En sus más de 300 años de joven existencia el piano, cumpliendo diferentes roles tanto musicales como sociales, ha acompañado y acompaña la historia de la música y de la sociedad en sus diversas y múltiples manifestaciones.
Por Antonio Formaro
Parece mentira que el piano sea un instrumento tan joven, especialmente si se tiene en cuenta que los instrumentos con teclado se remontan a la antigüedad. El órgano de tubos o los instrumentos como el clave y su familia, con sus diversos sistemas para producir sonido, ya estaban en su apogeo hacia el 1500.
La invención del piano en la Italia del siglo dieciocho marcó un nuevo paradigma: a través de sus pequeños martillos, la tecla percute las cuerdas de tal manera que puede ir de la suavidad más absoluta al sonido más robusto, llegando en su desarrollo a competir en sonoridad con una orquesta.
Hacia fines de dicho siglo logró imponerse sobre los anteriores, particularmente en los salones y luego, en el siglo diecinueve, en las nacientes salas de concierto. Por otra parte, los diferentes formatos en que se lo fabricaba, desde el piano de cola hasta el más pequeño de pared, lo volvió accesible a las más diversas clases sociales, transformándose lentamente en un elemento de igualdad.
Aún hoy me sorprende en mis giras como concertista por el interior de la Argentina el hecho de que en las ciudades más pequeñas haya un piano en alguna sociedad de fomento, algún teatro municipal, en casas particulares, testigos de una época en la cual el piano reunía a un grupo social y servía tanto de agente cultural como para esparcimiento.
La música para piano tiene su primera cima en los clásicos vieneses, cuando la capital del imperio austríaco era un importante centro musical. Mozart, Beethoven y Schubert en sus Sonatas para piano elevaron épicamente el nivel de la música para teclado a un lenguaje universal que podía competir con las consagradas Sinfonía, Ópera o Cuarteto de cuerdas. Son construcciones amplias, vigorosas y profundas, fieles reflejos de los cambiantes ánimos de la época de la Revolución Francesa.
Se percibe en este periplo el paso del pequeño instrumento de fin del siglo dieciocho al sonoro y poderoso piano que ya conoció Beethoven.
En el siglo diecinueve la escuela de compositores románticos alemanes se inspira en cuentos y leyendas que vertió en el piano a la manera de piezas breves pero plenas de contenido. Mendelssohn, Brahms y Schumann son figuras donde lo íntimo se une al arrebato. No obstante, el instrumento alcanzó su plenitud en París a mitad del siglo en el arte del polaco Federico Chopin y el húngaro Franz Liszt, que explotaron la resonancia y el infinito poder evocador del instrumento de una manera novedosa en sus Valses, Nocturnos Rapsodias y Estudios. Con ellos ingresó el elemento nacionalista que, desde el español Albéniz, se expandió hacia la música argentina de Aguirre o López Buchardo.
Ya a comienzos del siglo veinte, el piano fue el artífice de las vanguardias de la época: los simbolismos, el impresionismo de Debussy o Ravel, o la iconoclasta escuela rusa.
Al mismo tiempo, todo el siglo diecinueve y gran parte del veinte presenta al instrumento como eje de su música popular; en el vals, el jazz, el tango y otros, el piano es una voz indispensable, transformándose en el eje de toda reunión social de baile.
Con la popularización de la radio, perdió esa presencia fundamental en el hogar y con la aparición de los discos no fue necesario contar con él para toda reunión social amenizada con música.
Pero una vez más logró adaptarse, ahora como portavoz de una historia riquísima e inolvidable de bienes culturales, inimitable por cualquier agente de reproducción virtual: el concertista se volvió necesario para dar vida a obras de arte de enorme valor.
El piano sigue generando furor en el mundo y también en su versión de teclado electrónico pudo encontrar su lugar en la música popular.
Este instrumento maravilloso, que permite acercarse a la música desde lo más sencillo hasta alcanzar el máximo grado de virtuosismo e interpretación, parece tener un largo porvenir y, desde nuestra Facultad y nuestra carrera de Piano, acompañamos también los tiempos preparando músicos capaces tanto de ser intérpretes del gran repertorio como de manejarse con soltura en las manifestaciones más actuales y diversas.
Dr. Antonio Formaro.
Coordinador del área de piano de la Facultad de Artes de Ciencias Musicales de la Universidad Católica Argentina
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