En un nuevo aniversario de su nacimiento, recordamos la influencia de la música académica en el repertorio del gran compositor argentino.
Por Iván Gordin.
Hay muchas maneras de ingresar al universo de Luis Alberto Spinetta. El confort no era parte del extenso y extremadamente rico vocabulario del “Flaco”. Con una caleidoscópica discografía que recorre cuatro décadas, su obra es una constelación de elementos maravillosos lista para ser descubierta en cualquier momento y en cualquier estado. Al contrario de la caracterización frecuente que se hace sobre su música, insondable y difícil, el vecino de Bajo Belgrano era capaz de subsumir conceptos intrincados y complejos en hermosas e inesperadamente accesibles formas musicales: canciones. Nietzsche, Castaneda, Sartre, Artaud y Heidegger parecen vislumbrarse en prosas configuradas en hard rock, jazz, fusión, zambas, tangos y hasta música con tintes electrónicos.
Spinetta no tuvo una formación musical en el sentido tradicional académico; como muchos grandes músicos que han marcado la música popular contemporánea, no desarrolló la capacidad de leer y escribir partituras (razón por la cual no se animó a compartir escenario con Piazzolla), sino más bien elaboró un sistema propio para elaborar sus composiciones desde muy temprana edad. Así lo comprueba Barro tal vez, zamba que surgió de su joven cabeza de solo 14 años. La educación de Luis se constituye, en parte, gracias a la pasión tanguera de su padre y a la absorción de obras disímiles, filtradas por un cerebro único, capaz de subsumir miles de influencias y de mucho, pero mucho trabajo con el instrumento.
Este acopio de ideas e influencias, más la inquietud por la expansión tímbrica y armónica de su obra, tuvo como resultado la colaboración con arreglistas e instrumentistas académicos, que supieron dialogar a la perfección con sus pretensiones creativas. Es por ello que al hablar de la carrera de semejante artista, nos encontramos con una nueva forma de concebir un género que a veces puede caer en la comodidad y la ortodoxia de sus recursos.
La relación de Spinetta con este tipo de procedimiento orquestal, ya queda asentada en su primer y fundamental álbum con Almendra. El arreglista Rodolfo Alchourrón, con quien -dicen- que tomó clases de composición, fue el encargado de traducir los arreglos de cuerdas y vientos que la banda sugería por ese entonces. Vale recordar el impacto de la producción de Sgt. Pepper… para toda una generación de músicos, y podríamos decir que Alchourrón cumplió el rol de George Martin con los Fab Four. Figuración, Fermín y Ana no duerme son producto de este trabajo, pero es Laura Va, una pieza claramente inspirada por She’s Leaving Home, es la que contiene mayor injerencia orquestal. La melodía acompañada por las cuerdas de Alchourrón no solo exhiben cierta influencia romántica, sino que también ponen de relieve la experiencia del arreglista en el mundo del tango.
Laura Va – Almendra (1969)
Para su segunda incursión, Almendra, había pasado de ser una banda que interrumpía sus ensayos para tomar una chocolatada, a hacer un grupo que tenía en sus planes una grandilocuente ópera-rock. El ambicioso proyecto ulteriormente no se concretó, pero dejó algunas canciones sobrevivientes en el Lado A del vinilo Almendra II. Muestra de ello es una obertura distorsionada, inspirada en el Tommy de The Who.
Obertura – Almendra II (1970)
Este extenso segundo álbum terminó por erosionar la relación entre los cuatro del colegio de San Isidro y cada uno tomó un camino diferente, aunque todos emparentados con el hard rock. Emilio Del Guercio y Rodolfo García formaron Aquelarre, Edelmiro Molinari tuvo su Color Humano y Luis Alberto Spinetta concibió Pescado Rabioso con un conjunto variopinto de músicos. De esta última agrupación, Pescado 2, su álbum más “pesado” y enquistado en el rock progresivo, contaba con la participación del tecladista Carlos Cutaia. Este último fue el encargado de sumar un arreglo de cuerdas y vientos para el épico riff de Cristálida, el cierre climático del disco.
Cristalida – Pescado Rabioso (1973)
Ese mismo año, 1973, clave para la juventud argentina y uno de los mejores a nivel mundial en términos de producción musical, fue testigo de la publicación de la que para un humilde servidor es el opus magnum del rock argentino: Artaud. Con el rótulo de Pescado Rabioso, solo por una obligación contractual, el “Flaco” regaló un disco conceptualmente muy denso y disruptivo, pero a su vez, más optimista y dulce para el oído (“Mañana es mejor…” ya como legado característico de su arte). A Starosta, el idiota encapsula perfectamente la estética del álbum: dos melodías, una visceral y otra bucólica, yuxtapuestas gracias a un collage de cuerdas disonantes, sonidos concretos y melodías ajenas. Si bien no es un arreglo orquestal per se, esta sección tiene resonancia con los movimientos estéticos electrónicos y contemporáneos que se podían escuchar por aquellos años en las instalaciones del Di Tella.
A Starosta, el idiota – Artaud (1973)
Durante el resto de la década, Luis Alberto Spinetta se metería de lleno en el mundo del jazz-rock, con Invisible, A 18’ minutos del Sol y Spinetta Jade; tempos irregulares y largas secciones instrumentales marcaron esta etapa más que prolífica. Los ochentas vieron “su regreso” (en realidad nunca se fue) a la canción propiamente dicha; por eso, parece, hoy, a casi a 33 años de su concepción, parece casi natural un disco en colaboración con Fito Paez. Sin embargo, La la la no fue el esfuerzo de dos compositores claves de nuestra cultura, sino de tres. El compositor y pianista, Carlos Franzetti, tuvo un rol fundamental como arreglista en el álbum e incluso aportó su propia pieza orquestal con Retrato de bambis.
Todos estos años de gente – La la la (1986)
Retrato de bambis – La la la (1986)
Con el comienzo de una nueva década, Spinetta encontró un resurgir de su popularidad con el éxito de Seguir viviendo sin tu amor, el corte destacado de Pelusón of milk. Para presentar este nuevo trabajo, el músico se dirigió al programa Telemanías de la provincia de Córdoba. Sin embargo, su participación no fue en formato banda, sino que se dio el lujo de interpretar el álbum en su totalidad, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Gracias a los héroes anónimos de Youtube, hoy tenemos la posibilidad de disfrutar esta gema nuevamente.
Cielo de tí – Pelusón of milk (1992)
Los noventa también contemplaron otro regreso, el de la veta rockera. El power trío, Los Socios del Desierto, completado por Marcelo Torres y Daniel Wirtz, editó en 1997 su primer y potente álbum homónimo. No obstante, la cadena MTV, que todavía era un imperio indiscutido de la difusión musical, le dio la oportunidad a este nuevo ensamble de bajar los decibeles con un Unplugged (una versión acústica que ya había tenido en sus filas a Charly García). Con el capital de un medio internacional, Spinetta pudo darse el lujo de congregar nuevamente a Franzetti y su ensamble de cuerdas para la reinterpretación de Jazmín y Laura Va.
Jazmín – Estrelicia (1997)
Los 2000 tuvieron a Spinetta en un nivel muy alto, con álbumes íntimos y matizados por el funk y el soul. Su último disco publicado en vida (Los amigo fue editado de manera póstuma) incluye un bella declamación a quien era su compañera por aquellos años. En Canción de amor para Olga se puede escuchar una larga sección orquestal concebida directamente desde las teclas del pianista rosarino Claudio Ciardone. Músico que fuera parte estable de la banda del “Flaco” durante buena parte de esta década.
Canción de amor para Olga – Un mañana (2008)
Luis Alberto Spinetta fue un artista popular, pero con ninguno de los significantes peyorativos que un sector le suele adscribir a este adjetivo. En su cabeza, el arte está ahí para hacernos un poco mejor como personas; por eso nunca puede su obra nunca puede ser elitista ya que espera lo mejor de nosotros, nos desafía como oyentes, nos tiene en la más alta estima. Es un compositor orgullosamente rockero, tan así que nos brindó la posibilidad de ser libres para tomar al género y reconfigurarlo en los términos de nuestra propia cultura. Su interés sinfónico es una más de las facetas en la que se puede convertir el rock argentino. Por eso es único y aunque nos fuercen nunca vamos a decir que todo tiempo por pasado fue mejor.
¡Mañana es mejor!