El miedo escénico. Los mitos y la realidad.

Miedo escénico

El problema del miedo escénico es uno de los más frecuentes de entre todos los problemas que se encuentran en el mundo de los músicos, tanto a nivel profesional como aficionado. Conozco numerosas opiniones sobre este tema y en este artículo me gustaría exponer la mía propia, ya que deseo aclarar unos pocos puntos que carecen de entendimiento psicológico y psicoterapéutico. Hoy en día, disponemos de muchas posibilidades de utilizar recursos de otros campos científicos en el campo de la música y su vivencia. En este artículo te propongo aplicar ciertos conocimientos psicológicos sobre la música para intentar solucionar el problema del miedo escénico.

Por Igor Prokopyuk, psicoterapeuta, profesor de piano, intérprete de música clásica.

I. Introducción

Mi opinión aquí expuesta no pretende finalizar las investigaciones sobre el asunto del miedo escénico ni tampoco completar mi propia búsqueda acerca de dicha materia, sino que persigue el objetivo de desarrollar un camino beneficioso de pensamiento dedicado al tema del miedo escénico.

Es este camino el que te invito a recorrer conmigo.

Vamos a poner varios ejemplos de cómo las personas entienden habitualmente el problema del miedo escénico, presentando a la vez explicaciones alternativas que derivan del conocimiento de la psicología humana.

Uno de los mitos más antiguos sobre el tema del miedo escénico es la opinión (considerada proveniente de la ciencia) de que el miedo es una emoción primitiva que nos advierte de un peligro y prepara nuestro cuerpo ante él. Según esta idea, el miedo nos indica cuándo protegernos ante, por ejemplo, el ataque de un animal salvaje. Y aunque hoy en día no nos es ya necesario enfrentarnos a ninguna situación de ese estilo, seguimos, sin embargo, manifestando este miedo inconsciente, que reaparece como un patrón primitivo en situaciones cotidianas, incluyendo algunas relacionadas con el mundo escénico y musical.

Primero debemos darnos cuenta de que existen muchos tipos de miedo. No sólo sufrimos el miedo que viene de la preocupación por la vida (en general, miedo a la muerte), sino que también nos enfrentamos a otro miedos relacionados con aspectos como la autoestima, la culpabilidad o la novedad. Cada miedo nos “habla” de un problema concreto de nuestras vidas y nos “muestra” el camino para solucionarlo. Sin pretender profundizar demasiado en cada una de las posibilidades que se esconden en los diferentes miedos, centraré mi atención sobre una cualidad común a todos ellos que nos ayudará mucho a la hora de encontrar soluciones al problema del miedo escénico.

Según la teoría de la psicoterapia, el hecho de padecer miedo nos muestra que, en algún sentido, hemos alcanzado nuestros límites personales y necesitamos ayuda, pues no disponemos ya de la suficiente energía necesaria para seguir enfocando las tareas como lo habíamos hecho hasta ahora. Debemos aprender a aceptar cada miedo como una posibilidad de mejorar nuestra personalidad.

El miedo escénico también puede constituir una fuente de desarrollo personal, y no sólo, por supuesto, en el campo musical. Las causas de este miedo varían en cada persona y solamente son detectables en una terapia individual.

Por el momento, haré especial hincapié en que no debemos escapar de los miedos (incluyendo el miedo escénico) y en que debemos parar de intentar evitarlos. Por el contrario, debemos comenzar a considerarlos una herramienta especial, muy útil para nuestro desarrollo personal.

Continuando nuestro análisis de los mitos relacionados con el miedo escénico, llegamos ya al segundo de ellos. Este segundo mito nos presenta el control emocional como una forma de superar el miedo. Conozco muchas situaciones en las que se ha dado a músicos afectados por miedo escénico consejos que les sugieren controlar sus reacciones emocionales, su actitud, su comportamiento y sus pensamientos ante el estímulo del miedo.

“Controlar” pretende habitualmente ser una solución contra el miedo, y esto es comúnmente aceptado como cierto y útil, aunque en realidad no lo sea. Debemos darnos cuenta de que cada intento de control produce en nuestra mente y nuestro cuerpo emocional una tensión que no permite solucionar verdaderamente las cosas, sino ocultarlas y negarlas. Cuando intentamos “controlar” como solución, incluso cuando logramos desprendernos del miedo, estaremos pasando por alto que el cuerpo principal del problema continúa escondido, y esto es, a menudo, mucho más complicado que enfrentarse al problema real en el momento en que se manifiesta. Cuando intentamos controlar nuestras emociones ante el estímulo del miedo, estamos en realidad alejándonos de las posibilidades de vivir, experimentar y sobrevivir dicho miedo de una forma consciente y natural.

El tercero de los mitos que estamos analizando en esta introducción nos dice que para superar el miedo escénico es necesario aumentar en gran medida la frecuencia de exposición al público. Nos recomienda dar muchos conciertos para anular, paso a paso, nuestros miedos vinculados a la actividad artística.

Este modo de resolución del problema puede tener algún sentido solamente cuando, en paralelo a este incremento de actividad concertística y simultáneamente, realizamos un trabajo mental coherente enfocado a la superación de este miedo. Por el contrario, si no atendemos al desarrollo del trabajo en la dimensión mental y aumentamos en exceso la exposición al público (esto es, la experiencia del miedo escénico), no sólo no conseguiremos resultados, sino que correremos el riesgo de que el poder de ataque del miedo aumente.


II. El lugar del miedo escénico en la vida del músico  (auto-observación)

En el capítulo anterior hemos observado cómo, desde hace mucho tiempo, el tema del miedo escénico está muy estereotipado a la hora de entenderlo y analizarlo. Existen muchas y variadas definiciones de este miedo, y esto, en mi opinión, dificulta el proceso de resolución y tratamiento del mismo.

En el siguiente capítulo de este artículo (“El miedo escénico y desarrollo personal”) nos acercaremos a los recursos psicológicos que nos ayudarán a entender las causas de este miedo. Sin embargo, en el presente capítulo, nos vamos a centrar en la experiencia misma del miedo en la vida del músico: en cómo lo vive y cómo reacciona a él. En lugar de realizar una observación panorámica de múltiples experiencias, he decidido profundizar en la observación de mi propia vivencia del miedo escénico: considerar y analizar diversos casos de miedo podría brindarnos una imagen más amplia y variada, esto es cierto, pero al centrarme en el mío propio, conseguiré establecer ciertas valoraciones sin miedo a caer en inclinaciones o juicios erróneos. Pondré, de esta forma, mi experiencia como ejemplo de cómo un músico experimenta el miedo escénico y qué desafíos supone dicho problema para un artista en los planos profesional, personal y emocional.

Influencia del miedo escénico en mi educación y actividad concertística. 

Empecé a aprender a tocar el piano a una edad bastante tardía, a los dieciséis años. Sólo dos años después, entré en el conservatorio y tuve que enfrentarme a una gran diferencia de mi nivel musical en comparación con el de mis compañeros de curso. Bajo esta dura situación para mi se desarrolló un perfecto caldo de cultivo para mi miedo escénico. La existencia de este miedo me impedía frecuentemente preparar los deberes y programas que debía desempeñar en mi carrera.

Por aquel entonces, pensaba que el miedo surgía porque había algo o algunas cosas en mi trabajo que no estaban bien realizadas y que gran parte de ese temor provenía del hecho de haber carecido de educación musical primaria en mis años de infancia. Intentaba prepararme excesiva y concienzudamente para cada función. Por desgracia (y como era previsible), el miedo surgía una y otra vez, independientemente de mi nivel de preparación y exigencia. Recuerdo que, además, mi experiencia de miedo me provocaba ganas de escapar de mi estudio diario. Intentaba huir de mi aprendizaje para disminuir la tensión y, al fin y al cabo, resolver el problema. Cuando estudiaba, no obstante, me obligaba a hacerlo muy atentamente e intentaba no correr nunca el riesgo de cometer fallos. Junto al miedo, por lo tanto, poseía ambición de ser mejor y deseo de escoger programas y repertorios más complejos para lograr el éxito en su realización.

Cuando terminé mi formación académica y me enfrenté a la vida de artista independiente, convertí mi miedo escénico en parte de mi existencia. Para reafirmar mi personalidad, lo consideré como “normal”. Estaba inventando una forma cómoda y funcional de “mantenerme” como músico a pesar de que sabía que mi miedo podría aparecer en cualquier momento. Buscaba seguridad en la forma de actuar, y pensé que una buena forma de conseguirlo era escapando parcialmente del repertorio solista y prestando una mayor atención al repertorio de música de cámara.

Encontré paz en “pactar” conmigo mismo condiciones que me ayudarían a vencer o, al menos, atenuar el ataque del miedo, si es que éste estaba por llegar. Por ejemplo, fijaba un número mínimo de ensayos para todas y cada una de las obras que estaba trabajando (no consideraba que la obra estaba bien preparada si no había sido ensayada conforme a lo establecido en mi contrato mental). La presencia de mi temor influía también, por supuesto, en mi decisión acerca de la frecuencia con la que tocar delante del público. Por esta razón, mi actividad concertística era más bien pequeña, y mi deseo de actuar y mostrar mi trabajo era inestable.

La comparación de mi actividad artística con la de mis compañeros músicos y el permanente “ideal de músico” que poseía en mi pensamiento también influían en mi situación, generando un incremento del poder de mi miedo.

Autoestima y miedo escénico

Dicen que los artistas siempre tienen problemas con su autoestima. No sé si es cierto o no, pero observando mi ejemplo, puedo decir que en mi caso era correcto. He titulado esta sección utilizando el término “autoestima”. En cambio, por mi experiencia como psicoterapeuta, prefiero utilizar el término “amor a mi mismo” en lugar de “autoestima”, pues el significado de éste último me parece, en muchos casos, poco claro.

En todos los momentos en que experimenté miedo escénico puedo observar una clara carencia de amor a mi mismo y un gran deseo de “caer bien”, agradar o ser respetado por los demás, principalmente por personas cercanas, profesores, amigos…etc. El miedo, como dijimos, puede ser utilizado como herramienta para observar nuestros límites e imperfecciones y evaluar nuestro amor a nosotros mismos y también puede contribuir a que aprendamos la bella tarea de amarnos sin condiciones. Observar y enfrentarnos a nuestro nivel de autoestima cuando éste no es muy alto (por ejemplo, cuando sentimos miedo) puede se una tarea realmente dura que pudiera parecernos casi cruel. Por esta razón, solemos traspasar y forzar nuestros propios límites sin protegernos ante tal “violación”, y eso no es bueno para nosotros.

Miedo escénico y estado emocional

Yo, en mi vivencia artística, he experimentado hasta no hace mucho tiempo el miedo escénico como un proceso de pérdida de control y obligación de sufrir. Tras episodios de miedo, me costaba mucho trabajo retomar mi estado normal. Recorría con frecuencia estados de tristeza, ansiedad, preocupación y exceso de pensamientos. Una emoción tan potente y visceral como el miedo tiene un enorme poder en la vida de cualquier persona que lo experimenta.

Existen muchos tipos de emociones y muchas teorías que se ocupan de clasificarlas, pero no vamos a centrarnos en eso ahora, puesto que prefiero analizar para qué sirven dichas emociones (particularmente las del miedo) y hacia dónde nos conduce su poder perturbador.

Analizando mis estados emocionales relacionados con situaciones de miedo escénico, me doy cuenta de que ninguna de esas situaciones tuvo nunca “solución”. Esto es, me dedicaba a sobrevivir mis emociones apoyándome en el paso del tiempo y dicho proceso no me llevó nunca a alcanzar ninguna de mis metas personales puesto que no transformaba en absoluto mi forma de ver las cosas, mi mentalidad. Quiero recordar aquí mi firme convicción de que el miedo, en tanto que emoción, nunca contribuirá a nuestro crecimiento personal sin que llevemos a cabo además un procedimiento mental adecuado.

El miedo nos mostrará el camino al problema, y será nuestra tarea posterior iniciar el proceso de solucionarlo. Influencia del miedo escénico y de su ausencia sobre la actividad profesional. A través del trabajo sobre el miedo escénico en mi propia vida he observado cambios sustanciales en la estructura de algunos de mis patrones mentales. Al liberarme paso a paso del miedo escénico sentía que, cada vez más, podía pensar y construir mis planes, hacer proyectos a corto, medio o largo plazo y sentirme libre para actuar autónomamente en multitud de situaciones.

La presencia del miedo influía poderosamente en mi imaginación del futuro, transformándola en gran medida en comparación con cómo era ésta en un estado normal carente de miedo. Una actuación llevada a cabo en ausencia de miedo nos permite imaginar de forma más realista cómo debería ser una “buena” acción y, por qué no, también una interpretación musical o una actividad artística. Esta ausencia de miedo, a su vez, nos apoya en la (tantas veces) dura tarea de aceptar la realidad, que suele presentarse siempre como algo bien distinto de aquello que habíamos imaginado previamente.

El miedo puede ayudarnos, si logramos comprenderlo y utilizarlo, a obtener grandes beneficios de las situaciones en que se presenta. De otra manera puede impedirnos o bloquearnos emocional y personalmente de una manera inconsciente y descontrolada. Como músicos, seguro que hemos sufrido en diversas ocasiones cómo el miedo nos ha obstaculizado el camino hacia la realización artística y personal. Si tenemos intención de cambiar el modo de vivir, sobrevivir y “traer a consciencia” nuestros miedos, mi recomendación primera sería desvincular mentalmente nuestra realidad artística de las influencias negativas del miedo y actuar de forma consciente y voluntaria, tomando el miedo como herramienta de crecimiento.


III. El miedo escénico y desarrollo personal

Desde la antigüedad se ha utilizado el aprendizaje de la música con el fin de potenciar el desarrollo intelectual y personal. Este uso pedagógico de la misma ha tenido lugar en cada una de las diferentes épocas de la historia de la humanidad. Aprender el arte de la música era obligatorio para considerarse ciudadano de alto nivel hasta principios del s. XX.

Tanto en épocas antiguas como en nuestro mundo contemporáneo, el aprendizaje de la música ha requerido de una enorme dedicación y un gran esfuerzo. Desde tiempos recientes, además, utilizamos ciertos recursos propios de otras disciplinas científicas en el aprendizaje musical con el fin de facilitar y enriquecer este proceso. Un ejemplo de esto lo encontramos en cómo la psicología nos permite buscar ayuda en el campo personal para alcanzar la meta de ser músico profesional y realizar nuestra labor artística. Para analizar cómo debe ser la influencia de los recursos psicológicos sobre el estudio musical, es necesario conocer profundamente los mecanismos psicológicos de la persona, así como las características y necesidades del aprendizaje artístico. El objetivo ideal del músico sería, pues, utilizar entendimientos de psicología para facilitar su éxito profesional. Decidí escribir esta parte del artículo precisamente con la intención de explicar y estudiar esta influencia del mundo del pensamiento sobre el mundo del aprendizaje.

¿Cómo es nuestro proceso de aprendizaje en la música desde sus inicios? Comenzamos nuestra formación muy pronto, normalmente a los seis o siete años. Ésta es una edad muy temprana, sobre todo si la comparamos con la edad a la que se inicia el estudio de otras profesiones. Una ventaja de este hecho puede ser que el músico posee un mayor tiempo de contacto con su profesión que la mayoría de los profesionales de otras disciplinas. Pero, al igual que hay ventajas, existen inconvenientes.

En nuestra infancia no poseemos independencia para determinar nuestro modo de desarrollarnos y, por lo tanto, aceptamos fácilmente los patrones de nuestros profesores de música con sus propios problemas e imperfecciones. Esto es algo que no podemos (¡no sabemos!) evitar, ya que estamos en pleno camino de formar nuestra personalidad. De esta manera, avanzamos al estado adulto habiendo ya aceptado y asumido muchos patrones (en muchas ocasiones, negativos) que nunca hemos elegido de forma consciente.

La presencia de esta información residual e inconsciente en nuestro pensamiento hace más difícil la tarea de tratar los problemas de los profesionales de la música, pero también hace el tratamiento más interesante. Me gustaría recordar en este punto que toda la información contenida en este artículo pretende arrojar luz sobre cómo solucionar el problema del miedo escénico en el músico adulto y no sobre cómo orientar la enseñanza musical en las escuelas y los conservatorios. Éste último es también un tema interesante, pero no lo trataremos en este artículo.

Frecuentemente pensamos que hemos llegado al nivel artístico profesional cuando obtenemos los diplomas, certificados y demás atributos necesarios que demuestran que hemos alcanzado dicho punto. Nos consideramos entonces del todo preparados para la vida artística. Sin embargo, no debemos olvidar que, posiblemente, junto a todos esos atributos necesarios adquiridos, llevamos también con nosotros un conjunto de problemas no resueltos. Ignorar estas necesidades que todavía existen es, a menudo, causa de autoengaños en el plano artístico y puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas o poco apropiadas ciertos momentos de nuestro desarrollo.

Ya hemos mencionado que nuestro aprendizaje carece a menudo del entendimiento psicológico necesario para ayudarnos en asuntos personales relacionados con nuestra profesión, como por ejemplo el tema del miedo escénico. Es frecuente que, durante nuestro período de estudiantes, no aprendamos a solucionar dichos asuntos correctamente. Casi al contrario, lo que hemos hecho es activar mecanismos poco útiles para solucionarlos. Nuestra tarea es ahora, por lo tanto, no solamente solucionar nuestros problemas sino también modificar sustancialmente nuestro mecanismo de solución. Debemos conocer cómo se supera uno u otro problema para, después, tratar cada uno de un modo eficaz. Mi primer consejo ante esta situación es: actúa con paciencia, pues todo esto va a necesitar de cierto tiempo.

En ocasiones, el deseo de éxito rápido y la prisa por lograr un objetivo artístico nos hacen pensar que la existencia de nuestros problemas y dificultades es normal y esperable, ya que, según podemos pensar, todo el mundo tiene problemas. Por supuesto, es cierto que todo el mundo enfrenta dificultades. Y es cierto que esto es “normal”. Pero no es correcto pensar que la existencia de esas dificultades no perjudica tu actividad como artista. Y tampoco es acertado pensar que tus dificultades podrán solucionarse por sí mismas.

Reafirmo aquí mi idea de que es necesario y muy importante establecer una manera definida y completa de superación para cada tarea, incluyendo la tarea de la superación del miedo escénico.

¿Qué es lo primero que necesitamos saber acerca del miedo escénico y su tratamiento? Primeramente, considero que es fundamental darse cuenta de que el miedo escénico es, al fin y al cabo, miedo, y debe ser tratado como tal. El miedo es uno de los principales problemas de desarrollo personal de cada individuo.

El tratamiento del miedo escénico irá, por lo tanto, en la misma línea que el tratamiento de cualquier tipo de miedo, y responderá a una búsqueda de desarrollo personal general que debe ser realizada para toda la vida, en muchos de sus aspectos y dimensiones. Según la psicoterapeuta canadiense Lise Bourbeau, el miedo nos muestra que necesitamos defensa y protección, que debemos ver y respetar nuestros límites, defendiéndonos a nosotros mismos (para comprender mejor esta tesis, os propongo la lectura de su obra L es peurs et les croyances). Todos los enfoques psicoterapéuticos consideran el miedo como una herramienta que nos ayuda a crecer.


IV. Tratamiento psicoterapéutico del miedo

En los tres capítulos anteriores hemos ya hablado de varios aspectos relacionados con el miedo que tradicionalmente han sido malinterpretados y hoy en día no logramos comprender bien. También hemos observado ya cómo, al resolver cada persona su problema de miedo escénico, ésta recibe inmediatamente múltiples posibilidades y oportunidades de impulsar su desarrollo artístico, así como su evolución personal.

En este punto del artículo hemos alcanzado por fin el momento más interesante, puesto que vamos a hablar de cómo llevar a cabo la práctica de la resolución de ese miedo, esto es, su tratamiento. Antes de comenzar, deseo recomendar (una vez más) prudencia a todos aquellos que esperan obtener resultados rápidos y eficaces en sus vidas a través de la lectura de éste o cualquier otro artículo (y en general, de cualquier otra fuente meramente analítica o informativa). Ya hemos hablado de lo ineficaz que resulta desear resolver el miedo con poco trabajo, esto es, con poca profundización en uno mismo y en las raíces del miedo. El proceso de la verdadera superación debe ser lo suficientemente largo y complejo como para constituir, al menos, una etapa evolutiva de nuestra vida. A menudo este camino requiere de la ayuda de un especialista.

En la presente sección del artículo no pretendo desarrollar una guía que describa detalladamente el tratamiento de miedo en toda su complejidad, sino que me parece mucho más apropiado exponer los principios fundamentales de este tratamiento y mostrar, además, un ejemplo que ilustra una posible aplicación de dichos principios. Para favorecer la comprensión de diversos conceptos e ideas, utilizaremos un lenguaje metafórico que opere a través de imágenes, en concreto la del proceso de construcción de un edificio. Ésta metáfora representará de una forma muy conveniente lo que podemos llamar la “construcción” del sistema de tratamiento del miedo.

Para empezar a establecer un tratamiento del miedo con un paciente (en adelante, “cliente”) comenzaremos analizando, en las primeras entrevistas, las causas de sus miedos. Atenderemos principalmente al pasado del cliente y a toda aquella situación que le ha “conducido” a sentirse como se siente ahora.

En nuestra metáfora, éste proceso coincidiría con el de analizar el terreno, los materiales y trazar un plan arquitectónico. Por supuesto, aún no podemos, ni mucho menos, observar ninguna de las partes de nuestra futura construcción, pero sobra decir que estos procesos de análisis básico y de planificación son absolutamente fundamentales para el buen desarrollo del consiguiente tratamiento.

En este análisis queremos encontrar y observar el momento en que el cliente empezó a temer: analizaremos las causas de ese temor primigenio concreto y el fondo emocional del cliente en el momento de su primera experiencia de miedo escénico. Nos acercaremos seguramente a experiencias de falta de auto-amor (baja autoestima), de deseo de mejorar con el objetivo de ganar el amor de los demás o de deseo de hacer lo que los padres u otras figuras de autoridad quieren, entre muchas otras. Para el avance hacia la meta de la liberación del miedo en una vida feliz y libre, es fundamental el conocimiento de las causas del miedo y del contexto en el que éste se gestó.

Cada uno de los diversos enfoques psicoterapéuticos y cada uno de los diferentes sistemas de desarrollo personal (como, por ejemplo, el “coaching”) presenta su propio método de tratamiento del miedo. En este texto utilizaré conceptos y descripciones que son más o menos comunes a los enfoques terapéuticos más extendidos. De esta forma, además, intentaré ser claro al orientarte a través de la explicación del análisis del tratamiento y de la exposición de sus riesgos principales. A la vez que trabajamos, desde el primer momento, analizando las causas del miedo, también abordaremos diferentes experiencias vividas en la infancia que pueden estar suponiendo un freno o un bloqueo de posibilidades de desarrollo personal. Preparamos, así, la red energética de nuestro edificio (electricidad, gas, agua…).

Los siguientes pasos del tratamiento son: trabajo para aumentar la autoestima del cliente, actualización de las fronteras de su personalidad, inventario de sus capacidades y trabajo con la aceptación y el permiso hacia su miedo. El significado metafórico de estos pasos se corresponde con el establecimiento de los cimientos de nuestro edificio; si el objetivo de los cimientos en la construcción es sostener el edificio, la función del desarrollo de estos temas en nuestra terapia será más o menos la misma, esto es, apoyar el tratamiento y sus resultados sobre una base más firme.

Todo el trabajo realizado hasta ahora nos acerca a las últimas etapas del tratamiento del miedo escénico. Sin embargo, se nos presenta ahora un gran peligro. El error más grave que aquí (en este punto de nuestro tratamiento) suele cometerse, consiste en que el cliente se sienta ya tan satisfecho con su trabajo que considere que puede actuar, de ahora en adelante, sin ningún miedo.

La sensación de que las fronteras de su personalidad están ya bien establecidas y de que su autoestima se encuentra alta (o, al menos, más alta que al comenzar la terapia), puede conducir al cliente a saborear el primero de los éxitos del tratamiento y a interpretar estos logros, consciente o inconscientemente, como el fin del trabajo.

En nuestra metáfora de la construcción, este error consistiría en considerar el edificio ya del todo terminado y preparado para el uso cuando solamente acabamos de plantar los cimientos del mismo. Esto es, evidentemente, un error. Es en este momento cuando debemos comenzar el trabajo de construcción del “cuerpo” del edificio. Por delante nos espera un bello camino de aprender a vivir SIN MIEDO.

La costumbre de actuar y vivir CON miedo nos impide, desde el momento en el que este miedo se aloja en nuestro pensamiento e invade nuestras acciones, experimentar las ocasiones escénicas de manera “real”. Cuando sentimos por primera vez que podemos ser libres de ese miedo, ésto puede impactarnos interiormente de tal manera que podemos, incluso, temer no ser capaces de mantenernos de esta nueva forma y desear retroceder a nuestro modo antiguo de actuación. Conceptualmente, el modelo del tratamiento del miedo consiste, por un lado, en dejar de “vencer” (luchar, resistir) al miedo y por otro lado, en aprender a vivir con bienestar, tranquilidad y alegría. Dicho de otra manera, el tratamiento del miedo se basa en el aprendizaje de lo que es contrario al miedo, esto es, el aprendizaje de experiencias de armonía y alegría.

Una vez que hemos establecido nuestros cimientos de autoestima, aceptación, fronteras, capacidades y permiso, iniciaremos la que considero la última etapa del tratamiento: el trabajo de aprender y aplicar en nuestra vida artística los patrones de armonía y estabilidad. De esta manera, estaremos pronto a las puertas de sentirnos libres de nuestros miedos a la hora de crear, conseguir, elegir, decidir y mantener el camino de nuestro propio bienestar.


V. Miedo escénico, auto-ayuda y Psicoterapia positiva

En esta última parte del artículo, me gustaría hablar de ciertas herramientas provenientes de la Psicoterapia positiva que nos serán muy útiles para el tratamiento del miedo y para el aprendizaje de una vida sin miedo y en paz. En el enfoque de la Psicoterapia positiva se otorga un gran valor al poder de cada persona, a sus capacidades y a sus fuerzas. Es precisamente esta razón la que me lleva a pensar que este enfoque (esta “filosofía”) es plenamente aplicable y aconsejable en la última etapa del tratamiento que nos ocupa ahora.

Por supuesto, puede resultarnos también muy útil (y es, de hecho, muy recomendable) ampliar nuestros conocimientos sobre otros enfoques psicoterapéuticos que aquí, sin embargo, no desarrollaremos.

La imagen positiva de la persona y el principio de auto-ayuda

La Psicoterapia positiva atribuye a cada persona muchas e inherentes capacidades. Cada persona tiene fuerzas dentro de sí para sobrevivir, resolver sus problemas y lograr éxitos, independientemente de su estado emocional, físico o de su nivel de desarrollo. Cada uno es, por lo tanto, capaz de superar sus miedos.

Regina Saenz, en su artículo dedicado a la Psicoterapia positiva, afirma que “es importante que la persona pueda descubrir las capacidades actuales como ideas o conceptos que operan detrás de los eventos cotidianos y de lo que se dice y se hace a diario, identificando de esta manera el «comportamiento crítico» que aparece como reglas arraigadas, roles y actitudes hacia las relaciones interpersonales y como directivas comportamentales que pueden ser armoniosas como también generadoras de conflictos” (en nuestro caso, generadoras de miedo). Desde este punto de vista concluyo que el paciente debe recoger su propia responsabilidad y observar su actitud hacia sí mismo preguntándose: ¿cómo utilizo yo mis propias capacidades? y ¿qué resultados logro con mis acciones?

Para todos aquellos que puedan estar interesados en aplicar el principio de auto-ayuda con el objetivo del desarrollo personal, propongo la lectura de los siguientes cuatro apartados. Para ahondar más en el ser de la Psicoterapia positiva, os recomiendo, por supuesto, el ya citado artículo de Regina Saenz que lleva el nombre de “Psicoterapia positiva: una nueva alternativa en psicología clínica” (Rev Cien Cult. 2000, n. 8, pp. 133-139.)

Modelo de equilibrio

“La persona en un eje de coordenadas, valora a través de su experiencia las cuatro dimensiones: cuerpo (yo),contacto (nosotros), logros (tu), y fantasía (nosotros primordial); el modelo de equilibrio es un diagrama romboide, que describe en términos de historia de vida y a través de cuatro dimensiones los estilos de vida individuales, y las diferencias de conceptos que producen conflictos.

Dicho diagrama permite visualizar las dimensiones sobreenfatizadas u olvidadas, conformando una figura romboide equilibrada o no.” Este modelo de equilibrio es una herramienta muy eficaz para el diagnóstico de nuestra personalidad. Con su ayuda, podemos ver dónde se esconden las causas de nuestros problemas. Puedo asegurarte que en el duro camino de por el camino de aprender a vivir en armonía se ocultan muchos obstáculos. El modelo de equilibrio nos ayudará a no perder el rumbo principal a pesar de todas las dificultades circunstanciales.

Observación y distanciamiento

A través de ellos, conseguiremos ser libres para actuar conscientemente en cualquier caso. Como reza la famosa metáfora, una persona no puede apreciar la perspectiva de un cuadro ni saborearlo como un todo si, en su deseo de observarlo, se arrima tanto a él que casi lo roza con la nariz. Para obtener una verdadera visión del todo, deberá dar unos pasos hacia atrás y observar la situación general. Así podrá pensar y actuar de una forma más lógica y libre.

Animación situacional

Esta técnica (que describimos mejor más abajo) exige a la persona que desea aplicarla un conocimiento de la naturaleza y la temporalidad de sus propios conceptos mentales. Permite a la persona que la ejercita acumular energía para avanzar en su desarrollo personal y no desperdiciarla en situaciones complejas o poco solucionables.

La Psicoterapia positiva nos sugiere las siguientes herramientas:

– el estímulo situacional, que consiste en darse apoyo a uno mismo centrando nuestra atención en nuestros puntos fuertes y en nuestros éxitos, en lugar de culparnos por algo malo.
– el estímulo paradójico, consistente en la reinterpretación de la situación concreta de un modo positivo, independientemente de cómo sea la situación real.
– la resolución de resistencias, que se basa en alcanzar la posibilidad de actuar con amor en lugar de con miedo.

Ampliación de objetivos vitales

“La base para la ampliación de objetivos es el contraconcepto, es decir, el concepto de expansión. El paciente expande sus objetivos en el área de las capacidades actuales […] Plantea aspectos a los que quiere dirigir su vida las próximas cinco semanas, cinco meses, cinco años en base a las cuatro áreas del modelo de equilibrio: cuerpo, logros, contacto y fantasía.”

Estas palabras forman parte de la conclusión del artículo de Regina Saenz que he citado anteriormente, y constituyen una clara invitación a un futuro libre y benéfico que depende de nosotros mismos. Solamente necesitamos tomar nuestra propia vida en nuestras manos.

La libertad está en ser dueños de la propia vida. Platón.

 

 

Nota por Igor Prokopyuk, psicoterapeuta, profesor de piano, intérprete de música clásica.

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