Entrevista a Cecilia Pillado: “La fuerza de la música es única”

Entrevista a Cecilia Pillado: “La fuerza de la música es única”

Nacida en Mendoza pero instalada en Berlín desde hace años, Cecilia Pillado es mucho más que una pianista. Es actriz y dueña del sello discográfico “Tango Malambo” con el cual se dedica, sobre todo, a difundir la música argentina en Europa.

En esta ocasión presenta una creación audiovisual realizada íntegramente por ella. Allí une sus variadas actividades artísticas a través de un arreglo propio para piano del Ave María (Bach-Gounod), en homenaje a las víctimas de la pandemia y la guerra.

 

Por Maxi Luna

 

¿Cómo fueron tus inicios en la música?

Posteriores a los de actriz… Decía mi mamá que yo, con solo un año, recitaba -con monosílabas- un versito parada sobre una mesa y me encantaba como me festejaban. Después, ya con 6 años, recibí clases de piano, con María Clara (Poupée) Salomón, la hija de quien posteriormente sería mi profesor de piano en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, el gran Maestro Juan Salomón, también de origen italiano y muy amigo de Scaramuzza y de Amicarelli. 

Su esposa, Pura Vittori de Salomón, nos daba a todos los alumnos juntos “Teoría y solfeo”, quien nos invitaba a veces a almorzar y probar sus exquisiteces. ¡No me olvido de sus calamares rellenos! Aparte su casa estaba a tres cuadras de la mía. Era una familia muy musical y para mí como mi segunda familia. Otra hija, Beatriz Cecilia Salomón fue integrante de la Orquesta Estable del Colón y otro hijo Luis Salomón, es director de orquesta en Roma y sigue siendo muy amigo mío. 

A los 12 años entré al Ciclo Preparatorio de Música de la UNCuyo y luego a la carrera universitaria, hasta que Salomón falleció. Para mi examen final él ya no estaba. Me preparé con el Maestro Alberto Vázquez, rendí, tomé una clase con Carmen Scalccione en Buenos Aires, otra con Elsa Púpulo, toqué el Concierto N° 3 para el Maestro Calderón en un piano vertical de un camarín del Colón y chau, me fuí a lo que era WEST-Berlín.

¿Y lograste tocar en el escenario del Colón?

Sí pero no con él y en otros momentos. Toqué como solista de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Colón en 1987 (N° 2 de Liszt) dirigida por Simón Blech y en 1997 (N° 2 de Mendelssohn) dirigida por Miguel Ángel Gómez Martínez. Gracias también a un muy buen representante, Alejandro Szterenfeld, que me dejó un gran vacío humano y profesional después de fallecer.

Mendoza exportó muchos talentos ¿no es así? 

¡Sí! Muchísimos compañeros de estudio se fueron en esos años, no solo yo. La época cuando yo fui alumna de la UNCuyo fue una gran época y dio artistas excelentes. Yo me sentaba al lado de Jorge de la Vega, Pablo Saraví (Concertino OFBA), Rubén Albornoz (Oboe Orq.Estable), Patricia DaDalt (Flauta OSNac.), Viviana Lazzarín (Pianista), Graciela Musri (Musicóloga UNSJuan), entre otros. Son colegas que dejaron Mendoza con mi misma formación y se destacaron. Había conciertos sinfónicos todos los viernes en el Teatro Independencia, había cursos internacionales del Goethe, existía la Asociación Filarmónica de Mendoza, el Mozarteum, el Auditorio Galli, el Grupo de Teatro Goethe, etc. Digamos la “Belle Epoque” mendocina.

¿Qué enseñanzas te dejaron tus maestros?

Sobre todo el amor a la música. Y el respeto. Me hicieron ver que por más que nosotros, los intérpretes, somos los transmisores de ella, la música (y el compositor) son más importantes y nosotros tenemos que estar al servicio de ella. Por eso me gusta componer. Además me inculcaron mucha confianza en mí misma porque creían en mis condiciones y me lo decían. 

A nivel técnico, obviamente Salomón tenía los mismos principios que los de la escuela de Scaramuzza, que es el “Leitmotiv” que une a muchos pianistas argentinos. Tener esa base sólida que luego enriquecí con diferentes técnicas y recursos fue muy importante. 

¿Cómo surge la posibilidad de estudiar en Europa y establecerte en Berlín?

Resulta que en esa época aún había una sede del Goethe Institut en Mendoza. Tal instituto traía profesores de universidades alemanas de renombre y daban cursos de perfeccionamiento pianístico en los cuales yo participaba. Después de las clases le decían a Salomón que yo debería ir a estudiar a Alemania, que ellos me darían un lugar en su clase. Bueno lo repitieron tanto que terminé yendo. 

Estuvieron dando clases magistrales por Mendoza, entre otros, Kurt Bauer (Hannover), Walter Blankenheim (Saarbrücken) Klaus Schilde (Berlín). También Ralph Votapek, que era estadounidense y me quería de alumna, pero ir a USA ya significaba más gasto…. Igual los obvié a todos y me fuí a Hannover donde estaba el gran maestro Hans Leygraf a quien me dí el lujo de abandonar para irme a Berlín, pero por razones económicas, porque podía enseñar en la Musikschule de Charlottenburg y con eso financiar mis estudios. 

Luego recibí una beca de la Friedrich-Naumann-Stiftung pero no volví a Hannover.

Además anduve por toda Europa tomando clases con grandes maestros como Pierre Sancan (París), György Sebök (Suiza, Alemania), Maria Curcio (Londres), Maria Tipo (Firenze), Paul Badura-Skoda (Viena), Aldo Ciccolini (París), Leon Fleisher (Salzburgo) y también estuve con Alfons Kontarsky como alumna regular del Mozarteum de Salzburgo. Les estoy muy agradecida a todos. Y además a mis profesores regulares, Laszlo Simon y Georg Sava de la Universidad de Berlín. Tomé de cada uno lo que me enriqueciera y deseché lo que no me hacía falta, ¡y acá tenemos el cóctel!

Todo ese perfeccionamiento del sonido y el saber elegir recursos de acuerdo al estilo clásico, romántico o contemporáneo me abrió otro mundo. Tener la base italiana, pero la formación severa vienesa-alemana para la interpretación de los clásicos “plus” (Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms) fue muy importante. He escuchado versiones argentinas de Beethoven estilísticamente algo discutibles.

También tuviste contacto con grandes artistas cómo Friedrich Gulda y Celibidache. Leí en una nota que Gulda te indujo a “componer e influyó en tu estilo- ya que algunas de tus composiciones incorporan elementos jazzísticos”, ¿qué me podés contar acerca de esto?

Sí, claro, hubo influencias profundas que me marcaron como Gulda o Celibidache. De Friedrich Gulda lo que me impactó fue su personalidad y su absoluto convencimiento sobre lo que hacía. Tengo el recuerdo de un concierto en el que ejecutó su «Concert for Myself», para piano y orquesta con la Orquesta Filarmónica de Berlín y además otras obras de jazz. Me quedé fascinada y fui al camarín a saludarlo y conversar. Fue muy simpático. Me dijo que probara componer lo que me saliera sin hacer compromisos. Yo también había incursionado en el jazz y bueno así nació mi Op.1 “Malambo percu-piano”. Él fue quien me indujo a componer e influyó en mi estilo. Nunca lo olvidaré.

De Celibidache tomaste la filosofía fenomenológica, ¿cómo funciona en la música?

Bueno para responder esta pregunta tenemos que entrar en la Filosofía y sus protagonistas y nos encontraremos, obviando el hecho de que el origen del término es griego, con los pensadores -cómo no iba a ser de otra manera- ¡alemanes!: Lambert, Kant, Hegel, Brentano, Husserl, etc. 

Pero es mejor no entrar en detalles y resumir con la definición estándar como “Escuela filosófica que por el análisis de los fenómenos observables da una explicación del ser y de la consciencia”. Y al revés: “Conjunto de manifestaciones o fenómenos que caracterizan un proceso u otra cosa; la fenomenología del absurdo; la de una enfermedad; la fenomenología de la música”. Y con ésto último llegamos a mi Maestro Sergiu Celibidache, el gran Director de Orquesta de la Filarmónica de Munich, quien nunca superó la frustración de no haber sido nombrado sucesor de Furtwängler con los Berliner Philharmoniker (“Phyllis”), después de haber sido su asistente durante muchos años. Como sabemos, fue Herbert von Karajan el que tuvo esa suerte, y para rimar, hasta su propia muerte. 

Puedo decir que haber vivido y escuchado en vivo y durante tantos años las temporadas de los “Phyllis”, la era Karajan y la era Abbado, me marcó como música para toda la vida. Leon Spierer, violinista argentino-alemán que era el concertino fue el que me introdujo en ése mundo. Gracias a él podía ir a los ensayos y conciertos gratis, pasear por la cantina de la Philharmonie como si fuera mi casa y estudiar en los salones.

Así conocí a Martha y Daniel (N. de la E.: Argerich y Barenboim), Abbado y muchos otros. También hice música de cámara con integrantes de esa orquesta. El sonido de esa orquesta lo tengo grabado en mi mente. Las obras sinfónicas de Richard Strauss, las sinfonías de Mahler o el Requiem de Verdi, inolvidables.

Y volviendo a la fenomenología de la música, Celibidache se ocupó toda su vida de investigar la influencia del fenómeno “Música” en nuestra conciencia. Una enseñanza que transmitió en los cursos que daba, a los cuales yo asistí por consejo de Daniel Baremboim. Celibidache además mezclaba su enfoque fenomenológico con elementos del Budismo tanto Zen como Hinduísta.

Fuiste de las primeras músicas “académicas” en difundir la obra de Piazzolla, a quien además tuviste la oportunidad de conocer, ¿qué nos podés contar acerca de esto?

Estoy tan feliz de haber podido conocer a tantos grandes de la cultura argentina en Berlín. 

Ástor había venido con su quinteto a un festival de Jazz de Berlín, “Horizonte” y yo andaba con mis amigos estudiantes por todos lados y allí fuimos. Actuaba con su quinteto de aquel tiempo: Fernando Suárez Paz (violín), Pablo Ziegler (piano), Oscar López Ruiz (guitarra eléctrica), Héctor Console (contrabajo) quienes después del concierto nos invitaron al foyer del hotel para seguirla con charla y tragos. ¡Seguimos hasta las 4 de la mañana! Piazzolla tomaba un montón de whisky, pero siempre estaba sobrio. Me mostró sus manuscritos y cuando no había nada en la partitura me decía: “Ves, aquí los dejo improvisar, ¡pero si lo hacen muy largo los corto!”

De esa noche me quedó una linda foto. Ástor era de un carisma magnético y personalidad fascinante. Y como músico, un apasionado. Cuando él cerraba los ojos e improvisaba, ahí se transformaba y el alma del bandoneón hablaba. El instrumento era parte de su cuerpo y de su alma. Tocaba escalas para arriba y abajo y se quedaba en momentos en suspenso, transportado a otro lado. Esas improvisaciones quedaron grabadas en mi memoria y me inspiraron para hacer lo mismo en el medio de sus temas. En “Adiós Nonino” o “Balada para un loco” tengo momentos “improvisados compuestos”. Además arreglé como 15 temas de él para piano.

¿Cómo surge tu sello “Tango Malambo”?

En los años 1994/95 produje yo misma mi primer CD al que titulé justamente “Tango Malambo-Argentine Piano Music” con obras de Ramírez, Ginastera, Piazzolla, Guastavino y una mía. No había nada parecido hasta ése momento. 

Me fue muy bien, me acuerdo que en Tailandia vendí un montón de CDs. Apareció luego “Berlin Classics”, un sello discográfico “major” como se los llama en el ambiente y quiso mis grabaciones así que se las licencié por 10 años, ellos publicaron dos discos “Tango Malambo y Cuántas Estrellas – Argentinisches Klaviermusik I y II” y también me fue muy bien. Seguí produciendo (siempre me fascinó lo de grabar en estudios, al contrario de Celibidache) y apenas salió mi disco de tangos arreglados, “Cexilia’s Tangos” (la x no es error, es un chiste) apareció Sony Classical y quiso el álbum. Lo publicaron ellos y me fue muy bien de nuevo, pero hubo líos y más líos con los derechos. El Maestro Salgán dijo “ésta chica dignifica al Tango”, un gran halago.

Entonces decidí en 2013 fundar mi propio sello, que lleva el nombre de mi primera creación, y publicar lo que quiero para mí y para otros artistas. El crecimiento es paulatino. Ahora estoy ampliando en producción audiovisual para seguir integrando los ámbitos artísticos, música, actuación, composición e imágenes y trabajar en proyectos interdisciplinarios. Hacer videos es como realizar cortometrajes, mientras no sean meramente “performing videos”, sino cuando hay un concepto de “storytelling”. El sello consiguió distribución internacional para videos de música, así que artistas con videos que quieran más alcance que un mero canal de YouTube… acá estamos. 

Contanos acerca de tu faceta como actriz…

Aaah, ¡ese es mi parque de diversiones! El mundo de las producciones audiovisuales, sea TV o Film me fascina y me saca del mundo de la música, donde profesionalmente todo cuesta más. Quiero decir, no es que sea fácil hacer carrera de actriz en Alemania, pero nunca tenés que estar tantas horas practicando como lo tenemos que hacer las pianistas. Y solas. Y después más solas arriba del escenario en un recital. Hasta Martha Argerich sufrió con eso.

Hacer un film es un trabajo de equipo. Tipo concierto piano y orquesta. Y ahí me divierto mucho, primero porque es un mundo muy irreal (imaginate cuando hago film de horror) y segundo porque me divierto con los colegas. Una familia más. En el teatro también es así. Y ahí viene de nuevo el Goethe Institut. De adolescente yo formaba parte del grupo que financiaba ese instituto y que dirigía la gran actriz mendocina Gladys Ravalle. Ella me dio la base de actuación teatral. En 1998 me fuí tres años a Hollywood y me perfeccioné en Film & TV. Y después comenzó mi segunda carrera de actriz en Alemania. Bastante tarde diría yo. Diría que soy la única actriz que sabe tocar tan bien el piano, jaaa.

¿Cómo se llevan y combinan la actuación y la música?

Hasta ahora yo misma me ocupé de tener bien separadas las dos actividades. Hay colegas actrices que ni saben que soy pianista y viceversa. En Argentina me conocen como pianista. Y todavía en la página web las tengo separadas a las dos profesiones. ¡Pero a nivel de tiempo me lo comen todo! Si no es una cosa, es la otra. Siempre hay que estar preparando, gestionando, aprendiendo lo que sea, partitura, guión, conciertos, festivales, castings, doblaje, buscando funding para films, etc.

¿Qué te movilizó a realizar el arreglo y filmación del Ave Maria

Todo se inicia con ese deseo de integrar la pianista y la actriz que comenzó cuando en 2019 lancé HOLLYWOOD, mi disco de música de films. Ese programa era para tocarlo en una serie de conciertos en Dubai y tenía además arreglos de “pop” y “clásica liviana” donde estaba el arreglo del Ave Maria digamos de… Bach/Gounod/Pillado. Además habíamos hecho una filmación a cargo de la directora/actriz Sonja Ortiz y el camarógrafo Rafael Meléndez en la Casa Steinway de Berlín, caracterizando cada uno de los temas con roles, con vestuario, luz, accesorios, etc. Para tener un video por cada tema porque fueron eventos tipo concierto-audiovisual. Gustó mucho pero después de Dubai me di cuenta que ese Ave Maria no quedaba bien en el programa y tenía que tener otro contexto.

Ya sabemos lo qué sucedió luego en 2020 y 2021 mundialmente. A falta de conciertos en público, había que hacer otra cosa. Me impresionaba mucho cómo moría gente en el mundo por el virus hasta el punto de no poder tocar piano durante más de un año. Nunca pensé que esta situación de enfermedad y muerte mundial me afectaría tanto artísticamente. Pero la creación audiovisual me conectó con otro mundo creativo. Realicé una serie documental “Homenaje a Beethoven de Berlín a Mendoza” de 90 minutos y el video musical en base a mi composición “Variaciones Amazónicas” de 14 minutos, y ahora el video musical “Cecilia’s Piano Ave Maria”, que como los anteriores está totalmente ideado, creado, editado y sonorizado por mí (fuera de trabajos de filmación con cámara y dirección externas que nombré). 

Es una creación audiovisual realizada íntegramente por mí donde se reúnen el trabajo musical de arregladora e intérprete, la creación de un personaje ficticio que transmite el carácter místico del tema y por último la creación de una estética con imágenes que además transportan el mensaje de dolor traumático al que estuvo sometido el mundo en el último tiempo –ya sea por pandemia o por guerra– pero también de esperanza en un futuro mejor. El centro es el video, pero claro que el single sale para la gente que quiera escuchar la música, pero el disco no es lo principal del proyecto. Con esto mis variadas actividades artísticas se van unificando y no quedan separadas como hace años.

¿Qué buscas transmitir?

Yo no puedo decirle a Dios que mejore el mundo, sólo puedo dejar un mensaje que además de artístico sea espiritual y colectivo, que vaya más allá de cualquier religión, y que quizás pueda dar consuelo a la gente que haya perdido familiares en pandemia o en la guerra. Que genere esperanza o alivio en general. Podría ser una plegaria a la Virgen, al cielo, al universo, sin necesariamente tener que ser algo religioso, para unos sí, para otros un tipo de meditación, ya que la parte “Bach” -el acompañamiento- es como un mantra que se repite continuamente, o sino, algo así como el mensaje de “Imagine” de John Lennon.

¿Creés que el arte y la música en particular pueden traer algo de alivio y esperanza en estos momentos del mundo de pandemias y guerras?

Sí. La música en primer lugar. Y ahí volvemos a la fenomenología y su efecto en nuestra consciencia. La fuerza de la música es única. No lleva sólo todo el inconsciente colectivo en las obras sino también todo el mundo emocional humano. En éste momento es mejor escuchar un Adagio de Mahler que el Allegro Barbaro de Bartok, sólo para dar dos arquetipos. Hay muchas obras que dan consuelo, esperanza y paz.

¿Qué otros proyectos tenés a mediano y largo plazo? 

Bueno, es mejor no contar mucho de los planes en este mundo tan cambiante. Lo que sí, en la Embajada Argentina de Berlín se mostrarán mis tres filmes (Beethoven, Amazonas, Ave María), tocaré 2 conciertos a beneficio de Ucrania pronto, hay un nuevo álbum y una peli. Quiero además conectarme con todo el mundo y realizar proyectos y más proyectos. Y volver a Argentina, si Dios quiere se dice, ¿no?


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