Arnold Schoenberg y la triscaidecafobia

Arnold Schoenberg y la triscaidecafobia

La música sigue, las supersticiones permanecen: Arnold Schoenberg y la triscaidecafobia

El hecho de que el calendario indique que es viernes 13 no genera ningún efecto particular en el desarrollo de su vida cotidiana. Sin embargo, para otros, como fue el caso de Schoenberg, resulta ser una cuestión crucial.


Por Julián Guzzo.

En julio del 2021 se cumplieron 70 años del fallecimiento de Arnold Schoenberg, un compositor que desde la primera mitad del siglo XX marcó el rumbo de la música. También es una ocasión especial para recordar un nuevo aniversario del nacimiento de Mahler, cuya Canción de la tierra inauguró la temporada del Colón de este año, en la versión de cámara de Schoenberg.

Ambos compositores entablaron un vínculo solidario más allá de sus diferencias generacionales y musicales. Al mismo tiempo, compartieron supersticiones asociadas a números que los siguieron hasta el último de sus días, y de sus obras.

Seguramente para muchos, el hecho de que el calendario indique que es viernes 13 no genera ningún efecto particular en el desarrollo de su vida cotidiana. Sin embargo, para otros, como fue el caso de Schoenberg, resulta ser una cuestión crucial. Esto es porque el compositor austríaco padecía de triscaidecafobia, un miedo extremo hacia el número trece. Tal vez el nombre de esta afección sea complicado de pronunciar por primera vez, como también sean complejas las sensaciones generadas a partir de algunas de las obras de Schoenberg.

El compositor austríaco padecía de triscaidecafobia, un miedo extremo hacia el número trece.

Se lo considera como el líder de la segunda escuela de Viena, la versión moderna de aquella triunfante que reunía a Haydn, Mozart y Beethoven. En esta nueva edición Schoenberg, junto a sus alumnos Anton Weber y Alban Berg, produjo innovaciones que transformaron radicalmente algunos fundamentos de la música clásica occidental.

Sus exploraciones iban desde tendencias expresionistas hasta composiciones organizadas a partir de series de doce notas que no se podían repetir entre ellas. Al no jerarquizar una nota sobre las otras, este método pretendía evitar el establecimiento de un centro tonal en torno al cual orbite la obra. Aun así, todas estas transformaciones no fueron concebidas por el compositor como una ruptura radical con el pasado, sino como la evolución lógica de la historia de la música.

Ahora bien, la historia de la triscaidecafobia de Schoenberg también necesita contextualizarse, ya que en los primeros años del siglo XX se incrementó el interés en la astrología y la numerología (en la cual el mismo Alban Berg se había involucrado). Los principales síntomas de la fobia de Schoenberg hacia el número 13 son evidenciados a partir de la década de 1930 cuando el antisemitismo hizo necesario su exilio en Estados Unidos. 

Los testimonios de sus allegados indican que el compositor atribuía la postergación de algunas obras al hecho de que su proceso creativo se había detenido exactamente en un compás, cuya numeración era un múltiplo de trece. Este sería el caso del inacabado oratorio Die Jakobsleiter, que Schoenberg había comenzado a componer en 1915 y que sólo fue estrenado luego de su muerte por pedido de su esposa. Otras veces evitaba escribir la numeración del compás número 13 y lo reemplazaba por la indicación 12A. 

Esta superstición trascendía los compases y directamente afectaba al título de la obra, como sucedió con la inacabada ópera Moses und Aron, ya que la omisión de la doble «a» del nombre Aaron evitaba que la suma de las letras del título de como resultado 13.

Esta superstición trascendía los compases y directamente afectaba al título de la obra: evitaba que la suma de las letras del título de como resultado 13.

Sin embargo el destino fatídico de Schoenberg no estaba inscripto en sus obras, sino en el inevitable paso del tiempo. Convencido de que moriría a sus 65 años por ser múltiplo de 13, logró tranquilizarlo el compositor y astrólogo Dane Rudhyar quien le pronosticó que viviría unos diez años más.

Finalmente, cuando cumplió la edad de 76 -cuya suma de las cifras dan como resultado 13-, no pudo vencer la superstición ni los problemas de salud: falleció minutos antes de que finalice el viernes 13 de julio de 1951.

Al día siguiente Anna Mahler, escultora e hija de Gustav, realizó una máscara mortuoria de Schoenberg concluyendo el vínculo que mantuvieron ambos compositores.

Arnold Schoenberg y Gustav Mahler

Mahler pronunció que tanto la música como el mundo están gobernados por el eterno cambio en busca de lo nuevo. Logró llevar esta idea a la práctica, respaldando las obras de Schoenberg -aún cuando admitía que no lo entendía-, convencido de que la evolución de la música estaba en sus manos. Se concretó también cuando, junto a los modernistas vieneses, fundaron una asociación de conciertos destinada a la difusión de música nueva.

Schoenberg llegó a reconocerlo como un compositor divinamente inspirado. Prueba de esto es la dedicatoria que le dirigió en su famoso Tratado de Armonía. También arreglos e interpretaciones de sus obras fueron realizadas en la Sociedad de Ejecuciones Musicales Privadas que Schoenberg había fundado en 1918. La versión de La canción de la tierra que el compositor había comenzado fue finalizada por Rainer Riehn, estrenándose recién en 1983.

Mahler también se vio envuelto en una superstición que estuvo fundamentada en la experiencia de compositores como Beethoven y Bruckner que murieron al haber escrito su novena sinfonía. Es probable que haya querido engañar al destino titulando como La canción de la tierra a una obra que precisamente cuenta con dimensiones sinfónicas. Pero sus esfuerzos, al igual que los de Schoenberg, tampoco le permitieron escapar a la fatalidad y murió en 1911 poco tiempo después de haber completado su novena sinfonía.


Esta nota se publicó originalmente para nuestra revista Revista Música Clásica 3.0 del mes de julio 2021.

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