El regreso de Bruno Gelber a casa

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Beethoven 

Estruendosos aplausos sonaron en cada rincón de la sala principal del Teatro Colón apenas Bruno Gelber puso un pie sobre el escenario. Acompañado de su asistente, se acercó con pasos cortos al piano, siempre sonriendo, saludó a su entusiasmado público, se acomodó en la butaca y posó sus manos sobre el teclado. Las primeras notas que contienen la esencia del tema principal del Concierto Nro. 4 de Beethoven se expandieron, intimistas, en el silencio de la sala. 

Para Bruno Gelber, este concierto es inigualable. «Es un concierto absolutamente único. Sencillamente porque es una de las cosas más extraordinarias y sublimes que existen, tiene una dimensión supraterrenal y, personalmente, creo que el Cuarto de Beethoven es el más bello de los conciertos». Fue durante el segundo movimiento en el que, dialogando con la orquesta en un armonioso equilibrio y lirismo, se pudo admirar esa pasión, ese toque magnético que sumía al espectador en su universo poético. Por momentos, el pianista argentino lograba destellos cargados de brillantez y de esencia beethoveniana. Si bien su magia no se sostuvo durante todo el concierto, luego del enérgico rondó final el público se puso de pie y volvió a dedicarle un aplauso, esta vez mucho más grande, a uno de los pianistas más queridos de nuestro país.

La trilogía Romana de Respighi

Tras el intervalo, Arturo Diemecke dio inicio a la segunda parte de la noche saludando al público con su habitual gesto y con una breve introducción de lo que seguía: «Fiestas romanas», «Fuentes de Roma» y «Pinos de Roma», poemas sinfónicos del compositor Ottorino Respighi. La Filarmónica brilló de modo tal que los espectadores viajaron a través su sonoridad y color a aquellas festividades romanas: fanfarrias que evocan combates de gladiadores y banquetes de leones, pasando por procesiones de peregrinos y celebraciones llenas de danzas y cantos. Lo mismo sucedió con «Fuentes de Roma» y «Pinos de Roma», interpretados sin pausa, en los que la orquesta se lució con una sonoridad plena y sorprendente.

Por Caro Aliberti.

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