Energía y delicadeza en manos de un gran pianista. Alessio Bax en la temporada del Mozarteum.

Imagen de Energía y delicadeza en manos de un gran pianista.  Alessio Bax en la temporada del Mozarteum.

Teatro Colón, segundo ciclo, martes 06/10/2015.

 

Conocimos a Alessio Bax en el 2013, cuando sentado en el Steinway del Colón dejó una excelente impresión como acompañante del gran violinista Joshua Bell, con quien se presenta frecuentemente. También había sido en el ciclo del Mozarteum, y se lució en un programa complejo. En los recitales de este año confirmó tener mucha autoridad y jerarquía como solista.

 

A pesar de ser un concertista con amplia actividad como solista para obras orquestales o en recitales, tal vez Bax no sea de los nombres más faranduleros y expuestos del mundo pianístico actual, pero sin duda es de primerísimo nivel.

En dos conciertos para el Mozarteum Argentino ofreció un programa idéntico con obras centrales bastante conocidas, aunque no gastadas, pero sin duda en atractivas versiones. El concierto empezó con la Sonata para piano No.14 de Beethoven, la tradicional Claro de luna. Su Adagio sostenuto inicial (el primer movimiento), tenía una impronta muy sosegada, pero genuinamente paciente. A partir del Allegretto ya empezó a verse una vitalidad que después se haría contundente en un impactante Presto agitato, lleno de energía, autoridad, pero al mismo tiempo, limpio, pulcro, sin desbocamiento.

Confirmó varias de estas condiciones en el arreglo de Rachmaninoff para piano solo del Hopak de La feria de Sorochinsky, y en dos de las sonatas del mismo Rachmaninoff, obras que ya de por sí compusieron un material variado. La primera con tempi rápidos y exigentes, muchos cruces de manos, para luego pasar a un lirismo altamente expresivo como el Preludio op.32 No. 5, y terminar con la amplitud temática y de recursos del más conocido op.23 No.5. Siguieron las poco habituales transcripciones (también de Rachmaninoff) del Libesleid y el Liebesfreud de Fritz Kreisler, dos obras más escuchadas en su original con violín, que son muy distintas sin el fraseo de la primera voz del instrumento de cuerdas. Bax en todas estas piezas mostró un amplio abanico expresivo con gran prolijidad técnica, a pesar de las distintas demandas y el carácter de cada obra.

La segunda parte fue la versión original para piano de Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky. Privada de cierta sofisticación que le introdujo la orquestación posterior de Ravel (la más difundida y lograda de las muchas que tuvo esta obra), la versión de piano solo, y en particular la que aparentemente ejecutó Bax, una recientemente revisada que está basada en el manuscrito del autor, es mucho más vehemente en algunas cosas. Recientemente la grabó en un disco aparecido en el sello Signum Records, y muestra que esta es una obra que el pianista viene trabajando en profundidad. Los colores, la inspiración pictórica de cada uno de los números y el repetido tema variado de la Promenade, sonaron con una vastedad y personalidad individual notables. Las provocativas apoyaturas o fraseos apretados e incisivos propuestos por Mussorgsky en números como El viejo castillo o Bydlo suenan casi expresionistas en el piano de Bax, siendo que la orquestación de Ravel modera profundamente su impacto y circunstancial aridez al oído. Esta gran construcción programática, que desde la escritura musical y las acotaciones lleva a la generación de climas expresivos y casi a estilos interpretativos contrastantes para cada número de la suite, tuvo en la traducción de Bax una amplia exposición de recursos pianísticos, todos apropiados para cada uno de los momentos, con autoridad, vehemencia, decisión, pero simultáneamente sin prepotencia.

Completó el concierto con el Preludio Op.9 No.1 de Scriabin (para la mano izquierda), muy expresiva y delicadamente tocado, y con una personal versión de la Danza Húngara No.5 de Brahms.

El público respondió efusivamente a un recital que en lo global fue variado, fuertemente atractivo, y que confirmó la calidad interpretativa y técnica de este muy buen pianista, una hoy rara combinación de expresividad y limpieza técnica, con seguridad, gran autoridad frente al teclado, vehemencia cuando esta fue necesaria, pero así y todo sobrio, equilibrado.

 

?

 

© Pablo A. Lucioni
PH: Liliana Morsia 

Leer anterior

Ciclo de Música Contemporánea en el Cervantes

Leer siguiente

La Ópera Carmen llega al Empire

Más publicaciones