«El Colón fue mi escuela y va a ser mi teatro toda la vida». Entrevista a Herman Cornejo.

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PH: LucasChilczuk

Previo a su visita a nuestro país para interpretar "El Corsario" en el Teatro Colón, nuestra colaboradora en danza Carolina Lázzaro entrevistó a Herman Cornejo, bailarín argentino que hace años triunfa en New York.

 

¿Cómo te iniciaste en el arte de la Danza?

Fue algo muy natural, un impulso que me salió de adentro. Recuerdo que mis padres me llevaron a un club para que eligiera alguna actividad física, había muchos deportes, y entre ellos estaba patín artístico, y con seis años dije: "Quiero hacer patín"; creo que era esa sensación de sentir el cuerpo, de sentir la música, la danza. Mi hermana ya hacía ballet, ella empezó con tres años, pero mi decisión de hacer patín artístico fue personal. Y luego, cuando tenía ocho años, observaba a mi hermana hacer su clase en el estudio de Wasil Tupin y Mercedes Serrano; recuerdo que miraba desde detrás del vidrio, y me encantaba ver en el estudio el piano, sentir la música… El maestro Tupin se dio cuenta que no solamente miraba, sino que intentaba practicar algunas cosas en el pasillo del estudio y un día me llamó y me preguntó si quería empezar ballet,  le dije que sí.  “Entonces vení mañana, con la mallita, y todo preparado”. Así que con ocho años empecé. A lo mejor sí influyó que mi hermana ya estuviera haciendo ballet, sobre todo con la afinidad que tengo con ella, que siempre quisimos estar juntos, pegados.

 

¿Hay en la familia antecedentes de bailarines o artistas, que pudieran haber influido en la vocación/profesión tuya y de tu hermana?

Mi padre militar, nada que ver con las artes… Aunque miento al decir eso, tenía el arte de volar: el arte  materializado en otra forma ¿no? Y mi madre también, ella adoraba la música clásica. Nosotros escuchábamos en casa música clásica y con mi hermana siempre nos poníamos a bailar en el living. Mi madre tiene, como mi padre, el arte en otro sentido; tiene las artes en las manos, es diseñadora y se ocupa de los diseños de la ropa de ballet de la marca que tenemos. Así que uno ve que en la familia estaba ese don por estar metido en las artes.

 

¿Considerás que hay dificultades "extra danza" que debe afrontar un varón que decide dedicarse a la danza clásica? ¿recibiste algún tipo de cuestionamientos por parte de familiares o amigos?

Dificultades para un varón… al principio, un poco. Pero la verdad que desde la salida de Jorge Donn de Argentina, que revolucionó y abrió las puertas a otros varones para que hagan danza clásica: como Julio Bocca y Maximiliano Guerra… Julio y Maxi son dos personas que no solamente abrieron las puertas a varones en Sudamérica en general para que hagan ballet, sino que transformaron la visión de lo que es la danza clásica, y gracias a ellos mi generación no la tuvo tan difícil.

En la escuela no recuerdo haber tenido problemas con mis compañeros, al contrario. Una vez lo dije y todo el mundo empezó a preguntarme cosas de la danza, de los pasos, de cómo se trabajaba, y si se cobraba (se ríe);  tomó mucha intriga y la verdad que no lo tuve tan difícil. Repito, eso gracias al trabajo de Julio y Maxi de hacerlo muy popular en la Argentina, llevar la danza por todos los países, todas las ciudades, mini teatros; la gente se acostumbró a ver la danza con otros ojos, como tiene que ser.

 

¿Desde hace cuanto residís en New York y cómo fue acostumbrarte a esta ciudad?

A principios del 1995  vine al  curso de verano del   School of American Ballet; me subieron al  último nivel de la escuela por el nivel técnico que tenía, con Stanley Williams -una leyenda acá en Estados Unidos-  como profesor; donde iba a tomar todas las mañanas la clase Mijaíl Barýshnikov. Fue una experiencia espectacular. Luego volví con el Ballet Argentino al City Center y fue mágico poder actuar y sentir la energía del público, que nos recibió espectacularmente. Me quedé enamorado con la ciudad pero también de la energía que se sentía para lo qué es el ballet cásico.

A los 17 años (después de la medalla de Moscú) vine con mi hermana; mi madre también nos acompañó -estuvo los primeros tres meses con nosotros que es lo que le otorgaba la visa- y me sentí muy acompañado, nos manejábamos entre nosotros con nuestras costumbres, y aprovechando todas las cosas que tenía Nueva York para ofrecer: me sentí como en casa, y en una ciudad espectacular. El ABT nos abrió las puertas desde el primer momento, nos ofreció contrato para la compañía joven, el  Studio Company. Me sentí muy cómodo, y el apoyo de mi hermana fue fundamental, estar con ella hizo que casi ni las costumbres se perdieran.

 

¿Hay cosas que te hagan  pensar con nostalgia en la argentina?

Bueno… parte de la familia ya que verlas tan poco da un poco de nostalgia. Y no sé… a mí el Teatro me da mucha nostalgia porque siento que me fui para poder realizar mi  carrera pero nunca dejé de ser integrante o parte del Teatro Colón, así que siempre tengo esa nostalgia de que me gustaría ser parte ¿no? Es como hablar de la familia: tus padres, tu hermana van a serlo toda la vida, y eso es lo que siento del Teatro Colón, fue mi escuela donde me inicié y va a ser mi Teatro toda la vida.

 

¿Tenés hobbies?

Me encanta dibujar, descubrí que podía hacerlo no hace muchos años que me dieron muchas ganas y dije: "bueno, a ver qué sale", y me llevé una sorpresa porque empezó a salir algo (se ríe). Es la única manera, a veces, de desconectar y de no pensar en nada más que en lo que estoy haciendo en ese momento.

 

¿Pensás a veces qué harías, o a qué te dedicarías, si no fueses bailarín?

Qué haría si no fuese bailarín… no sé. Ceo que todos nacemos con un propósito y en mí se manifestó siendo bailarín así que es muy difícil pensar qué haría si no fuera bailarín. Sí sé que en algún momento no voy a poder bailar más -lo cual espero que sea dentro de bastante-. Físicamente siento que mis próximos cinco años van a ser muy fuertes y en mi mente digo: "bueno ¿por qué no diez?". Esas barreras las desafiaron un poco Wendy Whelan y Alessandra Ferri, y han demostrado que la edad no significa nada, que cuando uno está activo y se siente con ese artistrty ¿por qué dejar el escenario, no? Eso me ayudó un poco a pensar en el no decir a mi cuerpo cuando me tengo que retirar, sino que él decida solo.

Pero aun así, si no bailara, estaría metido en las artes, creo que es el camino que esta vida me dio. Después de bailar me gustaría dirigir, me encanta la idea de ser director, es algo que está ahí en mi mente para cuando llegue el momento

 

 

¿Cómo creés que hubieran sido tus decisiones de no contar con la compañía de tu hermana Érica y el apoyo incondicional de tus padres? ¿Creés que tu carrera se hubiera desarrollado del mismo modo?

De no haber tenido el apoyo de mi hermana y de mis padres, hubiera sido una historia completamente diferente. Creo que acá el talento personal no vale tanto como el apoyo y la guía de lo que uno tiene que hacer con ese talento.

 

Cuando Julio Bocca te motivó para competir en Moscú ¿pensaste en la posibilidad de ganar?

Cuando Julio me ofreció la oportunidad de ir a Moscú fue inesperado, recuerdo que por desgracia justo me había esguinzado el pie y estábamos haciendo espectáculos en el Luna Park, y cuando él se acercó y me dijo: “Mirá, sé que estás lesionado, pero surgió esta oportunidad, si te apetece ir a la competición de Moscú…” y yo  me olvidé de todo, me olvidé de que el pie estaba mal, me olvidé de que no tenía la edad, y le dije: “¡Sí! Quiero ir. ¡Me encanta la idea!”. Pero nunca pensé: “si yo gano me va a abrir las puertas al mundo”. La oportunidad de ir fue lo que a mí me motivó, y experimentar lo que él había pasado en su época. A lo mejor por mi parte nunca hubiera pensado ir. Y nunca se me cruzó por la cabeza ganar. Creo que por el ritmo de trabajo con la compañía de Julio, el Ballet Argentino, que era muy duro y trabajábamos muchas horas, hacíamos giras, con repertorios diferentes, y también empecé a reemplazar a Julio en algunos de los Ballets, esa responsabilidad fue muy grande, entonces no tuve tiempo de pensar las cosas en el sentido de “adonde me estoy metiendo” o “si voy a la competición voy a ganar…”. Y así fue… fui con Lidia, preparamos 7 variaciones y trabajamos duro para conseguir un buen espectáculo, no para conseguir la medalla. Pero cuando uno se enfoca en hacer un buen espectáculo, viene la recompensa después

 

Cuando llegaste al ABT ¿sentiste que hubieran aspectos técnicos que debieras reeducar o reaprender? y la pregunta  inversa  ¿hubo algo que consideraras  que fuera superador  técnicamente,  desde tu formación argentina 

La verdades  que argentina tiene una escuela espectacular. Mi época con Wasil Tupin, Katty Gallo, Raúl Candal, con Lidia (Segni)…obviamente teniéndolo a Julio adelante como modelo,  fue un momento privilegiado para los alumnos de esa época. Unos maestros increíbles y me sirvió para llegar a Estados Unidos y sentirme muy cómodo en el American Ballet Teatre.

No sentí en ningún momento que técnicamente estuviera en pérdida con lo que había en Estados Unidos… lo que sí había en el American Ballet era estrellas, en todos los sentidos: como nombre, como bailarines, como artistas. Cuando yo entré a la compañía los principales de esa época eran Alessandra Ferri, Julio Bocca, José Carreño, Ángel Corrella, Ethan Stiefel, Amanda McKerrow, Julie Kent, Nina Ananiashvili, venían invitados como Carlos Acosta, Zakharova, Vladimir Malakhov también estaba como principal… Susan Jaffe. Y eso fue lo mejor que me pudo pasar, llegar al ABT con esos nombres en la compañía me sirvió a mí para decir:  "Okey, si yo quiero estar acá, tengo que hacer lo mejor, lo mejor de mí", y crecer dentro de la compañía, y llegar al puesto que yo quería, que era ser principal; siempre fue mí  meta, mi sueño era hacer los roles principales ¿no?

Y ser promovido a principal con solo 22 años, teniendo a estos nombres en el grupo, fue un shock, en cierta forma darte cuenta que todo ese trabajo en el Instituto (del Teatro Colón), en los espectáculos, con la compañía del Ballet Argentino, todo fue aportar a este momento. Hoy lo pienso y digo: con 8 años decidí hacer ballet, y no solamente decidí hacer ballet sino que decidí que iba a hacer esto para el resto de mi vida, que esta era mi profesión, y es increíble como uno lo puede sentir siendo tan chiquito, tan niño. Desde ese momento, en el American Ballet, cuando yo llegué con 17 años, pasó a ser mi casa, la compañía que  me abrió las puertas, que me dio la oportunidad de hacer lo que yo exponía, lo que yo demostré, y hoy pasaron 20 años aunque aún no  lo celebro porque mi primer contrato fue de aprendiz que no está evaluado como estable, así que mis 20 años los celebraré en el 2019 con el ABT.

Así que pasó mucho tiempo.

 

¿Cómo te llevas con las danzas populares?

El Teatro Colón además de la buena escuela que tiene, te hace incursionar en las danzas populares. Tuvimos Folklore, Tango, y son danzas que las llevo en el corazón, siempre me gustó el Folklore… Casi todas las coreografías que hago tienen una sensación tanguera ¿no? Creo que es un sello, un sello argentino.

 

En relación a tu afición por el teatro ¿has pensado alguna vez en dedicarte seriamente, más adelante?

Creo que me estoy dedicando al teatro, ser un bailarín requiere ser un actor en escena, ya que el ochenta por ciento de las veces que subo al escenario es para interpretar un rol en un ballet completo. El ballet es teatro, si no está la interpretación para mí no sería ballet clásico ¿no es cierto? y eso es una visión muy personal, si yo no pudiera interpretar ese rol, decir algo con ese rol, no sé si estaría bailando. Justamente lo que me motiva a subir al escenario es la interpretación, sentir el rol, dejarle un mensaje al público.

 

¿Cambió tu vida profesional por el hecho de  haber recibido una de las distinciones más importantes -si no la más- para un bailarín: el Premio Benois de la Danza?

No… no cambió. Es como lo que hablábamos para el premio de Moscú, los reconocimientos son lindos, pero se dejan a un lado. Uno no hace esto por los premios (si bien en este tipo de premios te catalogan como uno de los mejores del mundo y te ponen de alguna forma en una lista). Los premios no cambian lo que uno hace en el escenario. Lo que uno hace en el escenario es muy especial, es tan personal, tan íntimo con el público de ese día, un live performance, un  momento único, que se comparte entre el bailarín que está en escena y el público, y no se vuelve a repetir.

 

Sobre el Corsario

¿Cómo te llevás particularmente con Conrad? ¿Cómo te interpela este argumento tan sensible en la actualidad, que versa sobre lo que la sociedad de hoy bien podría llamar "trata de personas con fines de explotación sexual"?

Si bien es una historia con un argumento sensible de la explotación sexual, el ballet en cierta forma también está para contar historias, historias reales. Pero Conrad digamos que es el rol héroe de la obra, y El Corsario tiene un final feliz porque si nos ponemos a ver: en el primer acto las tres odaliscas al final no son vendidas. Conrad se enamora y hace lo que sea para rescatarla, y la rescata junto con Gulnara con su amiga. En el segundo acto yo en contra de mis amigos piratas libero a todas las mujeres, y todo provocado por Conrad ¿no? es el único que dice “No, esto no está bien”, porque él está enamorado de Medora, y ese amor es lo que lo hace cambiar de idea. Y en el  final, trágico con el hundimiento del barco, Conrad y Medora se salvan…y te das cuenta ahí que  el ballet manda un mensaje donde el malo muere y el amor prevalece, el amor que hace que se termine con toda esta explotación.

Por eso es también uno de los roles que me encanta actuar, porque es el héroe del momento.

 

 ¿Te entusiasma la idea de venir a la Argentina , y de volver a trabajar con  Julio Bocca?

¡Me encanta la idea de volver a la argentina! Es el anhelo que tengo, volver a bailar en el Teatro Colón. Es un highlight en mi carrera. Es más, me encantaría que ocurriera más a menudo. Mi primera invitación concreta vino de la mano de Maximiliano Guerra para hacer la Bayadera, y fue un sueño hecho realidad. Por un momento pensé que ya nunca se me iba a invitar, pero a Dios gracias pasó y me emociona que vuelva a pasar ahora de la mano de Paloma Herrera en la obra del Corsario, y obviamente trabajar con Julio va a ser un honor, como siempre fue estar a su lado

 

¿Cómo crees que se puede acercar nuevo público al ballet?

Creo que haciendo mucho ballet, muchas producciones. No solamente  el Teatro Colón sino todas las compañías que hay en la Argentina deberían estar en pie, trabajando durante todo el año, con más espectáculos. Es una desgracia que cada vez queden menos compañías, es algo que no podemos permitir, todo lo contrario. Deberíamos estar creando cada vez más compañías, más grupos… Hay que pensar que a lo mejor un niño que se inicia en las artes va a ver un espectáculo y con ese espectáculo a él se le encienden las lamparitas de empezar a crear cosas o a sumergirse en un mundo completamente diferente.

Por eso tenemos que seguir evolucionando en la danza, no estancarse con los ballets clásicos, antiguos, sino traer coreografías nuevas, o producciones diferentes que en Argentina no se han visto, de los Lagos de los Cisnes, de los Giselles, coreografías actuales que son muy diferentes, y está bueno que el público lo vea. Porque creo que sí hace falta traer nuevo público al ballet, pero también hay que traer nuevos ballets al público.

 

Por Carolina Lázzaro.

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