Ph.: Enrico Fantoni
La noche del 6 de noviembre era lo que sucedía luego de la presentación de la programación de la temporada 2018 de Nouva Harmonía el pasado martes 31 en el Teatro Coliseo, y que manera de ratificar lo imprescindible de este ciclo en el consumo de música clásica del más alto nivel en la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien ya estamos a costumbrados a entrar a una sala y a un ciclo variado y diverso, no sé si todos estaban preparados para la inmensidad que se vivió esa noche. De esa forma, recibimos el primer lunes de noviembre y que maravillosa manera de salvar la semana.
Los protagonistas:
Bucharest Symphony Orchestra
Bajo la Dirección del Mtro. Bonoît Fromanger.
Joanna Wo?. Soprano
Tadeusz Szlenkier. Tenor.
El Repertorio
George Enescu: Rumanian Rhapsody Nr. 1
Tenor: Una furtiva lacrima (Donizetti, L’elisir d’amore)
Soprano: Casta Diva… ah bello a me ritorna (Bellini, Norma)
Tenor: E lucevan le stelle (Puccini, Tosca)
Soprano: Quando men vo (Puccini, La Bohème)
Tenor: Che gelida manina (Puccini, La Bohème)
Soprano: Mi chiamano Mimi (Puccini, La Bohème)
Duet: O soave fanciulla (Puccini, La Bohème)
Giuseppe Verdi: Ouverture to „La forza del destino“
Soprano: È strano (Verdi, La Traviata)
Tenor: Lunge da Lei… dei miei bollenti spiriti (Verdi, Traviata)
Duet: Parigi o cara (Verdi, Traviata)
Duet: Addio! Speranza ed anima sol tu sarai per me (Verdi, Rigoletto)
Tenor: Addio fiorito asil (Puccini, Butterfly)
Duet: Bimba dagli occhi (Puccini, Butterfly)
Pjotr I. Tschaikowsky: Nutcracker Suite, op. 71 A
Con una propuesta de repertorio ya bastante amigable (y simplemente adorable), podía quedar claro que la íbamos a pasar bien, pero luego, este director, luego esa orquesta y luego esos intérpretes.
Salen al escenario los jóvenes apasionados músicos de la Bucharest Symphony Orchestra, las mujeres con vestidos hermosos de colores muy llamativos y telas brillantes, que lejos de ser este un comentario fashion-banal, ya daban pie a sumergirse en un mundo liderado por Enescu, Verdi, Puccini, Donizetti y Bellini en una Italia de hace unos cuantos siglos atrás. Una Orquesta que con pisar el escenario venía gritando con fuerza. Se ubican en su refrescante formación y esperan a su doblemente avasallante director, entre los respectivos aplausos del público porteño.
El director con una amplia e innegable formación bajo los más destacados directores contemporáneos, es una máquina con un motor poderoso y a su vez sensible. Cuando pasas toda tu vida conociendo y entendiendo a las orquestas y sus dinámicas, hay códigos interpretativos que entendés a simple vista, Fromanger dirige con el alma, la expresividad le sale del pecho, es innegable e incontrolable todo lo que puede transmitir este ex solista, que entiende a la perfección lo que es la interpretación esplendorosa, y lo demuestra con su orquesta.
Así comienza a desarrollarse una noche de lujo, que suma la brillante interpretación del tenor Tadeusz Szlenkier y la soprano Joanna Wo?. La frecuencia con la que se disfruta este repertorio o con la que tenemos la oportunidad de deleitarnos con interpretaciones operísticas, nos puede generar una especie de subestimación en la espera, y que afortunadamente se disipó por completo una vez se pudo sentir, entender y recibir la gran calidad de la entrega de ambos.
El color y la tesitura de la soprano polaca, es envolvente y el sumamente delicado manejo técnico, convirtió el repertorio y la noche entera en una joya. Por su parte, la compenetración de Szlenkier con el público, la orquesta y su compañera, no hizo sino resaltar su indiscutible y encantador talento con un empoderamiento brillante del repertorio.
El concierto fue uno de los más largos de la temporada, pero pareciera que, por primera vez en el ansioso público asiduo a los ciclos, no quería que terminara. Tal parece que el mix de la grosísima orquesta (en sonido y color), el carismático director, los intérpretes y el repertorio, encapsularon (finalmente) la atención y el respeto del público, disminuyendo notablemente la interrupción constante por los efectos colaterales de gripes y resfríos, para deleitarnos 100% en el escenario con la música, como debe hacerse siempre, en plena entrega y desconexión del entorno.
Con un pequeño ajuste en el orden del repertorio en la segunda parte del concierto y un cierre esplendoroso de la suite del Cascanueces de Tchaikovsky, la orquesta reforzó esa idea de grandeza que nos había dejado con la interpretación del, ya suficientemente romántico y apasionado, repertorio italiano.
Con muchísimo respeto, el director dedicó la “Forza del Destino” a las víctimas del atentado en Manhattan y la Argentina, como una muy linda muestra de solidaridad y empatía.
Esperemos con muchísimas ansias otra visita de esta magistral orquesta y ojalá se vengan armados con un potente repertorio ruso, que nos deje encerrados, nuevamente, en esa capsula maravillosa de pasión e interpretación.
Por Lic. Nahomi Martínez.