Dos conciertos: La Filarmónica y la Juvenil San Martín

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PH: Prensa Teatro Colón

 

LA FILARMÓNICA DE BUENOS AIRES.

    La Orquesta Filarmónica prosiguió su abono con el regreso del notable director chileno Juan Pablo Izquierdo, tras una prolongada ausencia; fue el séptimo concierto de la temporada. En el folleto anual del Colón el programa era corto y claramente faltaba una obra; en efecto, figuraban dos obras de Haydn y una de Gianneo, lo que daba una duración de 50 minutos; bien elegida, la Sinfonía Nº38, “Praga”, de Mozart, completó un programa clasicista salvo la obra más tocada de Gianneo, su poema sinfónico “El tarco en flor”.

    Izquierdo se ha distinguido por sus notables versiones de música contemporánea. Ganó el Premio Mitropoulos en 1966 y fue asistente de Bernstein en la New York Philharmonic al año siguiente. Fue su maestro el gran Hermann Scherchen, especialista del siglo XX, y esto llevó a  Izquierdo a ser director de la Filarmónica de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh de 1991 a 2008, y así presentaron música de Varèse. Stravinsky, Xenakis, Scelsi, Messiaen y Hindemith y ganaron el “Diapason d´Or” con obras de Crumb. Dio conciertos en toda Europa y fue titular del Festival Testimonium en Israel (música contemporánea, 1974-85), de la Orquesta Gulbenkian de Lisboa (1976-7), de la Filarmónica de Chile (1982-86) y de la Orquesta de Cámara de Chile (2008-15). Como se ve, un impresionante curriculum.

    Suele suceder que a los muy interesados en el siglo XX también les atraiga el clasicismo más que el romanticismo, y así es en el caso de Izquierdo. Es que la precisión rítmica y la claridad resulta necesaria en ambos casos (aunque en el siglo XX coexisten maneras mucho más libres de hacer música). Izquierdo, a los 83 años, mantiene una envidiable vitalidad y concentración mental. Pese al agregado de “Oxford”, la Sinfonía Nº92, en Sol mayor, debe su nombre no a una presencia en Inglaterra (ello vendrá poco después, en las Sinfonías Nos. 93 a 104, “Salomon”, por el empresario que llevó a Londres al compositor) sino porque la Universidad de Oxford le confirió el doctorado en 1789. Haydn era célebre y después de su prolongado período con Esterházy había escrito seis sinfonías para la Loge Olympique de Paris (Nos. 82 a 87) en 1785-86. La “Oxford” es una obra fresca y muy típica de su autor, en la que elementos pequeños son aprovechados al máximo y la economía de medios es suplida por la imaginación siempre alerta; hay sinfonías suyas con melodías más atrapantes o climas expresivos más intensos, pero la “Oxford” es puro Haydn, el creador que impulsó el género sinfonía más que ningún otro (lo mismo vale para el cuarteto). Con una orquesta liviana, sin trompas ni clarinetes, la música fluye espontánea y con rasgos de humor. Izquierdo la detalló con  toda propiedad y la orquesta le respondió en consecuencia.

    El único Concierto para trompeta de Haydn es tardío, de 1796, y lo importante es que se trata del primero para la gran novedad, la trompeta con llaves sustituyendo a la natural, permitiendo pasajes melódicos antes imposibles. Breve (15 minutos), como deben ser los conciertos para trompeta, ya que es un instrumento que exige mucho físicamente,  tiene una orquestación más llena que la sinfonía: maderas por dos (sin clarinetes), dos cornos, dos trompetas (¡), timbales y cuerdas. Haydn lo llamó concierto “per clarino”, pero está escrito para trompeta, no clarín. Dos movimientos vivaces y alegres y uno meditativo y lírico en el medio.     La trompeta es difícil y traicionera, y Fernando Ciancio, primer atril de la Filarmónica y muy bueno por cierto, esta vez sufrió la traición en un ataque destemplado al principio mismo, pero de allí en más todo anduvo sin problemas, con grato sonido, seguros pasajes rápidos y trinos y buen estilo. Y el Andante fue cantabile como está denominado por Haydn.  Izquierdo y la orquesta acompañaron con empatía.

    “El tarco en flor”, obra tucumana, como era su autor: tarco es el apelativo local para jacarandá. Data de 1930, cuando el autor era joven, y se ejecutó en su honor porque se cumplen 50 años de su fallecimiento. (Tuve el honor de que fuera mi profesor de composición y lamentó que  yo no siguiera otro año, pero decidí que mis intentos eran demasiado imitativos y no vi un camino personal; me dediqué a la musicografía y ello me ha dado grandes satisfacciones: no hay que hacer lo que uno no siente). Su poema sinfónico persiste como una de las partituras argentinas más genuinas e inspiradas y se da con bastante frecuencia desde que se estrenó: hay en él algo de folklore, percepción impresionista, sentido melódico y buen gusto.  Izquierdo, pese a que se trata de música alejada de la vanguardia, supo reflejar todo esto y la orquesta colaboró con profesionalismo.

    Las sinfonías Nos. 35 y 36 de Mozart ya habían significado un gran salto adelante; la Nº 37 no cuenta (no es de este compositor, salvo el Adagio inicial del primer movimiento; el resto fue compuesto por  Michael Haydn, el muy apreciado y querido por Mozart hermano de Joseph, y se trata de una buena sinfonía pero de estilo anterior, ajeno al mundo que ya entonces vivía en Mozart). Creo que la Nº 38, “Praga”, de 1787, tiene tanta importancia como las tres últimas, y su grado de desarrollo se percibe teniendo en cuenta que no hay minué pero dura tanto como las mencionadas. Se recordará que Praga fue el lugar del triunfo de “Don Giovanni”, y la sinfonía fue muy bien recibida; para oprobio de los vieneses, las últimas tres no fueron estrenadas en vida del compositor. La riqueza de ideas y la intensa inteligencia desplegada durante el transcurso de la Nº38 la hacen muy atrayente para un director de categoría, y no dudo que Izquierdo la admira profundamente, tal como la fraseó y comunicó, con muy buenos solos de los solistas de la orquesta y tempi que funcionaron como justos y lógicos.  Me parece positivo que la Filarmónica toque sinfonías de Haydn y Mozart, como también lo hizo con Enrique Silberstein semanas atrás, cuando se interpretó la Nº39 mozartiana: es música que no tolera errores de aquellos que pueden disimularse en una obra compleja, enmarañada y disonante. Frecuentarlas “limpia” a la orquesta, hace que se escuchen mejor entre sí. Y mucho más si son obras maestras dentro del género.

    Cabe agregar que Izquierdo, lejos de abandonar la música del siglo XX, dentro de unas semanas dirigirá en Santiago de Chile nada menos que “Lulu” de Berg.

    El siguiente concierto tuvo dos cambios y el primero originó el segundo: David del Pino Klinge, director de considerable trayectoria que estuvo al frente de la Sinfónica de Rosario en estos últimos años y recientemente renunció y declaró que necesita tomarse un año sabático antes de aceptar otro cargo, iba a dirigir este concierto Nº 8 del abono (12 de julio). Al parecer su cansancio es grande, ya que renunció pese a que el programa comenzó con una obra que le está dedicada: “Tuhun” de Jorge Horst en estreno mundial. La Segunda Parte iba a ofrecer el magnífico y raramente escuchado poema sinfónico de Franck “El cazador maldito” y esto fue reemplazado por “La Boutique Fantasque” de Rossini-Respighi. Paradójicamente lamenté privarme de la obra de Franck y me alegré de escuchar por primera vez en concierto el espléndido ballet mencionado. Sucede que el Colón para niños va a presentar la música en un concierto didáctico el 10 de Noviembre a las 11 hs dirigido por Silberstein, y ya se tienen las partes de  orquesta. No sé con cuánto tiempo supo César Iván Lara que reemplazaba a Klinge y si tuvo que aprenderla o ya la conocía (se da raramente); o si conoce esa obra de Franck o la hubiera tenido que aprender; sea como fuere, tuvimos el ballet y no el poema sinfónico. Sin duda estudió el estreno de Horst.

    Lara es venezolano y su biografía no menciona que haya dirigido antes a la Filarmónica nuestra, de modo que se trata de un debut. Está ligado al famoso método de Abreu y a Dudamel. Dirigió varias orquestas de su patria y actualmente es Director asociado de la Sinfónica Simón Bolívar y además acaba de suceder a Gustavo Fontana como director de la Filarmónica de Mendoza (que nos visitó con ese director el 6 de mayo pasado). Está ligado a la Argentina desde que dirigió la Orquesta de Cámara Mayo en 1993 y luego tomó la batuta ante las Orquestas de la Universidad Nacional de San Juan, Bahía Blanca y Santa Fe. Aparenta tener unos 40 años.

    Horst es rosarino, nacido en 1963,  y “Tuhun” fue encargada por el Colón. El compositor fue formado por Gandini, Kröpfl y Saitta. Declara en cuanto a esta partitura: está pensada para “todos los pueblos originarios, en la memoria, presente y futuro; la intención fundamental fue homenajearlos de la manera más profunda, respetuosa y personal posible”. Lo que sigue no es fácil: “se plasma una cierta resonancia a través del claro carácter monolítico de los materiales, con articulación plena y evidente de formantes capsulares con interior a veces efervescente y con una diatonicidad y elaboración caleidoscópica manifiestas”. “El texto en mapudungun es cantado por un coro de niños, que con palabras claves como las que representan el origen (Tuhun), los elementos (Kutral, Huayhuen, Ko y Mapu) y  la fuerza como energía (Newen) nos convoca y coloca en presencia de las cosas más primigenias y contundentes”. Mapudungun resulta ser mapuche y significa “habla de la tierra”; la variante española, “araucano”, no es aceptada por los mapuches. La lengua no es hablada por todos los mapuches y las distintas encuestas dan resultados muy diversos, tanto en Chile, donde vive alrededor del 80%, o en la Argentina (el 20% restante); parece equitativo dar una cifra de entre el 40 y el 50% de todos los mapuches, ya que el castellano colonizador predomina como consecuencia de la Conquista. Si bien Horst escribe que la obra está pensada para “todos los pueblos originarios”, eligió el mapuche en un momento donde parte de ese pueblo ha causado disturbios en nuestro Sur con pretensión de ganar reconocimiento mediante la violencia, y cuando en años recientes han realizado una gran quema de iglesias en Chile. En mi caso tengo parientes políticos mapuches a los que me une un gran cariño, y creo que la mayoría de los mapuches no apoya esas prácticas, pero parte de nuestra minúscula pero activa izquierda hasta los mezcla en luchas tan lejanas como el aborto, y han explotado el caso Maldonado de modo vergonzoso, de modo que es difícil separar la admiración legítima de sus valores ancestrales de estas culpables distorsiones; no sé cuál es la posición de Horst, pero como el asunto es actualmente muy controversial digo que sólo puedo apoyar, más allá del resultado artístico, a la esencia de sus creencias ligadas profundamente a la Tierra y a la naturaleza. Prefiero pensar que no hay política en la obra sino que se coloca en la idea de Ginastera en su “Cantata para la América mágica”, que francamente apoyo. “Tuhun” sólo dura diez minutos y  su maciza y rotunda música orquestal, a veces repetitiva, incorpora tras los minutos iniciales a las voces del Coro de niños del Colón (César Bustamante) cantando esas palabras claves casi sin melodía; lo hicieron bien y trajeron un sonido puro e inocente a un contexto duro.

    El Concierto Nº 1 para violoncelo de Shostakovich es una partitura de poderosa  expresividad escrita en 1959 para su gran amigo, Mstislav Rostropovich; por supuesto, lo grabó varias veces, y lo mismo hizo con el Nº2, de 1966. En vivo, recuerdo con entusiasmo la versión de Sol Gabetta con la Sinfónica de Viena dirigida por James Conlon en el Konzerthaus en 2009. Una célula de sólo cuatro notas es la base del primer movimiento y reaparece en el tercero, tras un meditativo y amplio “Moderato” y una cadenza muy difícil e inesperada, que se funde con el “Allegro con moto” final, donde se acentúa otra faceta del compositor, la satírica. Fue valioso el debut del israelí Gavriel Lipkind, nacido en 1977 y graduado en academias de Tel Aviv, Frankfurt y Boston;  ganó premios como el Rostropovich en 1994. Fundó el Cuarteto Lipkind, realizó numerosas transcripciones y estrenó obras contemporáneas. Artista concentrado e intenso, me recordó al estilo de Misha Maisky. Su ejecución fue limpia, algo áspera, virtuosística en ciertos pasajes arduos, aunque algo carente de volumen y redondez en momentos que los requerían; pero es capaz de lirismo, como se advirtió en las ideas muy íntimas y pianissimo, alejadas de toda intención brillante, ideadas por el compositor en el Moderato. Fue acompañado con gran cuidado por Lara, muy sobrio y preciso, pese a no aprovechar al máximo los destellos muy coloridos de la orquestación; hubo varios solos bien tocados.

    Décadas atrás escuché con fruición el disco de Janigro de “La Boutique Fantasque” de Rossini-Respighi, un verdadero descubrimiento de música gratísima llena de melodía y contagioso ritmo, además de ese humorismo único rossiniano. Hace poco, escribiendo sobre “Coppélia”, sugerí una versión en dos actos precedida de “La Boutique Fantasque”, ya que es una vergüenza que se olvide el legendario trabajo coreográfico de Leonid Massine, tan frecuentado hasta hace unos treinta años y tan culpablemente olvidado ahora. Me refiero a toda su obra y no sólo ésta. Y valdría la pena ver si sería factible una versión escénica de esa maravillosa coreografía “Las zapatillas rojas”, del film con Moira Shearer.  Esta obra de Respighi rescata, muy bien seleccionadas, una amplia cantidad de piezas tomadas de “Les péchés de ma vieillesse” (“Los pecados de mi vejez”); conviene aclarar que escuchamos la suite, de ocho fragmentos, que dura 28 minutos; la obra completa tiene quince partes: Tanto la suite como la completa están grabadas con frecuencia; y la suite por Janigro está complementada por otro arreglo de Respighi sobre la misma colección; se denomina “Rossiniana” y tiene cuatro partes. No sé si existe una grabación completa de alrededor de 170 piezas, las hay para piano, vocales, de cámara, y muchas de ellas con títulos que parecen preceder a Erik Satie: Vals El aceite de ricino; Uf, las arvejas!; Estudio asmático; Bolero tártaro… Unas pocas son famosas: la tarantela “La danza”; “La regata veneziana”; Chanson du bébé. De paso, el cambio de programa a último momento impidió a Margarita Pollini escribir un comentario. Los ocho fragmentos contienen varias melodías y tempi y se denominan: Obertura; Tarantela (La Danza); Mazurca; Danza cosaca: Can-can; Vals lento; Nocturno; y Galopa. Tocada y dirigida con profesionalismo aunque algo lejana de la chispa fogosa que la música pide, fue un placer tomar contacto en vivo con estas piezas hechas para alegrar el espíritu. Pero por favor reprogramar para el año próximo “El cazador maldito”, y no sólo eso, sino también recordar “Les Éolides” y “Psyché”, y estrenar obras valiosas de la escuela francesa de Duparc y Magnard, y volver a las sinfonías de Roussel o D´Indy.

    Hay pocas obras tan escuchadas aquí como “La Valse” de Ravel, esa pasmosa combinación de impresionismo y expresionismo, ese prodigio de orquestación, y es justo que así sea, pero la memoria hace que resuenen en mí esa comprensión extraordinaria de Abbado/Filarmónica de Berlín o Mehta en varias versiones. Esta vez tuvimos un trabajo cuidadoso y correcto pero sin vuelo.

 


 

SINFÓNICA JUVENIL NACIONAL JOSÉ DE SAN MARTÍN

    Dos factores hicieron que me acerque la tarde del sábado 7 de Julio a la Facultad de Derecho: la presencia del director peruano Pablo Sabat, y la de Pablo Saraví, concertino de nuestra Filarmónica, ofreciendo obras rusas raramente escuchadas. Sabat estudió piano en Princeton y dirección orquestal con Farberman en Hartford. Realizó una interesante carrera en ambas especialidades; como pianista grabó “Años de peregrinaje” de Liszt, todo un desafío; como Director, estuvo al frente de orquestas colombianas y venezolanas; y en su país es ahora Director artístico de la Orquesta Nacional del Perú y de la Orquesta Ciudad de los Reyes.

    Inició su programa con dos obras breves. Una es bien conocida aquí (creía yo): la Obertura de “La zapatera prodigiosa” de Juan José Castro, tocada con alguna frecuencia porque es grata, tiene humor y luce a la orquesta (la ópera lorquiana tiene un problema: una mujer regañona satura al cabo de un rato); pero al final de una ejecución sólo aceptable hubo silencio y yo fui el primero en aplaudir, cosa que raramente hago; aparentemente nadie más se dio cuenta de que había terminado…Luego hubo un error de Sabat: trajo como obra peruana una elemental “Marinera” de Ernesto López Mindreau (1892-1972); seguramente hubiera podido traer algo más representativo de compositores como Enrique Iturriaga, Celso Garrido Lecca o Enrique Pinilla,

    Las obras rusas estaban mal definidas en el programa de mano pero valían la pena. Figuraba de Tchaikovsky “Dos piezas para violín”, op.42, Meditación y Melodía; debía decir: “Souvenir d´un lieu cher” (“Recuerdo de un lugar querido”), Op.42 (1878), Nº1, Meditación, amplia pìeza de 10 minutos; muy famosa y grabada, Nº3, Melodía, 3 minutos; no se incluyó (lástima), el Nº2, “Scherzo”.  Y de Rimsky-Korsakov, Concertino Fantasía sobre temas rusos; debía decir Fantasía sobre dos temas rusos, Op.33 (1887). Es una pieza imaginativa y muy bien orquestada, duración 14 minutos, que da lucimiento al violín solista pero también al intercambio con la orquesta. Como era de esperar, Saraví dio versiones concienzudas y muy profesionales, que permitieron apreciar la belleza y cantabilidad de la música. Y aquí Sabat empezó a demostrar su competencia, en versiones cuidadas y con una orquesta que no lo conocía.

    Pero le esperaba una creación  de genuina dificultad, esa obra maestra de Debussy que es “La Mer”, y logró que la orquesta de 94 instrumentistas tocara con calidad, volviendo a demostrar el sólido trabajo de la Juvenil en esta etapa donde la respaldan no sólo su maestro, Mario Benzecry, sino todo un equipo de profesores docentes de alto rango. Sabat demostró aquí buen gusto, un claro sentido del equilibrio de planos, y la flexibilidad requerida por los mil detalles de una partitura de extrema sutileza por momentos y de poderosa garra en otros. Fue un logrado homenaje en este año del centenario de su fallecimiento. Nuevamente mi memoria me llevó a versiones superlativas en concierto, como Monteux con la Estable, Ansermet con la Sinfónica Nacional o Barbirolli con la Philharmonia, pero salir airoso con “La Mer” es un gran mérito, y esta versión me pareció honesta y bien estudiada.

Pablo Bardin

 

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