El oboísta Néstor Garrote, la Filarmónica y una noche para atesorar

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La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires  en su quinto concierto de abono presentó obras de Rachmaninov,  Strauss y Zemlinsky. Por su parte el oboísta Néstor Garrote tuvo una muy buena noche para atesorar en su enorme historial. 

Por Sabrina Abalo

El poema sinfónico con el que comienza el concierto está escrito bajo la inspiración que le provocó a Rachmaninov la obra pictórica La isla de los muertos, de Arnold Böcklin (1827 – 1901); el pintor de origen suizo, considerado un exponente del simbolismo, realizó varias versiones de la obra entre los años 1880 y 1886, quizás la más conocida fue la tercera, que realizó en 1883.  El óleo de 80 x 150 cm  se puede visitar en Alte Nationalgalerie, Berlín. 

La versión que ofreció la Filarmónica sobre este poema, que lo ubica como una obra del post romanticismo ruso de principios del siglo XX, tuvo momentos de gran lucidez logrando en esta partitura en 5/8 el efecto del vaivén del agua y la atmósfera oscura y misteriosa que también refleja la obra pictórica. La música avanza y crece en sonoridades enrarecidas por la temática;  se puede imaginar perfectamente la llegada de la barca a la isla. 

Su clímax llega con la presencia del Dies Irae (Día de Ira) un recurso muy usado en  las obras sinfónicas, se trata de un simbolismo relacionado con la muerte, es un elemento rítmico cuyo texto se le atribuye al fraile italiano Tomás de Celano (m.ca.1250); una de sus secuencias pasó a formar parte de la Misa de Requiem en el S. XVI. En una obra que necesita destreza para ser ejecutada y gran inspiración para ser dirigida y Alejo Pérez lo demostró con esta interpretación.

El concierto para oboe y pequeña orquesta fue una de las últimas obras que escribió el compositor en la residencia familiar que tenía en el estado de Baviera, donde permaneció en ese lugar al resguardo de los sucesos que se produjeron a causa de la segunda guerra mundial. La inquietud de que este concierto exista surge de un soldado estadounidense que en ese momento prestaba servicio a las tropas norteamericanas que ingresaron al complejo de villas alpinas donde residía el compositor. Antes de su servicio al ejército, el soldado John de Lancie era oboísta e integrante de la Orquesta de Pittsburg, cuando lo conoció a Strauss personalmente en la invasión en la villa le sugirió escribir un concierto para este instrumento, dado que de Lancie era un gran admirador de la obra de Strauss, pero al principio el compositor se negó. 

La impresiones de esta partitura destacan la vuelta a un  Strauss más “clásico” que se manifiesta en sus tres movimientos pero con algunas modificaciones en la escritura y e el orden de las cadencias. El primer movimiento exige del instrumentista un gran manejo de la respiración ya que la partitura presenta una larga y continuada intervención del oboe, además de pasajes muy complejos. Garrote demostró una gran habilidad en su ejecución, incluso prescindió en todo momento de la partitura que tenía adelante. El momento más atrapante lo protagonizó  con la coda del tercer movimiento que más que una coda parece un movimiento en sí mismo por su extensión, aquí el oboísta abordó la parte con decisión manteniendo la misma calidad sonora del principio, sin dudas, un desenvolvimiento de gran profesionalismo.

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Ph: Arnaldo Colombaroli

La noche continuó en el agua con el extenso poema sinfónico del compositor austriaco Alexander  Zemlinsky, una obra maravillosa de un personaje escasamente difundido. La Sirena esta basado en el cuento que lleva el mismo nombre del escritor danés Hans Christian Andersen nacido a principios del 1800, famoso por sus populares cuentos para niños. El poema está compuesto por 3 movimientos  inmersos a la vez dentro de  una gran habilidad contrapuntística. La música de Zemlinky presenta un reflejo de los turbulentos cambios de siglo con influencias de la tradición romántica exquisitamente orquestado como se pudo escuchar en el poema. Schönberg uno de sus alumnos más importantes escribía sobre él en 1949: “le debo más que a cualquier otro en el conocimiento de la técnica y los problemas de la composición. Siempre he pensado, y aún lo considero así, que fue un gran compositor; quizás su momento llegue antes de lo que creemos.” 

Sin embargo La Sirena no tuvo el éxito esperado desde su estreno en Viena, en 1905 a raíz de este evento, fue el propio Zemlinsky quien retiró las partituras de la escena. A partir de la década del ’70 hubo un re descubrimiento de la obra de este compositor, pero que de todos modos falta todavía mucho más por reconocer y poner sobre los escenarios sus grandes composiciones llenas de profundo simbolismo.  

La orquesta Filarmónica de Buenos Aires tuvo una lectura exhaustiva, prolija y comprensiva de esta historia de amor que por suerte tiene un final feliz. Las intervenciones  de “la sirenita” en la voz del violín solista a cargo de Xavier Inchausti resultaron todas impecables y la batuta del director invitado Alejo Pérez tuvo acertadas formas de transmitir los constantes cambios de dinámica, además de crear la atmósfera acuática que se necesitó para invadir la sala del teatro. 

 

Programa:

Parte 1:

Sergie Rachmaninov (1873 – 1943)

La isla de los muertos Op. 29 

Richard Strauss (1864 – 1949)

Concierto para oboe en Re mayor  Op. 144

I – Allegro moderato

II –  Andante 

III – Vivace – Allegro

Parte 2:

Alexander Von Zemlinsky  (1871 – 1942 )

La Sirena, Poema Sinfónico

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