PH: Arnaldo Colombaroli
COPPELIA (1870) Ballet en tres actos con música de Léo Delibes y coreografía original de Arthur Saint-Léon. Libreto según Charles Nuitter y Arthur Saint-Léon, basada en el cuento de E.T.A. Hoffmann "El Hombre de arena". 16 de junio de 2018 – TEATRO COLÓN
Los aplausos indican la llegada del director musical invitado, Martin West, para dar comienzo al preludio de Coppelia; un ballet cómico y sentimental, con coreografía de Enrique Martínez y reposición coreográfica de Dalal Achcar.
1º acto
Se abre el telón para transportarnos a una aldea de Europa Central; sin exactitud de la época, sabemos que nos encontramos a mediados del siglo XVIII, principios del XIX.
El aire se percibe alegre y juvenil. Enseguida hace su entrada Swanilda (Emilia Peredo Aguirre; excelente en su variación, su técnica y en su expresión), una joven pícara, en ocasiones un poco rebelde, enamorada de Franz (Maximiliano Iglesias), con el que aspira contraer matrimonio.
En el balcón de una de las casas asoma misteriosamente una doncella, impávida ante los alborotos de los pueblerinos con sus excelentísimas danzas; ella lleva los ojos puestos únicamente en su libro. Esta mujer no deja de alguna manera de inquietar y llamar la atención con su sola presencia. Cada uno de los aldeanos intentará en vano acaparar su mirada, sobre todo Franz, que se encuentra realmente atraído por la bella Coppelia. Swanilda, al descubrir el supuesto amorío de Franz con Coppelia, se ve envuelta en una serie de enfados y caprichos que pondrán al descubierto, ante los ojos de todos, el desengaño de amor.
Bajo este contenido dramático transcurre el primer acto, enriquecido con bellísimas y coloridas danzas folclóricas como la Czarda y la Mazurca. No podemos dejar de mencionar el alto contenido gestual y de pantomima que requiere este ballet para la representación de sus personajes; bien logrados y coordinados puntillosamente con la música, consiguen sacar más de una sonrisa al público, que se encuentra compenetrado con esta comedia.
Para dar fin a este acto, sin dejar de generar expectativas, son los muchachos del pueblo quienes interceptan a Coppelius (Tindaro Silvano) para burlarse de él por su locura y vejez; tras burdas peleas y corridas el viejo, sin darse cuenta, pierde la llave de su casa. Es de esta manera como Swanilda y sus amigas encuentran con sorpresa y alegría la oportunidad de ingresar al taller del viejo juguetero y enfrentar a la misteriosa Coppelia.
2º acto
El segundo acto nos sorprende con una escenografía (José Varona) muy bien ambientada, en un gran taller entre mágico y tenebroso, donde se pueden observar diversas formas cubiertas por sábanas, cuál muebles antiguos en desuso, un importante cortinado, unos enormes juguetes colgando y un sin fin de elementos que enmarcan las siguientes escenas.
Entra Swanilda con su séquito de amigas a curiosear por todo el lugar, con graciosos movimientos y un fuerte trabajo de pantomima, se muestran entre asustadas y con ímpetu de valentía, generando nuevamente una simpática complicidad con el público.
Es en este momento donde, detrás del cortinado, descubren con cierto alivio que Coppelia no es más que una muñeca autómata del viejo inventor.
Entre tanto alboroto las muchachas también encuentran diferentes muñecos inventados por el mismo Coppelius, que se activarán por un breve lapso para dar cuenta de la invención del viejo. Sorprende al espectador no sólo las pequeñas-grandes danzas de cada uno de los muñecos, sino también sus casi ínfimos movimientos y sus prolongadas poses durante casi toda la escena, logrando diversas calidades realmente admirables.
En este instante de magia y alegría, en donde hasta los juguetes gigantes del techo cobran vida, irrumpe en el taller, enfurecido por semejante invasión, el viejo Coppelius. Quien logra ahuyentar a casi todas las muchachas; todas, menos una, Swanilda quien se esconde en el cortinado para no ser descubierta, en donde se encuentra el gran tesoro del viejo, su hermosa muñeca Coppelia.
Cuando todo parece llegar a la calma, es Franz quien ingresa para buscar y encontrar a su amor platónico. Entre idas y vueltas con el viejo, el joven le declara el amor que tiene por su hija Coppelia y su deseo de desposarse. Para sorpresa de Franz, el viejo se muestra complacido y lo invita a brindar por la próspera unión. Lo que el muchacho ignora es la verdadera intención de Coppelius, que será utilizar sus conocimientos de magia y hechicería para tomar su esencia vital y dar por fin verdadera vida a su tan preciada muñeca.
Luego de lograr que Franz pierda el conocimiento por la bebida que le ofreció, lleva a cabo su plan, para el cual va en busca de Coppelia, que se encuentra como siempre impávida ante cualquier suceso, en su sillón mirando su libro. La única diferencia es que Swanilda al esconderse ha logrado ocupar el lugar de Coppelia, acto que obviamente ignora el viejo hechicero.
Comienza entonces una hermosa escena protagonizada por Swanilda que le da vida a Coppelia y el propio Coppelius fascinado por dar vida a su mayor creación. Se puede disfrutar un excelente trabajo de interpretación y de técnica, una Coppelia (Emilia Peredo Aguirre), que realmente parecería ser de porcelana con sus movimientos tan exactos, equilibrios, poses, intercalados con los movimientos naturales de una muchacha jugando con las ilusiones de un pobre viejo, que se muestra sorprendido y emocionado por haber logrando su tan preciado sueño.
Luego de sostener el personaje de “muñeca” durante un tiempo y de cumplir las exigencias de su creador, como hacerla bailar un fandango español y una danza escocesa, harta ya Swanilda comienza a comportarse de una manera cada vez más caprichosa, enloqueciendo a Coppelius que mira desesperado como ella rompe todas sus creaciones, con sus cada vez más disparatados movimientos, hasta que logra despertar a su amado Franz, que se encuentra confundido no solo por lo que le dio de beber el viejo, sino también por encontrarse con una Coppelia totalmente alborotada y mayor aún es su sorpresa cuando enfadada Swanilda le confiesa su verdadera identidad. Finalmente los dos jóvenes huyen del taller dejando Coppelius solo y desamparado con su verdadera Coppelia casi desarmada y desnuda en sus brazos.
3º acto
El tercer acto nos lleva nuevamente a la aldea original que dio comienzo a esta historia, pero el pueblo se encuentra vestido de fiesta ya que se celebra la tan esperada boda de Swanilda y Franz, reconciliados después de tantas confusiones. En este momento la pareja recibe su dote, pero pronto se hace presente en tono acusador el pobre Coppelius destruido por los acontecimientos anteriores. Los jóvenes muestran arrepentimiento y en un acto de bondad ofrecen su dote al pobre viejo, pero es el Burgomaestre quien se hace cargo de los destrozos ocurridos en el taller de juguetero y ofrece una bolsa con monedas de oro que deja contento a Coppelius.
Comienza un excelentísimo Vals de las Horas, con un cuerpo de baile femenino y acompañados por algunas parejas con trajes típicos; utilizan todo tipo de recursos en cuanto a desplazamientos y formaciones, donde no faltaron los grandes saltos, giros y levantadas. (El marco general de esta historia, en su versión original, es la presentación de una nueva campana para la aldea. Las campanas solían ser muy importantes para los pueblos que vivieron antes de que la mayoría de la gente pudiera darse el lujo de usar relojes. Las mismas daban las nuevas a la gente, como por ejemplo que iba a haber una boda. En el 3º acto se hace la presentación de la tan ansiada campana, es por eso que se realiza el Vals de las Horas)
No pueden faltar en este gran acontecimiento, una bellísima Aurora (Ayelén Sánchez) con una presencia acorde al personaje larga y etérea. Y así mismo la Plegaria (Ludmila Galaverna), con unos magníficos equilibrios y unas zapatillas que desbordan talento.
Llega el momento del Grand Pas de Deux, dejando ver un adagio que en su dificultad dejó escapar algo de tensión entre los dos personajes, inmediatamente descontracturado por las hermosas variaciones de cada uno de ellos y acompañados por el cuerpo de baile; entre tanta danza y música van amasando la escena para concluir con una vigorosa coda final. En donde hacen su entrada cada una de las figuras y grupos que tuvieron su participación durante el 3º acto, con la gran ausencia de Coppelius.
Pablo Sambucetti, segundo jefe de Peluquería y Caracterización del Teatro Colón, nos cuenta sobre el trabajo de producción que se viene realizando desde hace unos meses en su área, para el Ballet Coppelia
¿Hace cuánto están trabajando en Coppelia? ¿En general cuánto es lo que lleva una producción?
Con Coppelia, venimos trabajando desde principio de año. Nuestra función es crear, en nuestro rubro, pelucas, barbas, bigotes, prótesis de látex, tocados, bijouterie en general y todo lo necesario para obtener un personaje.
¿Hay diferencias en el trabajo que realizan para ópera y para ballet?
En realidad las producciones varían según su tamaño. Lo lógico es que, dentro de los títulos de Ballet o de Ópera, se establezca un previo estudio del trabajo en sí, ya sea para analizar el volumen de material que implica la puesta, o por los tiempos que faltan para el estreno. Muchas veces algunas puestas requieren más trabajo por la complejidad de las pelucas o caracterizaciones, incluso siendo menos cantidad de intérpretes.
¿Cuál es, o ha sido, la tarea más ardua para Coppelia? ¿Porqué? Qué técnicas utilizaron?
Esta Coppelia de Leo Delibes es un ballet es una reposición (la última vez fue en 2008, si recuerdo bien el año… con Mario Galizzi , un genio). Hemos trabajado mucho en restaurar las coronas, las flores y especialmente a Coppelius con su calva, peluca y prótesis de látex. Aún siendo una reposición, el hacerla implica una confección nueva, un aggiornamiento del material que se reutiliza. Varios elementos se hacen desde cero, si bien el diseño es reposición, nada nuevo, pero sí es importante esmerarse por las técnicas adecuadas a nuestro presente como teatro.
Siempre es un placer trabajar en nuestro taller, el trabajar en conjunto con Paloma Herrera, Directora del Ballet, y con nuestra Directora Técnica María Cremonte, porque ambas apelan a un trabajo en conjunto de calidad y excelencia.
Por Luz Lasalle/Carolina Lázzaro
COPPELIA Ballet en tres actos (1870) Libreto según Charles Nuitter y Arthur Saint-Léon, basada en el cuento de Hoffmann "El Hombre de arena". Música de Léo Delibes
Directora del Ballet Estable del Teatro Colón: Paloma Herrera
Director musical invitado: Martin West
Coreografía: Enrique Martínez
Reposición coreográfica: Dalal Achcar
Función 16 de Junio de 2018
Swanilda: Emilia Peredo Aguirre
Franz: Maximiliano Iglesias
Coppelius: Tindaro Silvano, bailarín invitado
Diseño de Escenografía y Vestuario: José Varona
Diseño de Iluminación: Rubén Conde
Fotografía: Arnaldo Colombaroli – Teatro Colón