me empezó a picar el bicho de cantar, a los 30, 31 años. Yo pensaba que a los 40 tenía que tener todo resuelto en mi vida, no sé por qué, pero tenía eso desde chico. De hecho cuando entré a la marina a los 15 años fue porque en esa época eran 25 años de servicio y a los 40 te jubilabas.
Entonces a los 30 me planteé: “Ahora vamos a probar a fondo a ver qué tan bueno puedo ser en esto”. Surgió la oportunidad de conocer a Carlos Gumerotti -el que formó junto a otra gente Ópera de Buenos Aires-, quien se convirtió en mi mecenas, y fue quien me introdujo en el mundo de la ópera. Pero resumiendo fue una cosa de ir tomando conciencia muy de a poco.
¿Qué recuerdos tenés de “Tosca”, tu primera ópera?
La recuerdo con mucho cariño, porque fue la primera prueba de cantar una ópera entera, por más que yo ya venía con la Zarzuela con “Luisa Fernanda” que es una “flor de Zarzuela”, donde tenés que cantar muy bien y tiene un primer acto muy movido, muy fuerte. Pero “Tosca” fue la primera prueba a nivel musical de trabajar con profesionales. Justamente ahí trabajé con Vera Cirkovic, mi compañera a quien conocí en esos años (N. de la E.: Vera Cirkovik, su esposa, es mezzosoprano).
En lo personal también fue importante Carlos Gumerotti, mi mecenas como te contaba antes, quien junto con otro grupo de gente armó el Festival de Ópera de Buenos Aires donde se hizo esa “Tosca” y otros espectáculos más. La dirigió Fernando Álvarez, con el que yo estudiaba repertorio en esos años y que ahora está viviendo en Barcelona. Fue el primer envión para decir: “Bueno, puedo cantar una ópera italiana de envergadura, de repertorio, en un rol principal”.

Cuando escuché las grabaciones me di cuenta de que tenía un capital en mano que tenía que ir usando muy metódicamente. La economía de recursos como me inculcó Crea: “Cantar con los intereses y nunca con el capital”. Siempre cantar pensando los cinco años que siguen, no cantar pensando solamente en esa noche. Entonces, siempre tuve esa sensación de cantar con libertad y ser libre para poder interpretar y cantar los distintos roles.
¿Cómo fue el camino de esos comienzos a tus presentaciones por Europa?
“Tosca” en ese sentido me abrió mucho las puertas, porque después llegó el llamado de Europa, la posibilidad de audicionar y de debutar en teatros italianos. Mi debut en Trieste, en La Scala, en Torre del lago, en el Festival Puccini también fue con “Tosca”. Es una ópera que marcó muchos momentos fundamentales de mi vida.
También lo fue “Il Trovatore”, que fue la última ópera que canté antes de salir a Europa, que justamente me llamaron para probarme en un teatro de Rusia y de Bulgaria. Hice una turné cantando ocho “Trovatore” y cuatro “Un ballo in maschera” de Bellini.
Pero sí, “Tosca” fue desde mis inicios como una ópera señera, digamos que me abrió puertas fundamentales en mi vida artística. Y junto con la zarzuela “Luisa Fernanda” fueron oportunidades que me dieron sin ningún tipo de experiencia. Yo era un tipo que viene de un ambiente de laburo, de cargar bolsas, de cargar pianos, de hacer flete… y de pronto tomarme tres o cuatro días de descanso para salir y cantar. Eran oportunidades que aparecían y que yo voy a agradecer de por vida.
Tu debut en el Colón fue con “Aurora”, una ópera muy poco representada, pero muy simbólica para los argentinos por su famosa “Canción de la bandera” (además realizando el primer y único bis en la noche de gran abono en la historia del Teatro), ¿qué me podés contar de aquella noche?
Son de esas experiencias que no te esperás. Primero porque sale el “bis” de manera impensada, de una manera que ni te lo pensás, después me entero que nunca había pasado eso en la noche de gran abono. Más tarde me entero que fue único en la historia del Teatro Colón y que sigue siendo único en noche de gran abono. Es más, incluso como que no te das cuenta porque uno va momento a momento pensando en qué va cantar, cómo lo va a cantar y bueno se canta el “bis” y repetimos el aria. Recién cuando salgo del escenario me dicen que esto no pasó nunca, llega el director de orquesta y también comenta que no pasó nunca y después me lo confirmaron 20 veces más (risas).
En ese entonces yo no podía manejar mi agenda, había estado 16 meses afuera y solo dos meses acá en pausitas donde me podía escapar, porque al principio tenía que salir a hacerme un lugar, hacerme un currículum. “Aurora” me dio esa pausa de poder ensayar una ópera acá y encima en español, aunque la mayoría de mi gente conocida del ambiente musical me decía: “¿Cómo vas a venir a cantar “Aurora”? Pero al final fue un exitazo.
Todo esto ocurrió también gracias a Pupi Sebastiani, mi representante, que fue quien hizo la conferencia de prensa que se hace siempre en el Teatro. Como las óperas argentinas no atraían a mucha gente, y yo no era conocido, en el comunicado puso: Tenor argentino, veterano de Malvinas, le canta la bandera en el Teatro Colón. Gracias a eso vinieron medios de todas partes. Y antes de cantar la primera nota, en la primera función, ya había hecho más o menos como 75 entrevistas y se fueron sumando más. Muchas no las pude hacer por falta de tiempo, ya que los días de ensayos o conciertos trato de no dar entrevistas y dejar bastante tiempo entre una nota y otra.
Pero esas cosas si las pensás no te salen. Fue así porque se alinean los planetas en determinado momento. Yo siempre creí que mientras más relajado uno haga las cosas, mientras más uno deje al destino, a la esencia, al Zen o al Chan, como le dicen los budistas (cada uno de acuerdo a lo que crea) las cosas mejor salen.
En ese sentido pienso que “Aurora” fue una síntesis que me permitió ser conocido en el país junto con la carrera internacional. “Aurora” fue una génesis de mi laburo e incluso fue tan importante que tuvo repercusión en Europa. Siendo una ópera Argentina que fue récord de ventas.
Todo lo que se generó mientras estaba cantando dio pie a todo lo que hice después acá en Argentina. Cante ópera en La Plata, en los teatros del Interior, en Rosario, en Tucumán, en Córdoba, en Mendoza. Y me dio una posibilidad de hacer algo, que no es nuevo, es algo que ya hacía Caruso y después lo hizo Pavarotti, que es usar lo popular para atraer gente hacia la música académica y justamente popularizar la excelencia de esta música y tratar de hacerla lo mejor posible para que eso llegue al público. Porque estoy convencido que la cultura, la educación y la información son la base para tener un ciudadano competitivo y con la mente bien.
Cambiando de tema, y tocando uno que resulta inevitable abordar, ¿qué sentís cuando se acerca el 2 abril, sobre todo en este año en el que se cumplieron 40 años de la guerra de Malvinas?
Este año, y los últimos años, los veo como una segunda oportunidad a nivel personal, es como un segundo nacimiento. Yo nací el primero de septiembre del 63’, pero el 2 de mayo del 82’ (N. de la E.: fecha de hundimiento del Crucero General Belgrano) tuve un segundo nacimiento, porque tengo posibilidad de contarla. Entonces digo que soy de Virgo y de Tauro al mismo tiempo, tendría que ver la hora en que se hundió el Belgrano para ver qué ascendente tengo exactamente.
Malvinas intensificó mi búsqueda espiritual y me hizo valorar las cosas de una manera diferente. Después del Belgrano lo que me sucedió fue que quiero disfrutar, tanto de esta nota que estamos haciendo ahora, como de cantar en el Teatro Colón, o tomarme un mate en mi casa, sentarme delante de la tele al final de la tarde y mirar el informativo, escuchar un poco de música, prepararme la comida… Quiero tomarme las cosas con tiempo, todo tiene una misma importancia. Y a nivel espiritual me hizo buscar el porqué de las cosas.
Muchos con buena intención me decían: “Gracias a Dios te salvaste” y al mismo tiempo me venía la respuesta automática “Gracias a Dios un montón no se salvaron, gracias a Dios un montón se suicidaron”.
La guerra me hizo intensificar la búsqueda espiritual sobre la existencia del bien y del mal, por qué algunos mueren, otros se salvan y por qué uno puede activar una resiliencia y otros no. Y la espiritualidad a mí me dio muchas explicaciones, muchas respuestas; no todas porque es una especie de búsqueda que nunca se termina. O que se termina en el momento en que uno ve con claridad ciertas cosas… yo veo muchas con claridad, pero otras no tanto, y la búsqueda se intensificó justamente a través de la guerra.

¿Y como sociedad?
Los últimos años me hicieron ver que siempre tuvimos un enemigo adentro, un enemigo con la dictadura, con el terrorismo, con los ingleses. Creo que como sociedad vemos las cosas blanco-negro: peronistas-antiperonistas, conservadores-radicales y tantas más. Otras sociedades tienen esas diferencias, pero logran hacer un proceso social para que eso se piense en un sentido de nación. A nosotros nos falta eso y pienso que, en estos 40 años, la gran oportunidad es semántica-dialéctica de empezar a nombrar las cosas en unión nacional. Pero la unión tiene que venir de adentro, no ver al otro como un enemigo, como un adversario. Acá en política se ve mucho al otro como un enemigo.
Entonces, para mí los 40 años de Malvinas pueden hacer que primero sanemos todos los enemigos que tenemos adentro, para que de afuera no aparezcan más enemigos y empecemos a pensar dialécticamente en la Madre Patria Argentina, porque madre es la matriz donde nos tocó nacer y donde desarrollamos nuestra actividad. Y a las Malvinas no nombrarlas como las Islas, sino como provincia de Malvinas. Empezar a tener conciencia de que es una provincia que está ocupada hace muchos años, que mucha gente colaboró y armó esa guerra con los ingleses justamente porque estaban esos enemigos adentro.
La guerra no terminó, se perdió una batalla, sigue ahora por otros medios y para mí los medios son que la Argentina se empiece a pensar en la Madre Patria Argentina, lograr un país mejor, una sociedad mejor, que seamos más amigables, que pensemos al otro como un amigo, no como alguien que nos va a joder. Siguiendo con la dialéctica: ser un compañero, ver al otro como un compañero o una compañera, con la que se comparte el pan, un compatriota con el que se comparte la patria, ver al otro como un semejante, tratar de unirnos.
Nosotros como sociedad hemos materializado muchos enemigos, puede ser que haya llegado el momento de que empecemos a materializar amigos, compañeros y compatriotas. Si logramos eso, así como somos potencia en los satélites, como empezamos a ser potencia en la industria del conocimiento, en la industria de la informática, podemos ser potencia en todos los sentidos.
Y si nos transformamos en una gran nación, como digo siempre metafóricamente hablando, las Malvinas van a venir en bandeja, así como Hong Kong volvió a China porque convenía estar bien con China; o el Canal de Panamá volvió a Panamá porque convenía estar bien en Panamá. Pensarla como una provincia, una provincia a la cual no entro porque tengo que mostrar un pasaporte en lugar de una cédula de identidad. No es una crítica para todos los veteranos que han vuelto a Malvinas, ni para sus parientes, ni sus familias, ni para todos los que están allí, porque también los que están allí, los muertos, son una presencia de territorialidad y de soberanía que tenemos que cuidar. Pero pensándola como una provincia puede ser que nos dejemos de divisiones.
¿Sentís de alguna manera que habías sobrevivido para cumplir una misión, un objetivo o creés que fue simplemente suerte?
Yo entré a los 15 años a la Marina, hice la Escuela de Mecánica de la Armada, soy suboficial maquinista, entre todos los oficios que tengo es el único que no ejercí después de la guerra, porque me dediqué a otra cosa. Aparte si me dedicaba a navegar no podía estudiar canto, entonces se dificultaba mucho. Pero no sentí que me tocó una misión, por eso no creo tanto en el mérito, sí creo en el esfuerzo, en el estudio, en la repetición, en la consecuencia de las cosas, sobre todo en el ambiente de la música que lleva tanta práctica y tanto ejercicio. Se me viene a la mente una frase de Pavarotti que dice: “Desde que empecé a cantar, no estuve un solo día de mi vida sin pensar cómo cantar lo que tenía que cantar”. Siendo que era un eximio cantante igual siempre estaba pensando en cómo mejorar, en cómo cantar cómodo y cómo ser expresivo.
Yo ni siquiera era del Crucero General Belgrano, yo era de la Fragata Libertad y me mandaron al Belgrano y pasó todo lo que pasó. Mi humilde misión era ser personal de cuadro militar de Suboficiales de la caldera, atender la caldera del barco. Ese fue mi puesto de combate y fue mi puesto de abandono y donde tuve que sobrevivir y tratar de rescatar a otros compañeros.
Yo creo en el esfuerzo, creo en la práctica, pero en esta cuestión de la guerra es una cuestión del destino y fue lo que me hizo buscar tanto la espiritualidad. Entonces, cuando uno profundiza y se pregunta sin ningún tipo de piedad, pude (desde el orientalismo, desde el budismo, desde el taoísmo, que fueron las vertientes que a mí me abrieron mucho la cabeza) entender en algunas partes porqué pasa lo que pasa, sobre todo las guerras, una de las situaciones tal vez más crueles y más violentas que existen. Acercándose esta fecha de los 40 años de Malvinas circuló un dicho de Mafalda que decía: “Las guerras las prepara la gente que normalmente no va a la guerra, si fueran a la guerra seguramente habría más paz”.
Yo pienso que la vida es una sucesión de acontecimientos y que hacemos lo mejor que podemos y que todo es parte de este juego universal que se llama vida.
En tu web decís que para vos lo importante es: «NO OLVIDAR JAMAS QUE LA VIDA ES UNA ILUSION…» ¿a qué te referis exactamente con esto?
Hay creencias que dicen que la única forma de crear es sin usar ningún tipo de material, sin usar ningún tipo de sustancia, ni nada, es a través de la mente. La mente es lo más útil y desde la mente nace el espíritu, nacen las palabras, nacen las acciones, nacen las energías, las emociones. Y “no olvidar jamás que la vida es una ilusión” es como decir juguemos un juego. Hagámoslo lo mejor que podemos, pero sin olvidar jamás que la vida es una ilusión, que es polvo de estrellas. Darse cuenta de que estamos jugando con cosas que son efímeras. Pueden dar placer, pueden dar dolor, pero esa frase para mí es no olvidar jamás eso, y eso le quita seriedad a la vida. Yo pienso que las cosas con felicidad, con libertad, con alegría, se logran mucho más fácilmente y se logran grandes cosas, como decía Jauretche.
Algunos míticos dicen: “Usar al cuerpo como quien usa la ropa”. En este momento soy cantante, cuando termino la comunicación con vos sigo siendo la nada misma, cuando me encuentro con mi hija soy un padre, cuando me encuentro con mi pareja soy un esposo, un compañero, cuando me encuentro en mi auto soy un chofer, y así. Son ilusiones que uno se pone y se saca.
Pienso que el laburo de la espiritualidad es no creerse el personaje y vivir lo mejor que se pueda, genuinamente, que sería la mejor manera de honrar la vida.
A nivel artístico has logrado un montón de cosas. Has cantado en teatros importantísimos de Europa, de Argentina. Tuviste la oportunidad de cantar bajo la batuta de Riccardo Mutti, Zubin Mehta, entre otros; y has compartido escenario con grandes artistas, ¿qué sentís qué te falta por hacer a nivel artístico?
Que me quede pendiente nada, y en el fondo nunca nada me quedó pendiente. Porque volviendo a lo anterior, todo lo que vino en mi vida, desde el momento en que empecé a cantar profesionalmente, es de regalo.
Todo lo que yo tenía como objetivo humano lo hice y como objetivo artístico todo lo que tenía para hacer, también lo hice. Lo que sigo teniendo como objetivo es lograr cantar cada vez mejor, casi te diría a nivel vocal técnico con otros repertorios con los que me estoy metiendo y me gustan, como boleros, tangos, mariachis, música centroamericana, valses peruanos.
Siempre tuve una envidia sana a gente como Jorge Cafrune, Yupanqui, José Larralde, que con una guitarra y un micrófono se sientan y hacen un espectáculo de dos horas. Eso me parece milagroso. Lo mismo que cualquier persona que, de donde no hay nada, crea algo. Eso tiene mucha relación con Dios, con la creación, crear, creer. Sentir con el corazón.
Yo no tengo talento para tocar ningún instrumento, todo el talento lo tengo en la voz. Entonces se me ocurrió comprar mis equipos de sonido y empezar a hacer las temporadas en Cariló con Vera donde cantamos a la gorra en la plaza. Al mismo tiempo sigo haciendo música académica.
Como objetivo para cantar no tengo ninguno, en el sentido de cosas pendientes. Además porque nunca soñé todo esto, lo único que quiero es seguir cantando cada vez mejor, y creo que lo estoy logrando. Eso es lo que me mueve en los últimos años.
Cada vez que salgo a cantar, aunque sea solo dos temas, pienso que estoy en un mundial, como si me estuviera escuchando el mejor director de orquesta del mundo. Pienso que hasta la última persona que me está escuchando después va a escuchar ópera gracias a mí, o va a escuchar violín gracias al violinista que tocó bien, o al pianista que tocó bien. Es lo que pienso que mantiene el vigor, la fuerza, el entusiasmo y la alegría de hacer bien las cosas, así como también lo es agradecer al talento que uno ha recibido, multiplicarlo y difundirlo con la gente.
Por eso la idea de girar en motorhome, para ir a todas partes con mis equipos haciendo todo este repertorio en lugares donde no hay tanta actividad cultural y tal vez en pueblos con muy pocos habitantes. Simplemente se necesita que haya algún lugar donde poner sillas y poner equipos. Eso me da mucho placer. Por supuesto quiero seguir con la música académica, buscando cantar cada vez mejor, con más empeño y con más belleza vocal, y lograr todo lo que pueda dentro de mis posibilidades.
Esta entrevista fue parte de la revista Música Clásica 3.0 #33 – Abril 2022.
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