12 de abril – TEATRO COLÓN BUENOS AIRES
PH: Arnaldo Colombaroli
DON QUIJOTE Ballet en dos actos, en una nueva versión coreográfica de Vladimir Vasiliev, basado en la coreografía original de Marius Petipa y Alexander Gorsky. Con música de de Ludwig Minkus, y libreto de Petipa, inspirado en la novela de Miguel de Cervantes.
Por Carolina Lázzaro.
Comienza la obertura y la sala se inunda de una luz tenue: el arte celestial de la cúpula se ha iluminado. Oscurece nuevamente para dar paso a la apertura del telón, que muestra el interior de una barbería, donde el barbero, Basilio (Jiva Velázquez) trabaja afanosamente en su estrafalario cliente, Don Quijote (Igor Gopkalo) – un hombre pobre pero de noble espíritu, entrado en años pero con gran energía, poco cuerdo pero muy valeroso-, que se ha autoproclamado Caballero y está en busca de aventuras y hechos heroicos. Allí mismo Don Quijote queda prendado de Kitri, la enamorada de Basilio (Camila Bocca) que a los ojos de Don Quijote resulta ser la Dulcinea de sus sueños. El argumento del Ballet hace un justo homenaje, dando realidad a aquella mujer que en este clásico de la literatura universal nunca aparece, ya que sólo existe en la imaginación de su protagonista.
Acto I
Se amplía el espacio escénico para dar lugar a la plaza, donde van a coquetear los amantes, Basilio con su requinto o tiple y Kitri con su abanico; el elenco participa activamente con sonidos de panderetas, golpeteos de abanicos y palmas, haciendo un acompañamiento percusivo en varias oportunidades durante la escena. Se producen interesantes momentos, donde todo el cuerpo de baile complementa con pasos de inspiración española, como una especie de marco vivo, a los protagonistas del romance.
La escenografía, realizada sobre diversas impresiones plásticas del propio Vasiliev, resulta tal vez demasiado invasiva, dado que los elementos del montaje que simulan los edificios de la ciudad ocupan una parte considerable del escenario, teniendo en cuenta requerimientos de espacio de más de cuarenta bailarines en movimiento.
Aparecerán luego los demás personajes que aderezan la historia: Mercedes, una bailarina callejera (Paula Cassano) y su pretendiente, el torero Espada (Alejo Cano), que intenta conquistarla, haciendo alardes de su habilidad, junto a su séquito de toreros, quienes componen vistosas secuencias con sus capotes y facones.
Se presenta el nudo argumental, con la aparición del padre de Kitri, Lorenzo (Matías de Santis) quien desea casar a la joven con el noble rico Camacho (Julián Galván). En un caos general de aciertos y desengaños, la pareja enamorada escapa, lo que da la ocasión de poner a prueba su heroísmo a nuestro muy bien caracterizado Quijote.
Llega la noche con el cambio de escena. La feliz pareja se esconde de sus seguidores en un campamento gitano. Don Quijote y su comparsa de captores se distrae de su cometido con los entretenimientos del lugar: la danza de un joven gitana (Georgina Giovannoni), una pieza coreografiada por el innovador artista ruso Kasyan Goleizovsky de fuerte impronta contemporánea, y finalmente el teatro de marionetas. Don Quijote, en medio de la confusión total, tomando por reales a los personajes de este teatrillo, acomete en una de sus valientes aunque improductivas hazañas, y es embestido por las aspas de un molino de viento. La puesta, en un intento de otorgar mayor veracidad, utiliza el recurso de presentar la lluvia y tormentas con tecnología audiovisual, lo cual sumado a una cuidada iluminación (Rubén Conde) y a los sugestivos objetos escénicos que simulan fuego, logran dar un inesperado tono disruptivo para este final de escena.
Producto del golpe, Don Quijote cae en un sueño profundo, y trasciende hacia una dimensión alucinada, en donde encuentra delicados seres sobrenaturales: su adorada Dulcinea/Kitri, dueña de virtudes y hermosura sobrehumana: sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve; también las maravillosas dríadas y la graciosa Cupido (Emilia Peredo Aguirre) que destaca en su lucimiento junto a un muy bien preparado grupo de jóvenes artistas del ISTAC, que con preciosos ornamentos realzan las acciones de la bailarina.
Acto II
Luego del intervalo, merecido, tras un largo y muy movido primer Acto, que da cuenta del excelente nivel de entrenamiento y el alto rendimiento del elenco (y porqué no de la orquesta, que no detuvo de su quehacer por una hora y cuarto) viene el desenlace. El fingido suicidio del consternado Basilio que, de tan cómico, consiguió sacar risas entre el público; además de lograr su principal cometido: que el padre de Kitri lo acepte finalmente como yerno, y les de su bendición.
En un gran epílogo, y con el clima festivo propio de la ocasión, los diferentes grupos van luciendo sus variaciones, donde incluso se revelan los talentos de Sancho Panza y Don Lorenzo, en muy buena decisión de hacer bailar a los personajes subalternos; como así también el dar lugar a los más pequeños, o incluso aquellos momentos en donde absolutamente todo el elenco estuvo en movimiento, lo que puso de manifiesto lo interesante de explorar este camino democratizar un poco más la danza.
BALLET ESTABLE
DEL TEATRO COLÓN
DIRECTORA
Paloma Herrera
ORQUESTA FILARMÓNICA
DE BUENOS AIRES
DIRECTOR MUSICAL INVITADO
Carlos Vieu
KITRI/DULCINEA
Camila Bocca
BASILIO, EL BARBERO
Jiva Velázquez
DON QUIJOTE,
Igor Gopkalo
SANCHO PANZA
Roberto Zarza
CUPIDO
Emilia Peredo Aguirre
MERCEDES, BAILARINA CALLEJERA
Paula Cassano
ESPADA, TORERO
Alejo Cano
CAMACHO, NOBLE RICO
Julián Galván
LORENZO, POSADERO, PADRE DE KITRI
Matías de Santis
JOVEN GITANA
Georgina Giovannoni
REINA DE LAS DRIADAS
Ludmila Galaverna