Por Pablo Bardin.
PH: Arnaldo Colombaroli.
El Colón acierta en traernos esas grandes figuras que no han venido antes. Ella no es ni humilde ni soberbia sino una diva bien controlada, que habla en castellano con el público y les cuenta que ciertos roles le aburren y que quiere darse el gusto de cantar un aria zarzuelera que era preferida de Domingo.
Hasta que pude apreciar en vivo el arte de Elina Garanca la admiré a través de DVDs en “Cenerentola”, “Carmen” y “Samson et Dalila”, y me pareció extraordinaria en los tres personajes. (Lamento que mi computadora no tiene el circunflejo al revés que va sobre la c de Garanca). Como ocurrió con Netrebko el año pasado, el Colón acierta en traernos esas grandes figuras que no han venido antes; y como lo expresé entonces, les sale mucho más barato que traerlas para una ópera, ya que un concierto o dos nada tiene que ver financieramente con cuatro funciones de ópera (los abonos) donde hay que traer cantantes de buena calidad para no desentonar, más el costo de la puesta en escena. Aparte de la gran dificultad de lograr que vengan por al menos tres semanas contando los ensayos, cuando generalmente tienen casi todo cubierto durante cuatro años y el Colón programa año a año según el grado de mediocridad política que siempre vivimos desde hace décadas. De modo que ésa es la Argentina que tenemos y hay que conformarse con tener a estas figuras en un concierto, es mucho mejor que nada y da un enorme placer estético al melómano.
Hay un problema y es el repertorio elegido: ella nos dio verismo, ópera francesa y zarzuela, pero faltó algo esencial: bel canto. Y no podemos saber si volverá, aunque haya tenido un cálido éxito y ella pareció muy contenta. Por cierto, ojalá vuelva y podamos escucharla en bel canto bufo y dramático; no estoy seguro que Verdi (salvo Eboli) o Wagner sea lo adecuado para una voz muy firme y bella pero de otras características. Y quizá también la escuchemos en Mozart y Strauss. Nació en Letonia pero no parece atraída por el repertorio ruso (el idioma es muy distinto y hay inquina política),
Teniendo en cuenta la importancia de la visita uno esperaría encontrarse con una biografía en el programa extensa y abarcativa, no las miserables 18 líneas que ni empiezan a darnos una idea de su carrera. Vale la pena mencionar algunas cosas mencionadas en la entrevista que le hizo Gianera en La Nación. Un accidente doméstico le rompió una costilla y hasta hace unos días le dolía respirar; sin embargo, se declara segura de estar curada para cuando cante en Buenos Aires, y en verdad si hubo dolor no se notó. “Garanca se inició dirigida por el maestro Nikolaus Harnoncourt” (uno de los maestros que nunca vino aquí). En realidad fue su primer contrato importante, no el inicio. “Vinieron después las colaboraciones memorables con Netrebko en ´I Capuleti e i Montecchi” de Bellini y en ´Anna Bolena´ de Donizetti”. Ella vive varios meses por año en España y tiene gran afinidad con lo latino y en particular lo español. Definiciones: “Un pianissimo de Verdi es muy diferente de uno de Mozart. En el verismo hay cierto fraseo que se utiliza para exagerar emociones y esa característica no se puede aplicar en la música francesa. Hay que conocer esas diferencias”. “Canté de todo: barroco, Mozart, Berio, Strauss, Berg. Lo peor que puede hacer un cantante es especializarse en un repertorio” (justo por eso esperaba yo un recital más variado).
Está casada con el director británico nacido en Gibraltar Karel Mark Chichon (¡sin acento!), quien ya tiene una valiosa carrera y a veces trabajan juntos. Unos pocos datos: Ópera en el Met, Viena, Berlín, Munich, Roma, Madrid, Barcelona; conciertos con la Sinfónica de Londres, la del Concertgebouw. Fue titular de la Sinfónica Nacional de Letonia de 2009 a 2012, y supongo que allí tomó contacto con Garanca (los padres de ella son músicos y es lógico que ella mantenga sus contactos aunque viaje mucho); 2006-9, titular de la Sinfónica de Graz (Austria); y desde 2017 con contrato hasta 2023, la Filarmónica de Gran Canaria.
Volviendo a Garanca, nació en Riga el 16 de Septiembre 1976; estudió en Riga, Viena, y en Estados Unidos con Virginia Zeani, gran Violetta y esposa de Rossi-Lemeni. Dio sus primeros pasos en Meiningen (la ciudad de Brahms) y Frankfurt, hasta que cantó Annio con Harnoncourt en 2003, en 2006 se “graduó” al gran rol de Sesto en la misma ópera, “La clemenza di Tito”. En 2008 llega con su Rosina de “El Barbero de Sevilla” al Met. A partir de 2005 graba para Deutsche Grammophon óperas de Vivaldi, Rossini, Bellini, Mozart y Massenet, y discos de arias (“Bel Canto”) y canciones (“Aria Cantilena”, “Habanera”).
Garanca por mera presencia impone su belleza tanto en el rostro como en su silueta; le gusta el deporte: equitación, submarinismo. Su voz tiene una condición ideal: la emisión es sana y límpida en los tres registros; y el timbre resulta muy grato. Si a ello se añade una musicalidad intensa pero controlada, un notable control del “fiato” (respiración) y una comprensión de distintos estilos, estamos ante una artista en lo alto de su carrera. Suele haber cantantes que tardan en llegar a su mejor voz en un recital; ella no: la primera obra está plenamente lograda, y así continúa hasta la última; y agrego las piezas fuera de programa. No se le nota nerviosismo. Tiene esa cualidad rara hoy en día: el buen gusto, como otra mezzo soprano que aquí fue muy apreciada: Frederica Von Stade. Garanca es claramente mezzo, no contralto. No sé si canta Octavian; creo que ya hace diez años lo hubiera podido hacer, tiene la voz perfecta para ese rol, pero si no lo interpretó creo que ya no lo hará; lo mismo vale para Cherubino. En cambio la creo una excelente Dorabella o Sesto en esta etapa de su vida. Quiere hacer Kundry dentro de dos años y allí dudo: es una voz de buen volumen pero no le noto los timbres trágicos y hasta guturales que necesita. Ella no llega al enorme sonido de Christa Ludwig o Cossotto.., pero ellas no podían cantar Cenerentola. Sí creo que debe de ser una muy buena Eboli de “Don Carlo”: tiene los agudos, la brillantez y el dominio de los ornamentos. Y debería cantar “La Favorita” de Donizetti. Y “Maria Stuarda”.
Vayamos al concierto. Enrique Arturo Diemecke dirigió a la Filarmónica de Buenos Aires y eligió piezas muy efectivas y que llegan al público para darle descansos a la cantante. La Obertura de “Orphée aux Enfers” de Offenbach (mal escrito “·Orfée” en la página de programa), si bien al parecer fue armada por otro, alterna pasajes rápidos y divertidos con melodías atrayentes y con solos que permiten el lucimiento de clarinete, violoncelo, oboe y violín (y en efecto, todos tocaron admirablemente). Al final escuchamos el famoso can-can (llamado galop infernal en la obra), donde trombones y trompetas estuvieron afinados y sólidos. Están de juerga en el Hades. Ahora la llamamos opereta, pero figura en el libreto como ópera mágica (“féérie”). La Obertura de concierto fue luego compaginada quizá por el autor (no está claro); en la grabación completa dirigida por Plasson hay Obertura pero apenas dura tres minutos y medio, no diez minutos como la que escuchamos en el Colón.
Entrada fuertemente aplaudida de Garanca en un traje negro muy elegante aunque sobrio. Y un total contraste con el más puro verismo: “Voi lo sapete” de “Cavalleria rusticana” de Mascagni. Expresiva, sin exagerar, clara en su articulación italiana, e impecable en su línea de canto, fue un notable comienzo. Luego ocurrió algo imprevisto: una mezzo cantando un aria de soprano y haciéndolo con gran soltura: “Io son l´umile ancella” de “Adriana Lecouvreur” de Cilea; es cierto que la tesitura no es muy aguda, pero se la sintió cómoda en todas las frases y capaz de refinados momentos, llegando a la culminación con facilidad y bello timbre.
“Samson et Dalila” de Saint-Saëns estuvo presente dos veces: en la « Bacanal », y retrocediendo, en ese « Mon coeur s´ouvre à ta voix” (“Mi corazón se abre escuchando tu voz”) durante el cual Dalila engatusa a Samson con exquisita sensualidad. El compositor conocía bien el mundo árabe (escribió una muy lograda “Suite argelina”) y supo darle a esta Bacanal la ambientación de un pueblo pagano en una fiesta de alcohol y parejas orgiásticas; con melodías y ritmos pegadizos y una orquestación imaginativa, es excelente en su tipo y la Filarmónica la tocó muy bien, dándole Diemecke su exacto carácter. Y como ya ocurriera en el Primer Acto con “Printemps qui commence”, “Mon coeur…” es música sensual, atmosférica, en la que Dalila conquista a Samson (en la ópera se mezcla con los “Dalila, je t´aime” de Samson); comenté tiempo atrás la versión del Met con Garanca como una Dalila envolvente, y aquí se corroboró. La artista con sutiles gestos fue añadiendo detalles de gestos teatrales que la sacaron de la rigidez de estar siempre parada en el mismo lugar, y en su fraseo hubo detalles tímbricos que delineaban al personaje.
La Primera Parte completó la sorpresa con respecto a “Adriana Lecouvreur”: ahora fue la Princesa de Bouillon (mezzo) en su “Acerba voluttà”, cuya primera parte es violenta y rápida pero luego se dulcifica y ralentiza cuando evoca su amor por Maurizio; y la cantante dio ambos climas con gran convicción y fuerza, cada vez más teatral.
Toda la Segunda Parte fue dedicada a España, por españoles o por un francés. Diemecke eligió la Danza Española Nº1 de “La vida breve” de Manuel de Falla y esta vez no acertó: la versión fue pesada y con demasiado fortissimo. Soy de aquellos que defienden a la zarzuela; creo que hay mucha linda música en las mejores y tengo nostalgia de la época en la que había temporadas de zarzuela en el Avenida. Garanca, que tiene gran admiración por el arte de Victoria de los Ángeles y Teresa Berganza, es una digna émula y las canta con evidente placer. Esta vez vino con un vestido luminoso que condice con su cabello rubio. En el aspecto puramente musical fue impecable y comunicativa, aunque su español tiene algunos baches (sílabas exactas al lado de otras borroneadas en su articulación), y eligió muy bien las piezas. Tengo debilidad por “El barberillo de Lavapiés”, de Francisco Asenjo Barbieri, escrita en 1874, y una de las más refinadas. Es famosa la Canción de Paloma, con sus ornamentos y pegadiza melodía; Garanca la hizo con calidad y bastante actuada. “De España vengo” es el fragmento célebre de “El niño judío” de Pablo Luna (1879-1942), con sus gorgoritos en el sector inicial y en el final, con una playa serena y contemplativa en el medio, aunque enamorada de esos ojos negros gitanos; Garanca se regodeó en los pasajes que la revelaron posesora de una técnica envidiable. Cabe aquí expresar que Diemecke siempre acompañó a la artista con mucha solvencia y cuidado, bien secundado por la Filarmónica.
Y finalmente, esa “Carmen” de Bizet que es uno de los grandes personajes de Garanca. La decisión de empezar con el Preludio al Primer Acto fue controversial tal como lo hicieron; los que no conocen bien la ópera aplaudieron después de la parte ritmica y alegre, pero el Preludio sigue con ese ominoso episodio lento en menor que predice un triste final. En la ópera se abre el telón y se escucha el coro “Sur la place”; aquí vino lo inesperado: con los últimos compases del Preludio apareció Garanca-Carmen y apenas finalizado el Preludio empieza la muy lejana Habanera (que además es plagio de “La Paloma” de Yradier), inoxidable gran momento que en sus estrofas refleja la manera de ser de la gitana; con toda naturalidad Garanca la cantó en buen francés y con perfecta afinación (no es fácil, la melodía es cromática descendente). Y luego inesperadamente se sentó en el podio, mientras se iniciaba la “Chanson Bohème”, que va ganando velocidad hasta el paroxismo; se levantó luego, y hacia el final el virtuosismo de la artista entusiasmó al público. Y lo remató con un breve baile.
Las cuatro piezas fuera de programa estaban decididas de antemano; el éxito iba a ser grande y la cuarta iba a ser “la última”, dicho por ella. La Filarmónica y Diemecke acompañaron con soltura, estaba bien ensayado. Ella no es ni humilde ni soberbia sino una diva bien controlada, que habla en castellano con el público y les cuenta que ciertos roles le aburren y que quiere darse el gusto de cantar un aria zarzuelera que era preferida de Domingo. Me desilusionó en una cosa: no hubo bel canto sino más zarzuela y luego dos canciones; pero todo fue muy lindo e igual me fui a casa contento.
Primero, “Carceleras”, una brillante aria de “Las hijas del Zebedeo” de Chapí, que le permitió volver a demostrar su agilidad vocal. Por si les intriga saberlo, Zebedeo era el padre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan. Luego, el favorito de Domingo, “No puede ser”, de “La tabernera del puerto” de Sorozábal; es bien de hombre pero ella no se arredró y lo cantó como si lo fuera, con todo entusiasmo. Y luego las canciones: una versión lenta, sutil y tierna de “El día que me quieras”, de Gardel y Le Pera (“cantada con todo mi corazón”), y “Granada”, la más brillante canción de Agustín Lara, para un final a toda orquesta y un estruendoso aplauso de despedida. Ella miraba mucho hacia las localidades más altas y mandaba besos. Que no se crea que aprendió Gardel para esta gira: las dos canciones están en el CD “Sol y vida”. Adiós, Elina Garanca, y que haya retorno…con bel canto.