Toscanini es reconocido como “el Maestro” por su nivel de perfeccionismo, impresionante oído y rigor estético. Severo y exigente, las orquestas que tuvieron el privilegio de tenerlo en el podio también supieron tolerar su rudeza. El director de orquesta Carlo Maria Giulini dijo sobre Toscanini “Nuestra generación no ha tenido que gritar nunca a una orquesta porque él ya lo hizo por nosotros”.

Dirigió en la Metropolitan Opera de Nueva York (1908-15), La Scala de Milán en los años 1920, el Festival de Bayreuth (1930-31),  el Festival de Salzburgo (1934-37). También dirigió a la Orquesta Filarmónica de Nueva York entre 1926 y 1936.

 

Tuvo una relación muy especial con Latinoamérica, de hecho fortuitamente inició su carrera en Brasil. En 1886 formaba parte de una orquesta que estaba de gira por Río de Janeiro con la ópera Aida. El director a cargo fue abucheado por el público por lo que decidió abandonar el podio. Toscanini -que había ido en  calidad de chelista- agarró, animado por sus colegas, la batuta y comenzó con 19 años su carrera como director.

En Argentina Toscanini dirigió la temporada lírica del Teatro Colón en 1912, luego volvió en 1940 con la orquesta de la NBC y en 1941 a dirigir la Orquesta Estable del Teatro Colón. Hoy uno de los laterales del Colón recibe el nombre de “Calle Arturo Toscanini”,  aunque en realidad es un pasaje que da a la Plaza Vaticano.

 

Toscanini falleció el 16 de enero de 1957 en Nueva York. Dejó geniales interpretaciones, especialmente de Verdi y de Beethoven. Y un último dato de color: fue uno de los grandes impulsores de bajar las luces en la sala de concierto, para que el público pueda concentrarse en escuchar la música de la orquesta.