Descarnada bacanal contemporánea en la temporada lírica.

Imagen de Descarnada bacanal contemporánea en la temporada lírica.

Por Pablo A. Lucioni

Teatro Colón, 15/7/2016.

 

Ph: Arnaldo Colombaroli

 

Con una importante expectativa generada en torno a la obra, a la producción, y al hecho que se la estuvo preparando durante tanto tiempo, finalmente se produjo el estreno iberoamericano de Die Soldaten (Los Soldados) de Bernd Alois Zimmermann. Una ópera sin duda compleja, incisiva y cruel, que tiene su atractivo, aunque indudablemente no es para el gusto de cualquiera.

 

Entre la última función de Dido y Eneas y el estreno de Die Soldaten había pasado un mes entero. Pero es más, como la obra de Purcell había sido una producción en paquete que no usó los cuerpos estables, para la preparación de esta ópera hubo casi dos meses libres. Probablemente sea el título lírico más trabajado de los últimos años. Y en varios aspectos eso se notó, fue una producción compacta, sobre todo porque había una concepción realmente integral, y donde esencialmente todos los factores trabajaban en el sentido de una narrativa concreta.

Es claro que la propuesta en sí de Zimmermann no tiene nada de amigable ni edificante para el género humano. Hay una voluntad evidente de exponer la crudeza con la misma capacidad de impacto que un camión cargado viniendo de frente. Es rastreable una raíz temática común con el Wozzeck de Alban Berg, y especialmente con el Woyzeck de Georg Büchner que le da origen, ambas también con un incisivo y nihilista espíritu de denuncia, pero con una elaboración y tratamiento argumental más claros y definidos. Y es que esas dos obras, ejemplo una y anticipación del expresionismo la otra, tienen un antecedente claro en el libro que Zimmermann utilizó como base del libreto: Die Soldaten del escritor alemán Jakob Michael Reinhold Lenz. Esa novela de 1776, originalmente definida como una comedia, si bien trata esta misma situación, lo hace desde una perspectiva cínica algo menos hostil y cruda.

Pero justamente muchas de estas cosas determinan el formato de la ópera. La novela de Lenz ya utiliza un desarrollo simultáneo no lineal de situaciones, bastante innovador para la época, y Zimmermann intentó mantener ese carácter, inclusive pretendiendo que en el estreno para la Ópera de Colonia que se la había comisionado, se trabajara con un esquema de doce escenarios con acción paralela rodeando al público. Esto estaría relacionado con las doce series dodecafónicas con las que estructura la música. La obra, considerada irrepresentable, tuvo que sufrir una revisión para que al final en 1965 se pudiera estrenar en la Opernhaus de Köln.

La propuesta escénica de Pablo Maritano, aunque asfixiante por momentos, fue realmente muy elaborada y funcional. El hecho de que todas las puestas filmadas que se pueden ver tienen un formato similar, no es por falta de creatividad o copia, sino porque la concepción misma de Zimmermann lleva a una simultaneidad en la acción que tiene limitadas formas de concretarse en escena. Inclusive el uso del video, y las grabaciones que se escuchan al final, es también algo pedido en la obra, una visión multimedia que sin duda en 1965 era mucho más impresionante e innovadora.

 

Ph: Máximo Parpagnoli

 

El escenario era un gran espacio donde una serie de torres móviles con escenografías en dos o tres pisos iban mutando de configuración, exponiendo caras previamente ocultas, siendo giradas por el disco del escenario o empujadas a mano. De esta forma se generaron decenas de combinaciones diferentes. Las escenografías firmadas por Enrique Bordolini estaban bien elaboradas en cada caso, reflejando muy genuinamente cada ámbito: cuartos de departamento, una casa más pobre, un café, una sala de billar / dormitorio, una sala de dos pisos para la Condesa y su mayordomo, un despacho militar, sala de operaciones. En ellas se desenvolvían los distintos personajes de la obra, se podían ver variadas escenas de abuso, a veces en paralelo como un caleidoscopio del sufrimiento de todos los episodios dolorosos de Marie en simultáneo, en general de a uno. La marcación y el desenvolvimiento de los cantantes fue muy consistente y con gran sentido teatral. Además la mayoría de ellos tenían una excelente veta actoral y la puesta realmente era un espléndido mecanismo escénico, muy efectivo en exponer algo dantesco, sí, pero de eso se trataba. El morbo puesto en juego: las repetidas escenas sexuales, muchas de ellas entendibles como de violación, las regulares amenazas de un tiro en la cabeza de alguien, la presencia de lo macabro y lo sórdido no parecían un capricho, sino una real demanda de la obra. Agobiante, pero eso intenta ser Die Soldaten. El vestuario de Sofía di Nunzio junto a los decorados sugerían algo que podría haber sido la Segunda Guerra Mundial, por los uniformes muy similares a los verdes soviéticos y a los grises alemanes, aunque aquí ambos bandos convivían. Recuérdese que la obra original está situada en Lille, en 1775 en los que se llamaban Países Bajos Borgoñones, en la actual frontera entre Francia y Bélgica, una región azotada en aquel momento por permanentes idas y vuelta de posesión de potencias vecinas. El libreto de Zimmermann dice literalmente: Época: ayer, hoy y mañana, pero no casualmente Lenz lo ubicó en aquella encrucijada particular.

Musicalmente la obra también es un dispositivo complejo. La orquesta ampliada, con varios sets de percusión, percusionistas actores en el escenario, banda de jazz, etc., tiene que recrear una partitura atípica, truculenta en muchos momentos, con citas de Bach o canciones folclóricas, y en general de una escritura rítmica y harmónica difícil de seguir. Fue necesario ubicar varios instrumentos accesorios en los palcosavant-scène, lo cual hacía necesario disponer monitores o inclusive contar con maestros repetidores para poder sincronizar los distintos juegos de percusión en algunos momentos. La dirección musical en la batuta de Baldur Brönnimann fue efectiva, y logró un trabajo bastante sólido con la Orquesta Estable, que hasta ahora no venía teniendo una temporada muy lucida.

Los cantantes fueron también muy completos para las profundas y a veces desmedidas exigencias de las partes principales. Susanne Elmark fue una impactante Marie, capaz de hacerle frente a la extrema y casi caprichosa amplitud vocal de su rol, y ser siempre expresiva, una actriz gravitante…Su presencia escénica daba muy bien el personaje, y fue fundamental por la importancia central que tiene. Noëmi Nadelmann fue una excelente Condesa en escena, el barítono Leigh Melrose estuvo muy bien como el enamorado y decepcionado Stolzius, el padre de Frode Olsen, Tom Randle, y todos los cantantes locales estuvieron en niveles altos y redondearon un trabajo vocal muy consistente y parejo del extendidísimo grupo de solistas.

 

Ph: Máximo Parpagnoli

 

En definitiva, fue una producción de muy buena calidad, intensa, pareja, como pocas veces se ve. Si la obra en sí amerita semejante disposición de recursos, escénicos y musicales, si su apuesta es megalómana, si su valor musical no fuese tan alto, si desagrada intencionalmente y puede decirse que de la antipática exposición de miserias humanas que hace de principio a fin no puede sacarse nada positivo y hasta puede ser contraproducente, todo podría ser cierto. Pero es un trabajo artístico serio y convencido, y como tal, es más que respetable.

 

© Pablo A. Lucioni

 

 

La última función de la ópera Die Soldaten, en vivo por streaming en www.teatrocolon.org.ar 

Miércoles 20 de julio, 20:00 horas.

El próximo miércoles 20 de julio a las 20:00 horas se transmitirá en vivo a través de www.teatrocolon.org.ar la última presentación de la ópera Die Soldaten, la ópera compuesta por Bernd Alois Zimmermann, en una nueva producción del Teatro Colón que cuenta con dirección musical de Baldur Brönnimann y dirección de escena de Pablo Maritano.

Para utilizar el servicio todo lo que se necesita es conexión a internet y acceder a www.teatrocolon.org.ar. Luego, cliquear la solapa titulada en vivo que se encuentra al margen superior de la página.

 

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