Boulez-vous?

El Centro de Experimentación del Teatro Colón programó «Foco Boulez», una serie de conciertos, instalaciones, proyecciones y conferencias que repasan la vida y la obra del compositor y director francés, sus influencias y su pensamiento.

En febrero de 1978, Pierre Boulez convocó a Gilles Deleuze, Roland Barthes y Michel Foucault al Centro Pompidou de París para participar en el seminarioLe temps musical. Acaso no haya tema más apropiado para acercar a músicos y filósofos que el tiempo: en cierto modo, ambos lo toman como material de trabajo; unos intentando organizarlo mediante sonidos, los otros buscando atraparlo mediante conceptos.

«¿Qué es, pues, el tiempo?», se preguntaba Agustín de Hipona en sus Confesiones. «Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé». No es muy distinto de lo que ocurre si alguien nos pregunta qué es la música contemporánea. O la música, sin más. Y El maestro del tiempo (Le maître du temps, 2011) es precisamente el título de una instalación de Robert Cahendedicada a Pierre Boulez, e incluida en la programación de junio del Centro de Experimentación del Teatro Colón.

Todo un mes, en rigor, centrado en la figura del compositor, maestro, director de orquesta e intelectual francés fallecido en 2016. Pero el ciclo «Foco Boulez», integrado por conciertos, conferencias e instalaciones, no se agota en la mera evocación de una de las principales figuras de la música de la segunda mitad del siglo XX y estas primeras décadas del siglo XXI que estamos transitando. Es ciertamente una ocasión ideal para escuchar música, pero también para verla, tocarla, para pensar acerca y a partir de ella.

«Rizomático» podría ser una certera descripción de este «Foco Boulez», si se piensa en las asociaciones que sugiere el programa. El hecho de que esté organizado en un teatro de ópera como el Colón, uno de esos templos a los que el joven Boulez llamaba a dinamitar en los sesenta, es apenas una de las conexiones posibles que despierta el repaso por la programación.

Otras posibles derivas: los primeros días tienen como protagonista a Robert Cahen, responsable de la mencionada instalación Le maître du temps y de Boulez-Répons (1989), film que funciona como aperturadel cicloen la sala del CETC. La relación entre Cahen y Boulez comenzó en el IRCAM de París cuando Cahen interpretó el papel del músico en el film El juego de la muerte (Écoutevoir…1979) de Hugo Santiago. Y el propio Santiago es otra de las presencias que sobrevuelanel ciclo, en la medida en que los tres conciertos, del 22 al 24 de junio, tienen como protagonista al Ensamble Invasión, cuyo nombre recupera el del film de culto del realizador argentino.

Grandes músicos invitados completan la lista de los participantes, a los que hay que sumar también al compositor Sebastián Rivas, responsable de la instalación Hotel Claridge 1954, encargada por el CETC, y al musicólogo Raffaele Pozzi, a cargo de la charla inaugural junto a Cahen y de una conferencia acerca de los escritos de Boulez.Además de los jóvenes virtuosos del Ensamble Invasión, dirigido por Juan Martín Miceli, el elenco de intérpretes del ciclo incluye visitas como el Cuarteto Marmen, el flautista AlessandroBaticci, el pianista Pauli Jämsä, el violonchelista VictorJulien-Laferrière, el violista Adrien Boisseau y la mezzosoprano Camille Merckx.

La programación de los conciertos fue, a su vez, pensada en base a conexiones, genealogías y asociaciones más o menos libres. El primero, «Boulez y sus precursores», vincula la extraordinaria Sonata para violonchelo y piano de Debussy con Le merlenoir de Olvier Messiaen, Troisstrophes de Dutilleux y tres obras del propio Boulez: la Sonatina para flauta y piano, Mémoriale (que es también la pieza que Boulez dirige en la instalación de Robert Cahen) y Dérive 1.

El segundo, en la sala de cámara de la Usina del Arte, lleva el elocuente título de «Schönberg ha muerto»: allí las piezas que dialogan son el diabólico Trío op. 45 y la versión para sexteto de cuerdas de Noche transfigurada del compositor vienés con Messagesquisse (para violonchelo solista y seis violonchelos) de Boulez. La figura de Paul Sacher (1906-1999), director suizo y responsable del estreno de muchas piezas de grandes compositores del siglo pasado gracias a los encargos que realizaba para su Orquesta de Cámara de Basilea, es otra de las presencias que conecta los títulos programados: a él están dedicadas las Troisstrophes de Dutilleux y Messagesquisse de Boulez.

El cierre de «Foco Boulez» incluye dos piezas del compositor francés: la Sonata para piano nº1 y Le marteausans maître, uno de sus títulos más emblemáticos, a partir de versos de René Char. Una oportunidad única para acercarse a la obra y al pensamiento de Pierre Boulez, pero también a esa parte más intangible de su legado: su influencia en las nuevas generaciones de compositores e intérpretes, el modo en el que su faceta de director de orquestas y de producciones de ópera marcó también toda una época, a partir de sus lecturas de Schönberg, Berg y Webern, por supuesto, pero también de Mahler, de Debussy, de Ravel, de Stravinsky, Bartók, Wagner o Berlioz.

Hace algunos años, en una de las primeras visitas a la Argentina de Daniel Barenboim junto a la Orquesta West-Eastern Divan, el director argentino programó dos obras de Boulez en uno de los conciertos gratuitos que ofreció en el teatro Gran Rex.

En rigor, había programado una, Dérive 2, pero antes de comenzar el concierto se dirigió a la audiencia para comunicar que había decidido incluir una obra más en el programa: Dérive 1.

La relación entre Barenboim y Boulez rindió numerosos frutos (los más recientes, a modo de homenaje del alumno al maestro, consisten en la inauguración de la Pierre Boulez Saal en Berlín y la edición de un disco con obras de Boulez en abril de este año), pero ninguno debe haberse oído con tanta emoción como la que se sintió ese mediodía en Buenos Aires. El público había esperado durante horas afuera del teatro, en una fila que daba vueltas a la manzana y que colmó la sala, para escuchar, primero con sorpresa y luego con atención, una hora ininterrumpida de música del compositor francés.

A la distancia e involuntariamente, esa experiencia de Barenboim en Buenos Aires recogía el guante que había arrojado Michel Foucault durante el seminario sobre el tiempo musical de 1978, en una conversación que luego fue recogida en la revista del Centro Pompidou en 1983.

Foucault comenzó señalando que, según una opinión generalizada, la música contemporánea se había alejado del público, en una deriva o hiato que habría que hacer el esfuerzo por reparar. Sin embargo –continuaba–, resultaba innegable que la música, y especialmente la música contemporánea, trazaba una y otra vez conexiones con todas las otras manifestaciones culturales de su época. Foucault concluía con la siguiente reflexión: la pregunta que debemos hacernos no es por qué se alejó la música y cómo sería posible recuperarla, sino más bien cómo es posible que se perciba una distancia que en rigor no es tal.

Barenboim, como Boulez y otros grandes artistas como Claudio Abbado o Maurizio Pollini, demostró hasta qué punto es posible cerrar ese hiato, y lo hizo con la propia música de Boulez. La distancia imaginada no existe, como en ese pasaje del Parsifal wagneriano que Boulez dirigió como nadie en el mismísimo Bayreuth: «aquí el tiempo se convierte en espacio».


En 1995, en ocasión del cumpleaños número setenta de Boulez, Edward Said escribió un elogio a la extraordinaria capacidad del compositor francés para elaborar programas que combinaran piezas del pasado con nuevas composiciones, que hicieran dialogar a las grandes obras de siglos anteriores con la música de nuestro tiempo. «La idea de Boulez», escribe Said, «es presentar la música como algo que constituye una sola empresa cultural y estética con varios estadios y estilos distintos, muchos de ellos todavía en fase de evolución». Said destacaba la incansable labor de Boulez como director, crítico, docente y polemista; su deseo de hacer de la sala de concierto o el teatro de ópera un lugar que trascienda el mero deleite pasivo y se convierta en un lugar apto para una experiencia transformadora. Las intervenciones de Boulez no sólo sugerían conexiones inesperadas en el oyente, sino que lo invitaban además a elaborar conexiones propias, a poner en marcha un mecanismo que no por intelectual era menos estético, en el sentido de sensorial, de emotivo. El artículo de Said se llamaba «¿Por qué escuchar a Boulez?», y el CETC programó todo un mes de actividades para responder a esa pregunta que nos continúa interpelando.

Por Gustavo Fernández Walker.


Las visitas internacionales que colaboran con el Ensamble Invasión en la programación del «Foco Boulez» no se limitan a participar en el ciclo del CETC. También la programación de la Usina del Arte cuenta con su presencia para tres conciertos de cámara: el Cuarteto op. 132 de Beethoven, el Cuarteto de Ravel y el LangsamerSatz de Webern a cargo del Cuarteto Marmen (sábado 17 de junio); la Sinfonía de cámara nº 1 de Schönberg y la Quinta sinfonía de Gustav Mahler (en versión para orquesta de cámara de Juan Martín Miceli) a cargo del Ensamble Invasión (domingo 25 de junio); y las Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach a cargo de Victor Julien-Laferrière (jueves 1º de julio).

El programa completo de Foco Boulez puede consultarse en: http://www.teatrocolon.org.ar/es/2017/cetc/foco-boulez

Leer anterior

Premios Gardel 2017: MEJOR ÁLBUM DE MÚSICA CLÁSICA.

Leer siguiente

Cuando una orquesta te deja sin palabras, es porque la música lo dijo todo

Más publicaciones