
Hace 190 años nacía Edgar Degas, pintor y escultor francés precursor del Impresionismo, aunque él rechazó el término y prefirió ser llamado realista. Sus cuadros capturan el movimiento y son particularmente recordadas sus retratos de bailarinas.
Hilaire-Germain-Edgar de Gas, conocido como Edgar Degas nació en Paris en 1834. Fue pintor, escultor y fotógrafo, ramas artísticas que combinaba y con las que conseguía retroalimentarse para hacer creaciones impresionistas. Poco amigo del dinero y del lucro personal nunca fue una persona de muchas amistades, situación que se agravó con el paso del tiempo.
En varias de sus pinturas posteriores, Degas retrató bailarinas ensayando o preparándose tras el escenario, enfatizando su estatus de profesionales haciendo su trabajo. A partir de 1870, las obras de bailarinas aumentaron considerablemente, en parte por la necesidad de pagar las deudas de su hermano, que habían dejado a la familia en bancarrota, ya que las pinturas de esta temática se vendían bien.
Su carrera artística terminó prácticamente en 1912, cuando deja de trabajar y es obligado a mudarse debido a la demolición de su residencia en Victor Masse.? Debido a su aislamiento social, Degas nunca estuvo casado y vivió las últimas décadas de su vida solo, casi ciego debido a la enfermedad ocular que se le había desarrollado a través de los años, paseando solitario por las calles de París. En 1917 murió sin más descendiente que las maravillosas obras que cuelgan de las paredes de gran cantidad de museos y galerías.
Las formas que pinta las extraía de la contemplación del natural y después recurría a representaciones basadas en puntos de vista más tradicionales como en su obra La clase de danza (arriba), o a ángulos de visión y encuadres completamente insospechados, como es el caso de esta escena titulada Bailarinas de ballet (abajo) que realizó con la técnica del pastel, una técnica que le permitía mucha más espontaneidad e inmediatez que los clásicos óleos.
El tema de ballet y la danza es una constante en Degas, incluso para su creación escultórica, que es realmente sorprendente en su época, con figuras como El gran arabesco o la encantadora Bailarina de catorce años.
Y del ballet le interesaba más asistir a los entrenamientos y ensayos, que a las representaciones teatrales en sí. Observaba a las bailarinas, descansando, vistiéndose, conversando, aprendiendo, etc, y de todo ello tomaba apuntes.