Por Pablo bardín. PH: Máximo Parpagnoli
Anne-Sophie Mutter tuvo un retorno triunfal a Buenos Aires después de un hiato de unos 20 años cuando había tocado sonatas de Beethoven con Itamar Golan; con Barenboim y la Orquesta del Divan ejecutó un movimiento del Concierto que Previn escribió para ella y luego el Concierto de Sibelius; esto fue en el CCK. Cuatro meses más tarde retornó, esta vez al Colón, con The Mutter Virtuosi, el conjunto de jóvenes talentos que ella promueve y elige. La gran fecha fue el 1º de noviembre ante una sala rebosante y entusiasta.
A los 55 años Mutter tiene 40 de carrera y su apariencia sigue joven y enérgica, concentrada totalmente durante todo el concierto, además de mantener una técnica prodigiosa. Su interés en la música contemporánea la llevó a estrenar 28 obras de creadores como Dutilleux, Gubaidulina, Lutoslawski, Penderecki o Rihm. Pero además está su interés social: la Fundación Anne-Sophie Mutter apoya a futuras generaciones de músicos y pudimos apreciar el resultado: The Mutter Virtuosi. estudiantes becados más otros jóvenes seleccionados, liderados por ella; existe desde 2011. Tal como vinieron hubo trece instrumentistas de cuerda (más Mutter) y el clavecinista noruego Knut Johannessen. Siete violines, dos violas, tres violoncelos y un contrabajo, hombres y mujeres de distintas procedencias.
Siete de distintas cuerdas acompañaron a Mutter en el Octeto de Mendelssohn; tres violinistas se alternaron como segundo violín en el Concierto para dos violines de Bach; y Mutter fue solista en “Las Cuatro estaciones” de Vivaldi. Lástima que los tres que la acompañaron en Bach no fueron identificados.
El Octeto de Mendelssohn es la más flagrante prueba del genio adolescente imaginable; que tan extraordinaria conjunción de ideas bellas y personales y de técnica consumada de la armonía y del contrapunto se haya producido a los 16 años es asombroso y me lleva a una afirmación audaz pero que creo defendible: a esa edad Mendelssohn era más maduro que Mozart a la misma edad. Dijo el autor: “debe ser tocado por todos los instrumentos en estilo sinfónico orquestal. Pianos y fortes deben respetarse con rigor”. Por cierto Mutter y sus virtuosi (que lo son) hicieron caso al creador en una versión de singular riqueza tímbrica y asombroso ajuste, donde se pudo aquilatar la claridad y el conocimiento de la conductora y la seriedad de sus elegidos.
El Concierto para dos violines, cuerdas y bajo continuo en re menor, BWV 1043, es de los más tocados de Johann Sebastian Bach. Sin embargo, se trata de una reconstrucción en base a una transcripción para dos claves. Quizá sea de su período de Köthen hacia 1720. Lo sorprendente es que todo este proceso no se nota y la obra fluye con absoluta naturalidad bachiana. Y además los dos violines tienen idénticas exigencias. Si en la versión que escuchamos hubo una marginal ventaja de Mutter fue porque no en vano es una de las grandes virtuosas y está en plena forma, pero los dos muchachos que la acompañaron en el movimiento rápido inicial y en el muy melódico lento tienen talento genuino; un poco menos me convenció la que secundó a Mutter en el intrincado final aunque estuvo bien. El trabajo de grupo fue impecable, todos intensos y límpidos.
Nada hay más trillado en el Barroco que “Las cuatro estaciones” de Vivaldi y sin embargo hay que admitirlo: una gran versión sigue interesando. Lo mejor que puedo decir es que no me aburrí ni un segundo. Conocí la obra en 1956 por I Musici con Félix Ayo, los mismos que la grabaron, y me sigue pareciendo una estupenda versión, el historicismo de entonces. Ahora con cuerdas de tripa se hace distinto, y Krämer con su Barroca del Suquía es muy impresionante. Pero hay lugar para una versión con cuerdas modernas cuando son tocadas con estilo y calidad, y esta vez lo fueron. Si a veces Mutter pareció tomarse demasiadas licencias, siempre lo hizo con un propósito: reflejar las instrucciones muy precisas de Vivaldi y el carácter netamente narrativo de la música (mi partitura tiene los fragmentos de texto que motivaron cada pasaje y que nos dan la pauta de cómo debe interpretarse). Sigue una tendencia moderna: muy rápido lo lento y muy lento lo lento, pero siempre con total musicalidad. El extremo virtuosismo de Mutter me dejó atónito, pero fue asombroso lo bien que la siguieron estos jóvenes ante tan fuerte exigencia. Y no hay que olvidar que éstos no son conciertos abstractos (como la enorme mayoría de los vivaldianos) sino narrativos, con pautas muy distintas propuestas por el autor: Barroco descriptivo de inmensa variedad. Mutter agregó fiorituras en los movimientos lentos, siempre con estilo, y el clave en ellos fue muy eficaz e imaginativo.
Al final se repitieron el tercer movimiento de “El Invierno” y el 1º del Verano (creo). Y en el medio, un grato arreglo de ese ejemplo máximo del melodismo bachiano, el Aria sobre la cuerda de Sol de la Tercera suite, cantada por Mutter con comunicativa belleza. Un concierto para rememorar con nostalgia y alegría.