Dudamel y el sistema que lo vio nacer.

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José Antonio Abreu (Valera, 7 de mayo de 1939-Caracas, 24 de marzo de 2018) ha reafirmado el poder de la música para reunir, compartir y transformar sociedades a través de instrumentos y voces, como parte de su mística pedagógica.

Por otra parte, Gustavo Dudamel es sin duda el hijo más representativo y, por lejos, con mayor repercusión internacional que haya tenido la organización venezolana de orquestas infantiles y juveniles que tanta fama y trascendencia ha adquirido a nivel mundial. 

Hoy, en el aniversario de su nacimiento, recordamos al padre y alma de El Sistema.

 

 

Aquí un poco de historia por Pablo Lucioni:

Gustavo Adolfo Dudamel Rodríguez, tal su nombre completo, indudablemente es el hijo más representativo y, por lejos, con mayor repercusión internacional que haya tenido El Sistema. Gustavo a secas, como en forma afectuosa lo llama el público y como también se lo conoce mediáticamente, tuvo un perfil que, desde su temprana juventud, lo convirtió en una figura atractiva y carismática. Sumado esto a su talento musical y a un apoyo no menor que recibió de su país, algunos inclusive dirán que del régimen, lo catapultó a las ligas mayores de la escena musical internacional.

El fenómeno fugaz que podría haber sido, por el contrario, se convirtió en un sólido exponente de la dirección, disputado por orquestas, mantenido como una valiosa joya por la discográfica Deutsche Grammophon, buscado por los medios como un referente en formato jovial y desacartonado para hablar de música clásica… Ya nadie duda que el músico, el artista, superó al prodigio fotogénico emergente de hace unos años y, aun sin perder el atractivo inicial, llegó a ser un director que marca tendencias con simultáneo respeto por la tradición.

Hablar del presente de Dudamel como director consolidado, como una de las batutas más respetadas de su generación, para muchos puede ser emblemático por el hecho de que un latinoamericano haya logrado jugar en primera en un mundo tan marcado por el centralismo como lo ha sido, y sigue siendo, el de la dirección orquestal. Es que a lo largo de las décadas, tanto previo a la discografía y a los videos de conciertos, como hasta en la época que vivimos, los grandes referentes de este arte tan ligado a la tradición europea han sido principalmente del viejo continente y, a lo sumo, de otros países centrales como Estados Unidos, Japón… Para otras ramas del quehacer musical, como lo son cantantes o instrumentistas, ha habido no pocos exponentes de distintas regiones del mundo, que tal vez no de forma balanceada, pero sí más pareja, han competido con los nacidos y formados en los países más determinantes culturalmente, algo que por supuesto está en relación directa con su poder económico y político como naciones.

Con un tono ideológico más marcado, otros interpretan más profundamente el hecho de que alguien oriundo de un país perteneciente a esa entidad conceptual llamada periferia acceda a esta elite cultural de los grandes directores y lo ven como un triunfo ejemplar y la expresión patente de un fenómeno sociocultural que comenzó a mediados de los ’70 en Venezuela.

 

El Sistema:

Como alguna vez dijera José Antonio Abreu: “El Sistema nace para llevar a cada rincón del país y a todos los niños venezolanos sin distingo de ningún tipo, el mensaje de que la música permite vivenciar la belleza del ser en todas sus dimensiones y convertir la experiencia colectiva en la sublime elevación espiritual del ser humano.” Indudablemente como enunciado es más que elogiable, pero, más allá del ideal expresado en la definición de su creador o, por sobre ello, si algo ha caracterizado a esta iniciativa fueron sus resultados prácticos, su efectividad empírica por sobre cualquier teorización o enunciación.

En palabras de Guillermo Scarabino, alguien que ha tenido mucho que ver en nuestro país con la formación musical: “El caso de Venezuela es especial y ejemplar, porque es un proyecto donde lo musical inicialmente no estaba en primer plano, sino que tenía una trascendencia social muy importante. Se empezó en lugares marginales con niños a los cuales el instrumento les daba un quehacer diario que de alguna manera los preservaba de andar en la calle o entrar en contacto con la marginalidad delictiva.”

La crónica dice que en 1975 Abreu funda Acción Social para la Música, lo cual sería el germen del proyecto. Correspondería indicar que esto se da en el marco de un decreto de más de una década antes que proponía la obligatoriedad de la práctica musical en conjunto para los estudiantes de música del país. Es en ese contexto que Abreu, con un grupo de ocho músicos, formaron el primer núcleo (la unidad de gestión básica) de El Sistema. Ya en esta época es que se acuña la famosa consigna, el lema “Tocar y luchar”. La frase, muy de los ’70 latinoamericanistas, de una impronta aparentemente social, el mismo Abreu terminó explicándola tiempo después más desde la perspectiva del esfuerzo y no de lo que a priori sugiere.

En palabras del mismísimo Claudio Abbado, quien ha tenido que ver con la difusión del fenómeno a nivel mundial: “Encuentro que desde el punto de vista musical, humanitario, social y político es algo excepcional.” Por supuesto, el gran maestro italiano, miembro del Partido Comunista y regular promotor de iniciativas culturales y sociales de inclusión, sentía un gran respeto por el proyecto que había generado Abreu y lo consideraba un logro a ser emulado. 

Es interesante el documental Tocar y Luchar de 2006, dirigido por el venezolano Alberto Arvelo, quien en su infancia fue formado en el sistema de orquestas. Allí pueden verse fragmentos de entrevista con Abreu en donde están plasmadas varias de sus ideas.

Hoy en día, y tras múltiples denominaciones y dependencias, el título completo que recibe la iniciativa es: Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV) la cual fue adscrita al Ministerio de Familia, Salud y Deportes, en un hecho conflictivo por el cual el gobierno de Chávez le quitó en 2003 la autonomía de la que alguna vez gozara.

 

Música, educación y política:

En 1975 también es fundada la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela Juan José Landaeta, que luego pasaría a ser la que hoy conocemos como Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, es decir la “Simón Bolívar” con la que Dudamel recorrió el mundo como director titular, incluida una visita a nuestro país con dos interesantes presentaciones en 2013. Este cuerpo orquestal llamado a volverse emblema y estandarte se crea durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez en Venezuela. Hasta su fallecimiento, y por más de cuatro décadas de actividad, Abreu vio pasar a ocho políticos distintos por el sillón presidencial de su país.

Indudablemente la iniciativa de El Sistema tiene una función social que como tal es un hecho político en sí. Algunos plantean que Abreu logró mantenerse tanto tiempo en la función pública y en la gestión cultural siendo esencialmente apartidario. Esto es muy relativo, pues él fue diputado nacional por el conservador partido Acción Democrática ya en 1963. A través del tiempo ese posicionamiento que podría haberse considerado más de derecha fue dando lugar a relaciones que podrían entenderse como más progresistas, y luego, más cercanas a la así llamada Revolución Bolivariana (chavismo).

En definitiva El Sistema siempre necesitó del estado, porque claramente esta gran iniciativa no habría adquirido la envergadura que tomó de no haber habido un fuerte y decidido apoyo. Pero también los políticos, los gobiernos, y los regímenes inclusive, se apalancaron con el perfil de proyecto educativo exitoso y éticamente incuestionado que en general caracterizó la iniciativa de Abreu, como un producto exportable más respetado y edificante que el petróleo de la cuenca del Orinoco y las telenovelas.

Se entenderá que un proyecto cultural y social que ha llegado a integrar cerca de un millón de niños y jóvenes, proveyendo instrumentos, docentes, espacios de trabajo, conciertos, viajes, seminarios de perfeccionamiento, actividades de difusión… no es ni económico ni fácil de sostener. La astucia o habilidad de su creador, más que haberle dado origen a esta iniciativa, fue haber logrado no sólo que se sostuviera, sino que creciera a lo largo de más de cuatro décadas. Cualquiera que haya estado cerca de la gestión cultural en Latinoamérica sabrá que eso es extraordinario en un continente plagado por la inestabilidad cíclica de los proyectos y las autoridades. El Sistema mostró una resiliencia extraordinaria a cambios políticos notorios que se dieron en su país, y aunque no debiera ser así, ese termina siendo uno de sus logros más destacables.

El Centro Nacional de Acción Social por la Música (CNASPM), la catedral del sistema y centro de comando de Abreu, fue una obra monumental realizada en Caracas, en el boulevard Amador Bendayán, bajo un proyecto de Tomás Lugo. A partir de 2009 y completamente inaugurado desde 2011, dotó de flamantes salas de concierto sinfónicas y de cámara, conservatorio, biblioteca, teatro… volviéndose “La sede”, como se le dice actualmente. Un espléndido centro cultural que consolidó en un templo imperecedero la actividad de la institución. No son pocos los que consideran este gran logro de Abreu como el premio a su relación, cuando menos funcional si no ideológica, con la Revolución Bolivariana.

En 2014 aparece el sonado libro “El Sistema: Orchestrating Venezuela’s Youth” (El Sistema: orquestando a la juventud venezolana), un trabajo de investigación de Geoffrey Baker, un catedrático inglés, el cual es particularmente crítico con lo que él llama el lado oscuro de El Sistema. En sus palabras: “Abreu pasó de ser un ministro de cultura liberal a principios de los ‘90 a convertirse en una mano derecha de Chávez y Maduro. Esto parece haber alienado a muchas personas (…) Tal vez el problema fundamental es la estructura opaca y la dinámica del poder (…) Muchas veces los músicos comparaban a El Sistema con una mafia o un culto, lo cual es muy preocupante si nos referimos a un programa de educación musical. Queda muy claro cómo funcionan las cosas: los líderes envían órdenes y su palabra llega a todos los demás. Es una autocracia clásica.” Esta polémica visión no es la única en contra, y aunque documentada con varias entrevistas, parte de una hipótesis condenatoria, que evidencia un posicionamiento político claro, donde tiene no poco peso la generalizada oposición internacional, cada vez más marcada, hacia el régimen chavista.

 

El Sistema en el mundo:

Abreu, que aparte de ser un respetado e interesante músico y compositor, era economista, tenía una gran habilidad para desenvolverse en las esferas políticas, y supo no sólo conseguir lo que necesitaba de los distintos gobiernos de su país: fue también un excelente difusor y captor de apoyos para su iniciativa a nivel mundial. En 1993 la institución que había creado es galardonada con el Premio Internacional del International Music Council de la UNESCO. En 1995 la misma UNESCO lo nombra embajador en Misión Especial para el Desarrollo de una Red Global de Orquestas Juveniles e Infantiles y Coros, y luego la misma institución termina creando un programa internacional equivalente. Los premios y reconocimientos a Abreu y su proyecto en todo el mundo se cuentan por decenas.

Hubo varias iniciativas en distintos países, principalmente en Latinoamérica, habiendo existido por ejemplo en Argentina una serie de talleres y seminarios con músicos de El Sistema como los que coordinara Eduardo Pugliese, director y catedrático argentino en 1993, que luego dieran lugar en el marco de la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) a una orquesta de inclusión social. En 1994 Mario Benzecry crea por sugerencia del mismo Abreu la Orquesta Sinfónica Juvenil José de San Martín, como un pretendido concepto simétrico de la Simón Bolívar. Esta institución sigue funcionando hasta nuestros días, desde 2013 relanzada bajo el auspicio del Ministerio de Cultura, pero su objetivo principal es de profesionalización de jóvenes músicos y de difusión para nuevos públicos. También la Orquesta Académica del Teatro Colón, con sus posteriores denominaciones, tuvo una función formativa pre-profesional, sólo uno de los atributos de las orquestas venezolanas.

La iniciativa de María Valeria Atela en la localidad bonaerense de Chascomús, presidente de la Fundación Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Argentina, sería en todo sentido lo más referencialmente parecido al sistema venezolano, e inclusive contó con el patrocinio y apoyo directo de Abreu. El núcleo fundacional es la Orquesta Escuela de Chascomús, que la misma Atela creara en 1998. La muy meritoria subsistencia de esta línea de trabajo durante veinte años, con una alta dosis de tesón y esfuerzo personal aunque con una impronta regional, pone en evidencia que aun con ideas, voluntad y una enorme perseverancia, existen limitaciones prácticas difíciles de trascender para llegar a la generalización de este concepto. Si no hay un estado nacional que nutra económicamente al proyecto y lo instrumente como una política pública, el esfuerzo se convertirá en una iniciativa elogiable pero siempre más o menos aislada.

 

El legado:

El veinticinco de marzo de este año, en el Centro de Acción Social para la Música, Venezuela despidió con la dimensión y pompa de un héroe nacional al maestro que había logrado a través de la pedagogía de la música clásica lo que innumerables políticos, sociólogos y gestores culturales jamás estuvieron ni cerca de alcanzar: producir algún cambio significativo y perceptible en el tejido sociocultural de una nación, con repercusiones positivas para los individuos y la sociedad. Puede que sea algo de la capacidad misma de la música, del poder no literal y abstracto, pero al mismo tiempo tan trascendente que las altas creaciones de la humanidad en el repertorio sinfónico y orquestal portan consigo. Un poder que muchos intuitivamente reconocen, que quienes son iniciados y conocedores saben que puede ser sobrecogedor y transformador, pero que en general y para las mayorías, nunca pasa de ser distante y de poco acceso.

Claudio Abbado se sorprendía de que algo así no se le hubiera ocurrido a nadie antes, y tal vez el hallazgo, el aporte mayor de José Antonio Abreu, haya sido demostrar cómo lo metódico de ponerse a hacer, de acceder al entendimiento de estas grandes creaciones vía la disciplina del estudio y de la actividad en conjunto potenciadora, dedicada, perseverante, sea lo transformador del individuo en sí. No pretender que el gusto se forme desde la escucha pasiva de algo en origen ajeno, sino desde el ser parte, desde el hacer y crear, aportando así a un sentido de pertenencia a una comunidad, que sinérgicamente potencia y hace crecer a aquellos que la componen. En definitiva, parecería lógico admitir que re-crear, interpretar grandes obras con un alto grado de elaboración, lleva a que en el proceso requerido para hacerlo con excelencia, los individuos y el colectivo deban inevitablemente mejorarse a sí mismos, siendo esto un enorme campo de desarrollo social, con o sin política de por medio.

El maestro venerado y símbolo ya no está más, y el rumbo que tome la sucesión en Venezuela es algo que nadie podría asegurar dentro de la conflictiva situación del país.  Sus logros siguen vivos en el mundo entero, el carácter referencial y su figura probablemente continúen siendo inspiración por bastante tiempo. Aun con los cuestionamientos que se le han hecho, esta es la iniciativa de educación musical más grande y trascendente que haya existido en la historia de la humanidad, y uno de los ejemplos más claros e irrefutables del poder transformador de la música.

“El arte comenzó siendo una cuestión de minorías para minorías, luego pasó a serlo de minorías para mayorías, nosotros hemos iniciado una nueva era en que es una empresa de mayorías para mayorías.” José Antonio Abreu.


Opiniones

Guillermo Scarabino

En mi opinión, el modelo venezolano no es directamente exportable ya que se funda en un entramado y comportamiento  social diferentes de los nuestros. Sí pueden adoptarse (y adaptarse) algunos conceptos. Por ejemplo: cuando el proyecto comenzó en 1975 Venezuela contaba prácticamente con solo dos orquestas profesionales: la Sinfónica Venezuela (liderada por Pedro Ríos Reyna) y la de Maracaibo. Creo que ahora cada estado tiene su orquesta profesional, porque cuando una juvenil local alcanzó un nivel adecuado se creó la planta de cargos para profesionalizarla. En nuestro país -según mi conocimiento- eso ocurrió hasta ahora solamente con la Filarmónica de Chascomús (para aplaudir e imitar). El tema es que, para que ello ocurra, no debe perderse de vista la cuestión cualitativa. Un “sistema” es bueno en sí como proyecto social, pero será mucho mejor si la búsqueda de niveles cada vez más altos de calidad está en su propia naturaleza. 

La formación de músicos jóvenes en nuestro país tiene un hándicap: la falta de oportunidades en la escuela pública, donde sería posible la detección temprana y desarrollo inicial del talento musical. Las trayectorias formativas no faltan, pero son escasas y muchas veces no están al alcance de la mano, especialmente en las provincias. Así se pierde-desperdicia mucho talento musical. Por supuesto que llegar a más niños en edad temprana permitiría desarrollar una cultura musical más amplia y abarcativa, como base para la formación de músicos profesionales y/o de un público consumidor de productos musicales.

María Valeria Atela:

El Maestro Abreu fue un ejemplo inigualable de altruismo y servicio. Supo ocupar y ofrecer un espacio casi inexistente en Venezuela: la Orquesta como experiencia de formación artística y cultural al servicio de una proyección sociocultural de toda una comunidad. Demostró al mundo cómo las orquestas y los coros infantiles y juveniles podían ser instrumentos únicos, maravillosos y posibles para garantizar igualdad, inclusión y promoción.

Su liderazgo y visión promovió la transformación de millones de personas y también de miles de argentinos que tuvieron la oportunidad de capacitarse con los más de 75 profesores que el Maestro nos enviaba con designación especial, desde 2005 a la Orquesta-Escuela de Chascomús y luego, a la Fundación Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Argentina.

En Venezuela, como en cualquier parte del mundo, el éxito de una propuesta así se asienta en el desarrollo de la excelencia como posibilidad igualitaria de todos y para eso es fundamental capacitar y formar permanente a los docentes y referentes de las orquestas como también transferir esa capacidad a las nuevas generaciones que se constituyen en multiplicadores de su experiencia de vida.


Te recomendamos leer también nuestra entrevista a la directora Valeria Atela, donde nos cuenta, entre otras cosas, sobre su incansable trabajo en la Fundación Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Argentina (SOIJAr).

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