
La lucha por una jubilación digna y una carrera que vuelva a poner en valor al cuerpo de artistas y técnicos -teniendo en cuenta el presupuesto que la Ciudad de Buenos Aires otorga al Teatro Colón- son, entre otros, los reclamos expresados tanto al inicio de la función como al final.
Por Luz Lassalle / Carolina Lázzaro
Ph. Máximo Parpagnoli
La temporada de Ballet 2022 del Teatro Colón fue variada y con maravillosas obras.
Visitaron el escenario importantes figuras internacionales invitadas, como Natalia Osipova primera bailarina del Royal Ballet, Isabella Boylston del ABT, Elisa Badenes y Martí Paixà del Stuttgart Ballet.
El programa comenzó en el mes de abril con una magnífica Giselle, donde tuvo lugar la emotiva despedida de la primera bailarina Nadia Muzyca, seguido de Sinfonietta y una Carmen re-versionada por Alejandro Cervera, quien montó una puesta excepcional con un auténtico tablao incluido en escena.
Luego, un sorpresivo y empoderado Onegin, donde el final tiene el sabor de la venganza femenina muy diferente a la mayoría de las obras de ballet. No faltó el clásico de Shakespeare: Romeo y Julieta, que contó con la excelentísima participación del argentino Herman Cornejo, primer bailarín del ABT, en el rol principal.
Cascanueces: Un cuento navideño que sigue vigente
Para el final de la temporada se eligió la emblemática obra Cascanueces, la favorita en las fechas festivas; la versión recreada fue la de Rudolf Nuréyev, la cual ya forma parte del repertorio del Ballet del Teatro Colón.
Cascanueces fue estrenada en 1982, con libreto de Petipa y coreografía de Lev Ivanov. Estos maestros sumados a la maravillosa música del gran compositor Piotr Ilich Tchaikovsky lograron poner en movimiento un cuento navideño que aún hoy sigue vigente. Cascanueces ha sido recreada y re-versionada por una gran cantidad de coreógrafos de todos los tiempos.

En esta oportunidad fueron diez funciones, desde el 16 de diciembre hasta el 30 inclusive, con un Campeonato Mundial de Fútbol en el medio, evento por el cual se tuvo que suspender una función y luego re-programarla.
La función del 21 de diciembre contó con la participación de Davide Dato y Maria Yakovleva, primeros bailarines del Ballet de Viena. Como es de esperar, llevaron adelante los roles principales con un gran nivel artístico y técnico, aunque, a nuestro parecer, la interpretación -sobre todo en el rol femenino- nos dejó una sensación de falta de emocionalidad; ya que las diferentes situaciones por donde pasa Clarita, el personaje principal de esta historia, no contaron con ese tan valioso ingrediente de la interpretación escénica que envuelve al espectador.
Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que tanto los Pas de Deux como la dificilísima variación del Hada del Azúcar, que en esta versión lo realiza el rol protagónico femenino, fueron llevados a cabo con gran altura técnica.

El Vals de los copos de nieve contó con el mágico Coro de Niños del Teatro Colón. Si sumamos todos los elementos que componen esta escena realmente estaremos frente a un momento sublime en la historia. Es como un pequeño “acto blanco” dentro de la obra.
El cuerpo de baile con bellos e idénticos trajes blancos con apliques en plateado y tocados de ensueños, la música tan hermosamente particular que supo componer Tchaikovski, los pequeños copos que caen de la parrilla superior del escenario que van bañando a las bailarinas y el coro de niños en los palcos laterales son los ingredientes que se fusionan para que la escena tenga características únicas.
Los elementos coreográficos muy bien utilizados, como el desplazamiento en el espacio, los cánones de movimiento, los unísonos, la liviandad en las dinámicas de movimiento. Al margen, algunas desprolijidades y, si bien un tropezón no es caída, bastó para cortar por un segundo el clima en donde la exclamación unísona del público se entrelazó con el coro; por suerte fue solo por unos pocos compases.

El segundo acto de Cascanueces es dinámico, lleno de danza, color y movimiento. Aparece aquí la danza rusa, la danza española, la danza china y la hipnótica danza árabe con el toque particular de sensualidad y delicadeza exótica.
El bellísimo Vals de las flores a cargo del cuerpo de baile del Teatro Colón son el corolario de esta encantadora obra: tanto la corografía como la música, sin dejar de lado la pomposa escenografía, hacen la conjunción perfecta como para que el público estalle en aplausos. No alcanza la mirada para ver tanto glamour escénico, el cuerpo de baile se luce realmente en este momento, entre las levantadas, la composición coreográfica y el despilfarre, en el buen sentido, de alto nivel artístico y técnico.
Finalizando la obra no puede dejar de faltar el hermoso pas de deux rosado, la variación masculina y la simbólica y representativa Danza del azúcar, seguida de su respectiva coda.
Al finalizar se hicieron presentes bailarines, artistas y técnicos, provistos con pancartas, reforzando el pedido de dignidad laboral para quienes convierten en realidad estas maravillosas producciones, propias del Teatro más importante y emblemático de nuestro país.
Cascanueces. Dirección de Mario Galizzi, coreografía de Rudolf Nuréyev, reposición coreográfica de Aleth Francillion, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires con dirección del maestro Ezequiel Silberstein, y la participación del Coro de Niños del Teatro Colón dirigido por César Bustamante. Función: 21 de diciembre.