
Mozarteum Argentino, ambos ciclos (16 y 17 de abril, Teatro Colón). PH: Liliana Morsia
La vuelta de Bernarda Fink para presentarse en Buenos Aires anunciaba ser un hecho significativo a nivel artístico y emotivo. Esta respetada cantante argentina ha desarrollado una inmaculada y nutrida carrera en el exterior.
De la mano de la Camerata Salzburg se puso en evidencia el afecto que le tiene el público de Buenos Aires en los dos excelentes conciertos que combinaron un ciclo de canciones bíblicas y un aria en común, pero con obras instrumentales distintas en cada fecha.
El Mozarteum inició así con excelencia una nueva temporada.
La combinación de obras fue interesante, indudablemente ecléctica. La forma en que se distribuyeron, incluyendo el intervalo entre el ciclo de canciones y el aria de Bach, no concentrando la actividad de la solista en la primera parte, resultó verdaderamente atípico, pero no por eso negativo. El primer concierto se inició con Fratres de Arvo Pärt, tocada además con mínima luz en el escenario. El clima de recogimiento y sutileza que propone la obra, como buena parte de la producción de este compositor estonio, fue captado muy bien en la versión para cuerdas que hizo la Camerata. Muy contrastante, la obra de inicio para el segundo ciclo fue la suite Pulcinella de Stravinsky, una composición colorida, llena de evocaciones que sirvieran de ilustración para el ballet de la compañía deSergei Diaghilev. Los gestos, el histrionismo evocativo de la Commedia dell’arte, todo fue claramente representado en la concertación de la Camerata, con destacadas partes en el trombón del argentino Pablo Fenoglio, que en carácter de invitado complementó a la orquesta, luciéndose en las partes destacadas que tiene en los últimos números y en los diálogos con el contrabajo.
La sección central de ambos conciertos fue sin duda el ciclo de Canciones bíblicas Op. 99 de Antonín Dvorák, obra que Fink conoce a la perfección, y con la cual se desenvolvió con soltura y sin apoyo de la partitura. Las canciones del compositor bohemio han formado parte de su repertorio, y su comodidad con el checo es notable. De estas interesantes obras, muy diversas en carácter y altamente expresivas, sólo las cinco primeras tienen orquestación del compositor. Los arreglos para orquesta de cámara fueron hechos por Patricio Cueto, un colaborador regular de la Camerata Salzburg. El formato instrumental reducido rinde mucho con estas canciones, y permitió el despliegue de toda la capacidad expresiva de Fink, que se mostró como una orfebre del decir en cada una de las obras, estilísticamente muy adecuada, y además con voz tímbricamente pareja en todo el registro.
Tras el intervalo Fink hizo el aria Schlummertein, ihrmatten Augen (Duerman ahora, cansados ojos) de la Cantata “Ichhabegenung” de J. S. Bach. Esta aria da capo también tiene contenido textual bíblico en origen, y fue muy bella en la performance vocal, con un acompañamiento orquestal en que el chelo de Shane Woodborne fue puesto a un lado para que el músico se encargase también, con igual idoneidad, de la parte del órgano, que sonó de suave base en esta pieza.
La primera fecha la orquesta cerró con la Sinfonía No.3 de Schubert, y en la segunda con la famosa Sinfonía No.35 “Haffner” de Mozart. En ambas obras la percepción pudo centrarse más en la muy buena solvencia instrumental de esta orquesta austríaca, con maderas sumamente precisas y expresivas, cuerdas con gran unidad de articulación, en total entendimiento para lograr absoluta integración en fraseos rápidos y llegar a cubrir una frecuente opción por tempi y cadencias apoyadas en un pulso rítmico intenso. El liderazgo del israelí Gregory Ahss, maestro concertador del grupo, indudablemente tiene bastante que ver con los sólidos y atractivos resultados musicales. Siendo un buen concertino nunca se muestra en el escenario en una posición de líder, y más allá de tocar en una banqueta de piano y no en silla como el resto, no había ninguna otra cosa que lo destacara de sus compañeros.Los miembros de la agrupación irradian un claro disfrute por hacer música, y eso tiene mucho que ver con el espíritu fresco que tienen sus interpretaciones.
Como bises hicieron los cuartos movimientos cruzados de las sinfonías de Schubert y Mozart. Fueron dos noches con un muy homogéneo y consistente nivel vocal e instrumental.
© Pablo A. Lucioni