Con la inauguración de un flamante nuevo estudio de grabación, la Universidad Católica de Argentina da otro paso adelante hacia una formación integral de jóvenes músicos en un contexto de constantes avances tecnológicos.
Conversamos con Oliverio Duhalde, director del Departamento de Arte Sonoro y Producción Musical, quien nos cuenta cuáles son los desafíos actuales y futuros para compositores e instrumentistas en el rubro audiovisual.
Por Iván Gordin.
Oliverio Duhalde es músico, compositor, productor musical y licenciado en Dirección Orquestal graduado de la UCA. Además, en esta misma casa de estudios es uno de los principales propulsores de la innovación interdisciplinaria, donde forma parte de proyectos que unen el campo de la robótica con la composición musical. Sin embargo, este trayecto empezó hace casi dos décadas atrás: con tan solo 28 años, Oliverio tuvo la encomienda de diseñar una carrera que articulara la producción musical con otras expresiones artísticas; un espacio que actualizara la formación tradicional con la actualidad tecnológica. Con este vínculo en mente, nació la Licenciatura en Música Cinematográfica, un espacio académico que pone al músico al centro de la revolución digital. Sobre esto y mucho más nos abocamos a continuación.
¿Cómo surge la idea de una carrera que articule la música con otras disciplinas?
Por el año 2002, 2003 se venía hablando en la facultad de generar un tipo de perfil de egresado que no fuera solamente compositor, sino estuviera actualizado a la actualidad tecnológica, de lo que veníamos muy atrasados. Tenemos una formación ortodoxa muy sólida en la UCA y de mucho prestigio, pero nos costaba mucho dar el salto en el reconocimiento del presente tecnológico; que es lo que ha pasado en todas las carreras clásicas, que han tenido que reconvertirse de alguna manera Había una brecha laboral a cubrir, y si bien es una carrera artística y todos pensamos artísticamente, también tenés que pensar en cómo vas a preparar gente para articular con un universo, que si bien utiliza recursos artísticos, no lo es per se. Nosotros ahí teníamos una falencia porque no estábamos preparando a los egresados para eso, lo tenían que aprender afuera. Entonces lo primero que hicimos fue incorporar todo lo que es tecnología de la grabación y todo lo que es tecnología de la secuenciación y programación; la computadora se ha transformado en un instrumento central.
¿Siempre estuvo concebido como una carrera ligada a la música cinematográfica?
A partir de 2013 empezamos con una tecnicatura, hicimos una primera inversión en un laboratorio. Primero tardó en ser entendido cuál era el perfil, además era una tecnicatura al lado de la la Licenciatura en Composición, entonces había gente que cursaba las dos cosas. La tecnicatura eventualmente se volvió en licenciatura porque teníamos mucha gente interesada. Lo que hicimos fue presentar un plan de estudios nuevo que extendía la carrera dos años más. A partir de ahí tuvimos cada vez más alumnos, lo que nos permitió invertir y crear un estudio propio dentro de la universidad [NdA: el estudio fue inaugurado en julio de 2019]. Hoy en día es una carrera que en el tercer año tenés una salida en producción musical, y en los dos años posteriores una especialización en producción musical aplicada al universo audiovisual. Es poner un uso práctico, concreto e industrial de la música.
¿Qué saberes te parecen fundamentales para poder trabajar en la industria?
Hace veinte años producir una música que tuviera un finishing (proceso de finalización) profesional era carísimo, los equipos profesionales eran muy poco accesibles, tenías que tener un piso de inversión muy alto. Hoy podés hacer un producto muy competitivo con un costo que es una fracción muy pequeña de lo que era antes. Por eso tenemos que preparar a los alumnos desde el concepto del one man band [banda de un solo hombre]; por otro lado, estamos en un período de la historia donde el trabajo en equipo es un plus, poder trabajar dentro de estructuras más grandes es una ventaja. A veces pasa que nos topamos con chicos que vienen de estudiar composición en otros lugares y nunca prendieron una computadora. Eso no te puede pasar en el siglo XXI.
La música por computadora te permite anticipar y ensayar tu partitura, e incluso mostrarle a tu cliente lo que vos a grabar después. Eso antes no existía. Entonces, tenés que formar a tus profesionales para que puedan articular con lo que demanda la sociedad contemporánea y, en ese sentido, surge entonces la carrera de Música Cinematográfica, que tiene ese perfil: combina la base de la música tradicional (armonía, contrapunto, orquestación y composición) con conocimientos de acústica, grabación y programación. También es fundamental saber sobre sound design [diseño de sonido], que tiene mucha salida laboral….
Y que casi no hay formación específica en Argentina para ese rol…
Una cosa que pasa con los sound designers es que casi todos son músicos y eso te hace trabajar el sonido desde una óptica completamente diferente y conceptualmente mucho más sólida. Es muy difícil para alguien que no tiene cultura musical explicar el nivel de abstracción que tiene, por ejemplo, el objeto sonoro de Pierre Schaeffer. Esto te permite resolver problemas que no son musicales desde una perspectiva musical, por ejemplo, con la idea de “contrapunto audiovisual”. Es una materia muy interesante porque te abre la cabeza y te convierte en un compositor diferente, te abre el espectro tímbrico más allá de los convencionales.
¿Cómo se articula esta parte de la técnica y la composición con la narrativa audiovisual?
Nosotros en general tenemos materias teóricas y prácticas. En todas las materias de producción, la técnica se aprende a través de la práctica y esta se da por medio de contenidos artísticamente relevantes. Es decir, tenemos todo un ciclo de trabajos en que los chicos tienen que hacer alrededor de 25-30 trabajos en los que tienen un problema, asociado a un formato y a un género cinematográfico. La devolución de estos trabajos viene acompañada de forma conceptual que explica lo que hicieron. Es muy importante saber expresarse y justificar tus decisiones. Algo que cuesta mucho porque es bajar el concepto a la escritura. Y muchas veces este trabajo depende de un mail entre vos y tu cliente. Y además que esa explicación sea decodificable por alguien que no sabe de música.
Vos mencionaste la relación con el cliente, ¿cuál es el nivel de libertad que tiene un compositor ante cualquier pedido (guionista, director, etc)?
Hay cierta amplitud de libertad dada por la confianza, la trayectoria y la fama que te hacés como compositor. Cuando es un trabajo muy grande, mi consejo es mostrar algún tipo de referencia parecida, porque siempre podés explicar lo que vas a hacer. También tener en cuenta hacer planteos que tengan una lógica interna y esa es una idea propia de la literatura y la cinematografía. Cuando vos planteas una línea estética hay que hacer coherente con esa línea estética y es muy difícil mantener esa coherencia.
¿Qué posibilidades de inserción laboral observas en un mercado muy limitado y en muchos casos autogestivo como la de nuestro país?
No hay que pensar solo en Argentina porque estamos en un mundo súper dinámico. Si bien tenés que tener en cuenta la realidad local vos tenés que cambiar el chip. Yo trabajo con gente a la que nunca le vi la cara por ejemplo. Es verdad que en una producción mediana o grande, la articulación pasa a ser un tet a tet personal, pero hay toda una rama muy importante de laburos posibles que es a la distancia. Y en ese sentido tenemos una ventaja importante porque somos muy baratos.
En la realidad local, si bien se produce mucho, se produce a muy bajo costo, entonces en general el aspecto sonoro-musical termina recayendo en una sola persona o en dos que, en general, no tienen experiencia porque no han sido formadas para eso porque es alguien que estudió composición, o algún músico que por ahí es tremendo pero no estudió formalmente o no conoce la historia del cine. Incluso pasa que la formación de los directores de cine en sonido es muy básica o inexistente, tenemos carreras de dirección de cine que no tienen una materia de sonido, eso es inconcebible. Muchas veces los graduados de nuestra carrera terminan haciéndose cargo de toda la banda sonora, porque son los más idóneos para hacerlo. Y termina siendo dentro de la estructura semiformal que vos describís, y es fundamental un equipo de trabajo que después va creciendo en el tiempo.
¿Qué proyectos tienen preparados para el nuevo estudio de grabación?
Tenemos varios proyectos, uno es proseguir con nuestras ediciones discográficas. Nosotros solemos publicar discos, a razón de uno o dos por año. El año pasado publicamos del trío Alberto Williams. La idea es hacerlo de manera más regular, también es utilizar este ámbito para hacer trabajos de restauración de musicología. El instituto Carlos Vega tiene una gran cantidad de grabación que vamos a restaurar y digitalizarlas. También vamos a articular con otras carreras de la facultad. Con Ingeniería por ejemplo, con un estudio de grabación y con los estudios en diseño sonoro y acústica, que son estudios avanzados. Poseemos una capacidad de análisis fuera de lo común; tenemos proyectos que no tienen nada que ver con la música a priori pero sí con el sonido. Proyectos de robótica y proyectos de diagnóstico de funcionamiento de maquinaria a través de la sonoridad de esas máquinas. Peritajes judiciales, la universidad posee una capacidad y una homologación que la sitúa en un lugar muy interesante para hacer este tipo de trabajo.
Por otro lado, también estamos trabajando con Medicina para desarrollar una serie de tests de audición con tecnología nueva y de punta que solo puede crear en un estudio de grabación. El estudio también está centrado en la aplicación de tecnología de sonido al cine, el estudio es Sorround 5.1, ese tipo de ejercicio también hacemos y tenemos la capacidad de producir este tipo de sonido desde nuestras instalaciones.
Más allá de las grabaciones todos nuestros docentes tienen la posibilidad de grabar sus trabajos y además grabamos por fuera de la facultad, tenemos mucho equipamiento móvil, y después los mezclamos y masterizamos adentro. Y con respecto al lenguaje de la música que circula por el estudio, la facultad de música se ha abierto muchísimo. Ya no es solamente música clásica sino que abarcamos todas las músicas, desde música popular, electrónica, de vanguardia, clásica y antigua. La idea es que a partir de 2020 hacer ciclos de colecciones.
Todos los egresados de quinto año tienen que publicar un disco. Editan su primer disco dentro del ámbito de la facultad y, de hecho, para aprobar la materia de “Edición Discográfica” deben publicarlo en Spotify. En ese sentido, vamos a ser una usina de producción musical muy interesante.
Para cerrar, desde tu perspectiva, ¿cuál es el mayor desafío del músico en la actualidad?
Es un desafío doble. Por un lado la extensión del lenguaje musical en relación con el equipamiento creativo que se tiene, el uso de la tecnología que ha llegado para quedarse. Quiero aclarar que cualquier instrumento musical es tecnología. En ese sentido para los músicos debería, y es natural integrar cualquier aporte que la tecnología pueda hacer. Ya sea que tenga que ver con la electrónica o la acústica. Como artistas siempre tenemos la obligación de investigar nuevos medios de expresión.
También pasa por nuevas experiencias, llevar la música a través de dispositivos expresivos nuevos, como por ejemplo el celular, trabajar en tipos de creación colectiva. Estamos en un momento de la historia donde la respuesta y participación del público a través de la tecnología puede ser un tema interesante. Por ejemplo se plantean obras colectivas donde el público tiene influencia sobre el campo musical. Creo que es un tema para explorar muy interesante. Luego está el surgimiento de esta nueva forma de arte, que es el arte sonoro; que yo creo que si bien toma muchísimo de la música, toma muchísimo de las artes visuales al mismo tiempo.
Entonces el arte sonoro es algo de nuestro tiempo y que constantemente estimula el cruce transdisciplinar, la música con una escultura, una instalación, una performance. Y cuando digo música me refiero en el sentido amplio, en el sentido cageano. No solamente lo que nosotros conocemos como lo establecido (un cuarteto de cuerdas, dodecafonismo o nociones de armonía y melodía); sino a cosas más abiertas donde podamos utilizar elementos del gran universo sonoro que tenemos alrededor que son sonidos no convencionales. Me viene a la cabeza de [Mauricio] Kagel, por ejemplo, y obviamente eso está mucho más cercano al pensamiento de [John] Cage y [Marcel] Duchamp. Pero creo que el arte sonoro justamente es un espacio de expresión muy interesante y donde los músicos podemos articular de una manera muy fluida con el público.
Hay que admitir que la música contemporánea no ha logrado conectar con el público de manera masiva y eso tiene que ver mucho con el nivel de complejidad que hemos desarrollados internamente. Hay músicas que son de vanguardia pero que no son tan nuevas; géneros como el cine o como el arte sonoro acercan este tipo de sonoridades por fuera del ámbito común de la música a través de otros formatos.
Es decir, la música dialogando con otras artes, creo que es uno de los caminos más fuertes que tiene la música para emprender y de los desafíos más interesantes del compositor contemporáneo. No solamente los músicos, las otras disciplinas también son muy conscientes de esto. Hoy en día la articulación del arte propio con las otras artes establece una riqueza mayor.
Link a la versión de la revista digital Música Clásica 3.0: http://bit.ly/35NEXYq