El Arte es uno. Entrevista a Jorgela Argañarás

Música, danza, teatro, pintura, literatura, cine; todas las diferentes ramas del arte siempre de algún modo juegan, se salpican, mezclan, se fusionan y conforman un todo. Está en todo. La sección #OtrasMúsicas toma esa esencia y la lleva a los lectores, aprovechando así un paseo por la vida y obra de nuestros artistas.

Por Natalia Cardillo.

Ríos de glicinas al sur. De Viedma a San Telmo, Jorgela Argañarás presenta Casa Natal. 

Cuando la música y el color danzan juntos, los duendes del recuerdo invitan a despabilar los sentidos que adormilan en el inabarcable bosque de nuestra existencia.

Los fenómenos naturales confluyen en un prisma regular. Parcela, que tiene fronteras astronómicas, requiere de la destreza del cuerpo y la respiración alveolar. Definición que animaliza el universo de la civilización pictórica de Jorgela Argañarás. Definición que alimenta la cultura de los citadinos que jamás penetraron un monte, o no bucearon el lecho de un río abrazando peces ámbares, o no conocen las piletas de La Lobería. O nunca se helaron los huesos al viento atlántico. Jorgela es el olor de ese viento y es austral.  Se infiltra el paisaje en su paleta aguda”.

Así brinda Lila Siegrist su estampa de esta auténtica postal rionegrina que es Jorgela Argañarás. La pintora realizará, a partir de este jueves, una nueva exposición: “Casa Natal”. Allí quedan configurados la naturaleza y el recuerdo. Elementos fundamentales de la obra de esta artista que cuenta con un universo plagado de vertientes, mezcla de pinceles, música, danza y una mística tan insondable como su paleta de colores.

¿Cómo se dio el paso de la danza a la pintura?¿Qué te indicó que la pintura iba a ser otra parte de vos? 

Fue automático creo. Dejar una forma de expresión para entrar en otra fue una necesidad y fue algo muy natural a la vez, porque el deseo de la pintura siempre estuvo circulando en mi vida. Mi abuela pintaba, mi abuela Emilia, la más amada… Estaban sus pinceles en un cacharro de cobre impregnados de trementina. Ese olor era irresistible para mí. Durante años dije a los cuatro vientos “¡Algún día voy a pintar!”. Y el padre de mis dos hijos más grandes (Julián y Joaquín) para un cumpleaños me dijo “¡Empezá hoy!” y me regaló un atril, unas pinturas y una tela. Eso fue a fines de los noventa. Ahí empezó mi viaje con la pintura, sin retorno. 

Los árboles, el agua infaltable, el cielo bajado a la tierra… siempre la naturaleza presente. Ese seguir en tu Viedma natal que guarda tanta naturaleza y el origen. En Placa Madre, muestra anterior, hablabas de esa madre que ya no estaba. Tu nueva muestra Casa Natal, ¿es una secuela de aquel espacio “encima nuestro” que queda abierto cuando nuestros padres no están más? ¿“La Casa” nos habla de otro modo? ¿O muestra lo que nosotros mismos decimos a partir de allí?

En un lapso muy corto de tiempo murió mi vieja, después mi viejo y a los veinte días mi hermano mayor. Casi que no tenía a quien preguntarle sobre muchas cosas que quedaron en una nebulosa de memoria. «Mi memoria deshilachada que no deja recordarme nada…» canta Raly (Barrionuevo) en una canción hermosa. Me queda un hermano que se acuerda de algo que yo no recuerdo, pero faltaba mucha información. Después de despedir las cenizas de mi papá y mi hermano en el río de Viedma, volví al taller y comenzó a surgir toda esta información de espacios, ambientes y estados de ánimo, de las casas que fuimos y de la Casa que soy hoy.

Esa casa es todo; es una y es muchas.

Casa Natal abarca muchos espacios de las personas en distintos momentos de la vida. Es un árbol de la costanera de Viedma y también es una escalera de una casa en la que viví un tiempo. Es el gallinero abandonado de la casa de Viedma y las parras estalladas de uvas. La galería de glicinas en una casa que vivimos en General Conesa, las chacras, la cosecha, la uva pisada por los ucranianos, la tierra, el mar, el Río Negro. Los patios, los jardines, y las rosas de mi mamá. Casa Natal es el asiento de atrás de un auto, una esquina… Son todos esos espacios que aparecieron y siguen apareciendo en el taller. Vienen… solos… están ahí, ¡y no paran! De pronto una mancha es una luz cruzando la escalera, otra mancha arrastrada es el intento de pintar un perfume de siesta o el viento sacudiendo las ventanas. El viento de locos y locas de la Patagonia. Todo eso y también cada uno de nosotros portando esos recuerdos somos Casa Natal. Soy Casa Natal cuando soy y respiro en la pintura. 

 

¿Cuál fue el proceso evolutivo como artista que te sucedió desde tu primera muestra hasta hoy?

Pasaron veinte años desde mi primera muestra en un taller de San Isidro hasta hoy. Pasó la vida y pasaron muchas horas de trabajo. Creo en el hacer y el sentir en ese hacer. Creo en mi catarsis pictórica, en ese «no poder parar de pintar». Ahí está todo para mí en relación a cualquier arte. Me interesa la frontalidad, casi animal te diría, en la pintura. También he sido una alumna muy “esponja” de mis maestros y curadores. Eso me permitió aprender mucho; escuchar, guardar silencio, entender. Reflexionar en la pauta o el mensaje de mis maestros para mí ha sido clave, porque todavía los escucho hablar cuando estoy sola en el taller pintando. Están sus decisiones muchas veces dictando por donde seguir el camino de un cuadro. Los maestros curadores y artistas que tuve y tengo cerca, sobre todo eso, me dieron y me dan un enorme entusiasmo para hacer y seguir pintando. No hay otro camino para mí. En la danza es el entrenamiento y la práctica para poder transmitir emocionalidad con esa libertad que te da el dominio del cuerpo. En la pintura, si no pintás, no sabes quién sos. ¿Qué vas a hacer si no pintás? ¿Te vas a quedar abrazado a los cinco cuadros que te salieron muy bien? Imaginate… ¡Una locura!

 

¿Escuchás música mientras pintás? En ese caso, ¿qué escuchás?

¡Siempre!  Escucho radio también y música en Spotify. Puedo escuchar músicas que elijo y que van desde un extremo de música clásica a una zamba, o de una chacarera a (Luis Alberto) Spinetta. Y de ahí siempre la lista aleatoria de Spotify me lleva a artistas insólitos y desconocidos por completo. Algunos buenísimos que no sé quiénes son, ni tampoco sé muy bien cuando aparecieron sonando en el taller. Por momentos apago todo o sigo buscando cierto clima y pongo una lista infinita de los Beatles. Los momentos en que apago todo son bastante intensos. Siento mi respiración y no vuela una mosca. Es fuerte ese silencio también en la pintura, y es conmovedor.

 

Si tuvieses que hacer un paralelismo entre tu arte y la música de todos los tiempos, ¿con qué movimiento te sentirías más cercana?

Me siento cercana a todos los artistas que me emocionan, que me conmueven, que me hacen feliz por un instante. Me siento cercana a lo que me moviliza de algún modo. Y eso me puede suceder con cualquier movimiento artístico de todos los tiempos. Hace pocos días vi por primera vez a Catriel y a Paco Amoroso en vivo… ¡Me volví loca! No puedo creer lo que generan esos pibes en vivo. Yo creo en eso y me siento cerca de esas obras que conectan con el corazón de las personas.

 

Ya la danza, ya la pintura… ¿Qué otra cosa queda dando vueltas en tu amplio mundo artístico?

Me gustaría saber fotografía. Admiro a los fotógrafos que saben usar esos lentes que son un lío y convierten lo que ven en maravilla. 

 

Contame de tus expectativas y tu mensaje sobre Casa Natal.

Esta es una serie muy especial para mí. Es una muestra que me permite volver a “mi Casa Natal” siempre que quiera; que son esos lugares que surgieron de una profunda neblina de olvido, de confusión, de no recordar, de no poder ver, a encontrarme con lugares y espacios que viví. Siempre espero lo mismo de las muestras: que movilicen a alguien, que sea encantador encontrarnos en la pintura con otras almas sensibles. Eso me hace muy bien y le da algún sentido a este viaje en el que estoy metida.


 

Jorgela Argañarás

Nació en Viedma, Río Negro. 
Fue bailarina, cursó en la Universidad del Salvador, la escuela de Estudios Orientales. Desarrolló su formación pictórica en los talleres de Nora Corradetti, Juan Astica, Ariel Mlynarzewicz   y Roberto Páez. 

Han sido curadores de sus muestras: Juan Astica, Maggie de Koenigsberg, Duilio Pierri,  Miguel Ronsino, Damián Masotta, Sergio Cruz, Lila Siegrist, y Roberto Echen.
Actualmente vive y tiene su taller en San Isidro, Buenos Aires.
Ha realizado muestras individuales y grupales en:
 ARTEBA, CEC Rosario, Expotrastienda, Eggo, Espacio de Arte Biblioteca del Congreso de la Nación, Masotta Torres Galería de Arte, Galería Ricardo López, Espacio de Arte Ecunhi, Espacio de Arte Casa Carlos Tays Jardín Botánico de Buenos Aires, C. C. Borges, Espacio Memoria en Rosario, Paseo del Buen Pastor en Córdoba, Anexo del Congreso de La Nación, Centro Cultural Federal Pilar,  Espacio de Arte Centro Cultural Villa Carlos Paz, entre otros.

Inauguración: Jueves 5 de Marzo 19:00hs
Espacio 865 – Humberto Primo 865 – San Telmo – CABA

Casa Natal
Curador: Sergio Cruz.

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