
El segundo disco del ensamble vocal de solistas Nonsense, Entrelíneas, viene a consolidar el terreno de acción que más le interesa a este octeto argentino, cuyo trabajo iniciado en 2009 mantiene desde el inicio un alto nivel de interpretación y calidad técnica.
Con una ya holgada trayectoria en el abordaje de repertorio canónico, en un arco que va desde los madrigales de Ligeti que le prestan el nombre al grupo hasta Music for 18 musicians recientemente interpretada en el Colón, los Nonsense han hecho también un hondo recorrido por la creación local. Me interesa que nos detengamos un momento en esto para sopesar su importancia. Un grupo de élite en el ámbito local, intérprete de óperas argentinas en el extranjero, opción segura y única para los organizadores de grandes conciertos como el de Steve Reich, elige al mismo tiempo estrenar obras, encargar, llamar una y otra vez a concursos, colaborar con compositores consagrados o jóvenes.
Como si la pulsión vital, la sangre de un proyecto musical, estuviera dada por esa ubicación en tiempo y espacio, presente y local.
Entrelíneas presenta la rara oportunidad de tener un disco con obras argentinas nuevas, nuevísimas. Los cultos latiniparlos, de Marcos Franciosi, Alta Gracia de Cecilia Pereyra, Todo muda de Juan Ortiz de Zárate y La interpretación de los documentos. La naturaleza del papel de Lucas Luján. Obras escritas especialmente para ellos, o ganadoras del concurso que motorizaron en 2013, en el caso de Ortiz de Zárate. El disco se completa con Mad Regales de Elliot Carter, una de las últimas obras del compositor centenario.
Acostumbrado al asecho de la fugacidad, el ámbito de la composición local tiende a contentarse con un estreno, a lo sumo una segunda ejecución. El panorama mejora en varios casos, si la obra y los intérpretes forjan un lazo afectivo que logre superar los obstáculos de agenda, la demanda de renovación de repertorio y la polimórfica vida profesional de quienes le ponen el hombro a un género que no se come en el plato del mercado. Sobre esta base, poder atesorar un fragmento del panorama compositivo actual se vuelve un privilegio; que esta posibilidad nazca de la autogestión, absolutamente a pulmón, como en el caso de los Nonsense, ya lo torna un caso admirable, al punto de interpelar(nos) a los aficionados a estar muy cerca de ellos y su apuesta por creer en el valor de su trabajo y la fuerza motriz de la música.
Las obras trazan un recorrido hermoso por la cornisa desde la cual el lenguaje se precipita sobre la música, o al revés. Franciosi construye en Los cultos latiniparlos una suerte de oratorio alrededor de textos que buscan ordenar la gramática castellana, fundidos con series de palabras que se encadenan tímbricamente, alentando esa escucha casi imposible (pero que se intuye) de la lengua madre despojada de sentido. Zárate deconstruye una copla popular, los versos se cristalizan, los sonidos se reflejan y refractan. La obra de Luján es “la reconstrucción de otra obra que aún no fue escrita”, un punto de partida que habilita un juego abierto donde el discurso se quiebra y la voz aparece como gesto, como intención (intensión) expresiva. Cecilia Pereyra piensa su obra como sílabas inconexas, plagadas de significaciones sugeridas pero ausentes, en donde el texto “no hace más que perseguirse a sí mismo”.
A excepción de Carter, las obras están todas en castellano, o rondándolo, como en Alta Gracia. Recordé un fragmento de una novela, Tigre lunar, de Penelope Lively: “Pero si existe la palabra dragón tiene que haber habido dragones”. Ése es el poder del lenguaje, de la significación: “dar forma a los sueños –continúa–, permanencia a las chispas de luz”. Ése es el poder que la música desarticula, ablanda, moja. Tratado con música, el texto se ve obligado a mostrarnos su cuerpo, a desnudarse aunque no lo sepa, como el cuento de los trajes del emperador.
La música como ropa del lenguaje, que lo desnuda al vestirlo.
El disco de Nonsense logra todas estas cosas y es además una experiencia musical fantástica. Puede conseguirse en varias disquerías, (consultar en su web) y conviene seguirlos de cerca. Siempre están tramando dos o tres cosas al mismo tiempo, todas únicas, todas un lujo.
Por Sebastián Pozzi-Azzaro