Astor Piazzolla y la música clásica

Piazzolla y la música clásica

Por Omar García Brunelli  ⃰

Piazzolla (1921-1992) fue primero un compositor de música clásica y solo años después comenzó a escribir tangos que consideró significativos. Como intérprete, en cambio, siempre estuvo ligado al género popular.

Se inició como bandoneonista en la orquesta de Aníbal Troilo en 1939, y enseguida comenzó su formación con Alberto Ginastera, que duró cinco años y fue completa y sistemática. Además estudió piano con Raúl Spivak desde 1942; en 1953 dirección orquestal con Hermann Scherchen; y finalmente en 1954 se perfeccionó con Nadia Boulanger en París. En esos años de formación algunos recursos de escritura derivaron de un campo a otro. Por ejemplo, comenzaba el arreglo de su tango Juan Sebastián Arolas (1946) con un fugado insólito para el género. Pero solo se sintió conforme con un tango propio a partir de Para lucirse (1951), el mismo año de la creación de Buenos Aires. Tres movimientos sinfónicos, primera obra orquestal importante, con la que ganó el premio Fabien Sevitzky. 

Esa dualidad popular/académica puede trasladarse a la totalidad de su carrera, que podemos dividir, de acuerdo a su actividad compositiva, en tres etapas. En la primera (1943-1954) compuso mayormente música de concierto y poca música popular; en la segunda (1955-1977) fue el prolífico creador del Nuevo Tango  y en contrapartida la obra clásica fue exigua; en la tercera (1978-1989) sus intereses se equilibraron, y a la par de sus piezas para el quinteto popular, dedicó bastantes esfuerzos para las composiciones orquestales y de cámara. 

Es bastante conocido su recorrido por el tango: las orquestas típicas al comienzo, el quinteto y los conjuntos de Nuevo Tango en la etapa media y nuevamente el quinteto en la final. Pero en cuanto a su obra académica, solo está un poco más divulgada la de sus años finales y no es fácil hacerse una idea acabada de la totalidad del catálogo, que abarca alrededor de cuarenta y cinco obras. 

Piazzolla comprendía cabalmente el funcionamiento del mundo académico. Sus obras de concierto cumplen todos sus requisitos. No debemos confundir las composiciones pensadas para ese circuito con las numerosas transcripciones a orgánicos clásicos realizadas sobre sus obras populares, debidas en primera instancia a José Bragato y últimamente a prestigiosos compositores, a demanda de instrumentistas tan notorios como Gidon Kremer, pues para Piazzolla eran dos campos separados.

El primer período de composiciones académicas es el más complejo de indagar. Obviamente Piazzolla estaba intentando forjar un estilo personal y eso se refleja en ciertas vacilaciones estilísticas. Desde el comienzo abrazó un estilo que podemos definir con amplitud como neoclásico. Esa estética era común entonces entre los compositores argentinos y constituía una de las opciones válidas para la modernidad circundante. Incluso su maestro, Ginastera, puede considerarse más influido por ese entorno, como opina Omar Corrado, que por el nacionalismo en el que se lo quiere anclar a pesar de su marcada tendencia al universalismo, según sostiene Malena Kuss. La búsqueda estilística de Piazzolla se refleja en las aproximadamente veinticinco obras de esta primera etapa: hay algunas que tienen un contenido abstracto; en otras parece surgir una incipiente tono nacionalista con algunos elementos criollos, y hacia el final de este tramo encontramos la introducción de ideas tanguísticas en la melodía, el ritmo y la estructura. En todas subyace la estética neoclásica, de tono distanciado y casi siempre alejado de todo sentimentalismo.

Sus primeros opus, abstractos, son tributarios del impresionismo francés o están influenciados por su maestro y a través de él por Stravinski. Se trata de obras como la Suite Op. 2,  las 4 piezas breves y la Suite Nº 2, para piano, y las 3 piezas breves para violoncelo y piano. Encontramos algunos números de aire circense, pastorales. Valses y tocatas, siempre tonales, con armonía modal o tonalidad expandida. La Sonata Nº 1 Op. 7, para piano, es agradable y equilibrada, y Ginastera la consideró lo suficientemente buena como para incorporarla en el programa de piano del Conservatorio de La Plata. Actualmente no son obras de repertorio, pero se las suele ver integrando algún programa de concierto. Todas ellas, debido a la notoriedad actual del compositor, han sido rescatadas y puestas en valor, por lo que se las puede escuchar en varias grabaciones por buenos intérpretes. El pensamiento compositivo de Piazzolla tendió más a lo orquestal a partir de 1950. Sus obras más logradas, aún sin injerencia de músicas populares, son Contemplación y danza, para clarinete y orquesta de cámara y la Suite para oboe y orquesta. Ambas se suelen interpretar con frecuencia.

Además del neoclasicismo neto, encontramos en unas pocas obras atisbos de criollismo: se filtran en ellas ciertos elementos de un nacionalismo mediado por la obra ginasteriana. Una “Siciliana” (de la Suite Op. 2) con aire de zamba y dos recurrencias al malambo (la Toccata de la misma suite  y Danza criolla) parecerían indicar que exploraba esa posibilidad. Más directa es la afiliación al folklore en Tardecita pampeana, una pieza didáctica para piano y en la Suite folklórica cuyos números, “Cifra”, “Bailecito”, “Huayno” y “Gato”, están muy ligadas a los modelos populares. Pero con estos pocos ejemplos se agota el intento folklorista de Piazzolla.

Sobre el final de esta primera etapa, que evidencia un gran compromiso en llevar adelante una carrera profesional como compositor académico, encontramos otra estrategia, que sería la más productiva y duradera, consistente en la incorporación de elementos provenientes del tango.  El género popular ingresa por primera vez en el catálogo piazzolliano con Tango en Fa# también llamada Tanguano (1949), para violín y piano, cuyo material motívico y algunos recursos rítmicos y en parte texturales provienen del tango. En esta primera experiencia contrapesa lo popular agregando en el sector central varios recursos que diluyen la percepción clara de la tonalidad y de esa forma introduce una contraposición tango / no tango, tonalidad / ambigüedad tonal que enriquecen la propuesta. Diversas transcripciones y ediciones y la reaparición de este material como parte del tercer movimiento de Buenos Aires. Tres movimientos sinfónicos, dan cuenta de que para Piazzolla la obra era significativa. Con pocas excepciones, a partir de entonces el tango fue un elemento central en su pensamiento compositivo. Lo observamos en sus realizaciones más virtuosas como Dos Tangos para orquesta de cuerdas, concisa y elegante, y en la Sinfonietta, para orquesta de cámara, en la que combina en un nivel estructural el tango con sus lecturas de Bartók y Stravinski. 

Concluida esta primera etapa Piazzolla había sistematizado una serie de rasgos, dentro del lenguaje neoclásico, que configuraron una definición estilística. Si bien como compositor académico no llegó a alcanzar un lugar descollante –se dedicó a ese empeño unos pocos años–, su intento fue serio y consecuente, como lo atestiguan sus obras, perfectamente encuadradas en la estética vigente, bien realizadas y casi todas estrenadas. La cuestión es que entonces Piazzolla cambió de dirección, y esa base inicial no fue una plataforma para su posterior crecimiento o desarrollo sistemático en la composición académica, pues sus intereses se concentraron en la música popular, y el estilo desarrollado hasta este momento constituyó, con algunas variantes, la base de su lenguaje musical académico futuro.  

Diez años separan a la última obra del primer período de la primera composición de la segunda etapa, la Serie de tangos sinfónicos (1963) para orquesta completa. Todos sus esfuerzos estaban en el Nuevo Tango que giraba alrededor de su quinteto y otras formaciones. La segunda obra importante de esta etapa es Tangazo (1969) para cuerdas, maderas, piano y percusión. En ellas sigue comprometido con el género popular y trabaja siempre sobre la base neoclásica. De esta etapa media también son dos obras de cámara, de las cuales la Milonga en re, para violín y piano, fue dedicada a Salvatore Accardo. El Concierto de Nácar (1972) cierra este período. Fue escrito para su noneto popular, el conjunto que dirigía por entonces (bandoneón, guitarra, piano, contrabajo, cuarteto de cuerdas y percusión) y una orquesta de maderas, metales, cuerdas y percusión. Es complejo de montar porque requiere de solistas de tango, y funciona como una obra concertante para noneto y orquesta. Es importante porque Piazzolla incorpora por primera vez el bandoneón como instrumento solista en un entorno académico, prefigurando sus composiciones para bandoneón y orquesta de la etapa siguiente.

En el tercer período hay una cierta paridad entre las composiciones académicas y populares. Para su quinteto de Nuevo Tango escribe alrededor de sesenta piezas entre las que encontramos un puñado de obras maestras, como La camorra. En el ámbito clásico aparecen sus obras orquestales con bandoneón solista: Concierto para bandoneón (1979); Suite del Este (1980); Tres tangos para bandoneón y orquesta de cuerdas (1980) y el Concierto para bandoneón y guitarra (1985). En todas ellas el mayor interés radica en la parte solista y en su contraste con una ascética escritura orquestal. La producción de cámara de estos años es particularmente rica, con obras que se han incorporado definitivamente al repertorio de los respectivos instrumentos. Son las Cinco piezas para guitarra, compuestas para Roberto Aussel; Le grand tango, para violonchelo y piano, dedicada a Mstislav Rostropovich; Histoire du tango, para flauta y guitarra; Tango suite, para dos guitarras;  y los Six Etudes tanguistiques para flauta sola. En todas encontramos un lenguaje piazzolliano que combina tango antiguo o tradicional con rasgos del Nuevo Tango en un tono distanciado y elegante.

Todas las obras mencionadas han sido grabadas y están disponibles en las plataformas habituales. Encontrarlas en CD puede ser un poco más difícil, pero figuran en todos los catálogos internacionales donde se puede obtener el disco físico o descargarlo con diversa calidad de sonido. Salvo algunas composiciones de la primera etapa, las obras no han envejecido. Es música argentina, tonal, modernista, que merece ser programada y escuchada.

 

  ⃰ Omar Brunelli es autor de “La música de Astor Piazzolla» disponible en el Gourmet Musical


Te invitamos a leer nuestra revista dedicada completamente a Astor Piazzolla, donde salió originalmente esta nota:

Revista Música Clásica Buenos Aires 3.0 #22 – Marzo 2021 – Música Clásica Buenos Aires (musicaclasica.com.ar)

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