Crónica de un éxito anunciado: El esperado debut de Elina Garanca en el Colón

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Ciclo de Grandes Intérpretes internacionales, 19/06
Por Pablo Lucioni | 
PH: Arnaldo Colombaroli.

 

Sin duda la mezzo de origen letón es hoy una de las top five de su cuerda, y todo indica que formará parte de la historia de la interpretación operística. Su carrera la ha llevado con sonoro y justificado éxito a todos los escenarios más renombrados de la lírica internacional. Desde hacía tiempo los melómanos argentinos ansiaban poder escucharla en el escenario del Colón, y finalmente ese día llegó este martes, en el formato de recital con orquesta. Habrá quienes consideren poco el que se haya dedicado nada más que una fecha, pero para los que estuvieron en la sala, seguro fue una noche memorable.

 

El concierto empezó con la Obertura de Orphée aux enfers de Offenbach, en sentido de homenaje por los doscientos años de su nacimiento. La pieza, con la cita del Galop Infernal (el conocido “Can-can”), es una interesante obra sinfónica, que no se escucha seguido. Tiene varios solos, en los cuales se destacaron Pablo Saraví en violín y Mariano Rey en clarinete. Fue una atractiva y colorida forma de empezar la velada.

Cuando luego de eso Garanca apareció en el escenario, fue con una ovación del público. Su primer número fue el aria “Voi lo sapete, o mamma…” de Cavalleria Rusticana. Desde este arranque se hizo evidente que más allá de la fama que la antecedía, su voz no sólo llena de manera muy generosa y cómoda la sala del Colón, sino que jamás tuvo dificultades con el caudal de la orquesta, y no se le acomodó nada en su favor. Su expresividad y fuerza dramática lucen con holgura por encima de cualquier densidad de acompañamiento orquestal, y en esta desgarradora aria de Cavalleria, más allá de su aspecto nórdico innegable, el drama de esta sufrida mujer meridional que es dejada a un lado por su prometido, llegó en su voz y en su desenvolvimiento escénico con una fuerza y credibilidad pocas veces vista.

En formato de concierto no se privó de interpretar ninguno de los roles casi con el mismo detalle que si hubieran sido producciones escénicas. Como actriz es de una sobriedad y refinamiento que superan el estándar de la ópera. Su gesto tiende a ser condensado y preciso en vez de expansivo, y eso funciona extraordinariamente bien con su amplia capacidad vocal.

De Adriana Lecouvreur, primero hizo la gran aria de Adriana, una pieza para soprano dramática, siendo que su rol en esta ópera fue siempre el de la Princesa de Bouillon. Es que en realidad, e intercalado con Samson et Dalila, también cantó “Acerba voluttà…”, la pieza característica de su personaje en esta ópera. En definitiva, tanto como la soprano y como la mezzo de la misma obra de Cilea, rindió de manera clara, y lleva a pensar si estará en sus planes alguna vez hacer en escena el protagónico, que parece a su alcance, con su tesitura no particularmente aguda, aunque no por eso sea abordado por mezzos.

Como decíamos, en el medio la OFBA interpretó la Bacanal de Samson et Dalila, razonablemente bien, aunque tal vez no de manera muy inspirada, y luego, entre los aplausos generales, se pudo escuchar unos aislados y desmedidos gestos de reprobación (abucheos) de la sección alta del teatro. Luego Garanca hizo otra de sus grandes piezas en concierto, el aria "Mon cœur s'ouvre à ta voix", también de Samson et Dalila, donde mostró el extraordinario uso de pianísimos del cual es capaz, con una calidad vocal impecable: afinación, color homogéneo y sonoridad no velada.

 

 

La segunda parte del concierto, fue con sentido español. Garanca habla la lengua de Cervantes con acento ibérico de manera más que digna y con vocabulario generoso, tal lo ha demostrado en entrevistas y en su comunicación con el público. Su interés por la zarzuela es importante, y ha grabado y viene haciendo difusión del género. Cantó la “Canción de Paloma” del Barberillo de Lavapies, con buena resolución idiomática, y un notable manejo de los trinos que tiene la pieza. Luego hizo “De España vengo…” de El niño judío de Cané, de manera impecable en lo lingüístico. Por supuesto puede haber algún super-exquisito que marque alguna sutilísima diferencia que un nativo no haría así, pero eso no sólo es discutible, sino que ante una performance musical de la altura de ella, sería irrelevante.

Para cerrar la segunda parte “española” del programa, hizo la “Habanera” y la “Chanson bohême” de Carmen, uno de sus grandes personajes. En las dos mostró el gran dominio que tiene del personaje y cómo su fraseo, la intencionalidad con que lleva las frases, en todo, la suya es una interpretación cabal. De hecho para la “Chanson”, ella se había sentado en el podio del director, a un costado, y fue empezándola desde ahí, y luego, en la sensual progresión que tiene el tema, fue ganando movilidad, pero aún en el extremo, no es que negaba el baile de este momento de la obra, que en videos se la ha visto hacerlo con soltura, sino que lo hacía sutilmente en la parte superior del cuerpo.

El programa terminó con una gran ovación. Ante el delirio del público, en los bises se comunicó en fluido castellano, anunciando “Al pensar en el dueño de mis amores” de Las hijas del Zebedeo, que destacó como una de sus obras preferidas del género. La cantó con intensidad y gracia por supuesto. Luego hizo “No puede ser…” de La tabernera del puerto, que dijo que la había conocido gracias a Plácido Domingo. Luego, con una aclaración de que lo hacía con todo su afecto, y como excusándose frente a los muy exigentes, cantó una más que respetable versión de “El día que me quieras” de Gardel, sin el recitado, pero de memoria, con soltura y naturalidad. Terminó con “Granada”, que ella aclaró que sería la última.

Todo fue en ella no sólo excelencia musical, sino gracia e interpretación, con grandes dotes de comunicación en el canto y al público. El debut de esta gran mezzo no dejó a nadie insatisfecho, y le ganó varios fanáticos en argentina. Tal vez alguno de los bises fue hecho más de oficio, pero esto pasa con frecuencia. Sí hubo algunas disconformidades manifestadas sobre la performance de la OFBA. La orquesta, preparada por el maestro Diemecke, sin estar mal, y no habiendo tenido problemas mayores, mostró en varias piezas una lectura básica o rutinaria, tal vez fruto de no suficiente ensayo, todo esto considerando que era un programa extenso, en particular para la orquesta. Así y todo, siempre una voz que no deja lugar a dudas resplandeció sobre el armado musical y convirtió la velada en memorable.

 

 

© Pablo A. Lucioni

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