Los conciertos del compositor austriaco ya son un estándar dentro del repertorio de las orquestas más prestigiosas del mundo. Piano, violín, clarinete…Wolfgang Amadeus escribió sus piezas para que se puedan lucir los instrumentos más diversos, incluso elevando las posibilidades de su interpretación.
En este artículo, hemos elegido seis grandes obras para explicar por qué estas obras siguen siendo tan celebradas en la melomanía global.
Por Iván Gordin.
La fanfarria no era una característica lejana a Mozart, y quizás por ello no nos sorprende que el concerto, el medio ideal para elevar el virtuosismo instrumental, haya sido uno de los formatos primordiales para el genio de Salzsburg.
Casi todos sus conciertos todavía se ejecutan regularmente en la actualidad y algunos de ellos se han canonizado como una exigencia en el repertorio clásico. Pero con tanto material, ¿por dónde deberíamos empezar y cuáles son las mejores?
Concerto para piano N° 24 in Do Menor (1786)
Con 27 en su nombre, es un poco difícil elegir solamente un concierto de piano. La número 24 tiene una apertura ligeramente extraña y retorcida, que en realidad hace que todas las melodías exuberantes suenen aún más emocionantes El segundo movimiento tiene la suficiente información como para analizar frases y cadencias armónicas por cientos de años.
Concierto para clarinete en La Mayor (1791)
Este es, probablemente, el más famoso de todos los conciertos de Mozart, y el único que escribió para el clarinete. De hecho, la popularidad de dicho instrumento puede deberse en gran parte al impacto de esta obra. Recordemos que, en el siglo XVIII, el clarinete era muy joven aún y no tenía un repertorio demasiado extenso.
Fue una de las últimas piezas que Mozart escribió y se publicó póstumamente, lo que le da aún más dramatismo, especialmente al ominoso segundo movimiento.
Concierto para trompa n.º 4 en Mi Bemol Mayor (1784-1787)
Si bien el movimiento final de este concierto puede atraer toda la atención, también hay mucho más que explorar en los dos primeros movimientos.
El primero es una delicada serie de melodías que vale la pena explorar, mientras que la segunda es un movimiento lento clásico de Mozart: tierno, de ritmo perfecto y que oculta un toque de melancolía.
Concierto para violín N° 3 en Sol Mayor (1775)
Increíblemente, Mozart ni siquiera tenía 20 años cuando escribió este concierto. El violín está firmemente en el centro del escenario y realmente se puedes apreciar lo ingeniosas que son las melodías de Mozart sin que todo el ornamento de la orquestación se interponga en el camino.
El primer movimiento es un asunto delicado, pero es en el movimiento final donde el violín realmente puede lucirse. En el mejor momento de su vida, el joven Mozart debe haber disfrutado componiendo algo tan optimista.
Concierto para flauta, arpa y orquesta en Do Mayor (1778)
Esto es algo así como una anomalía en el canon de Mozart. Componer un doble concierto para dos instrumentos fue una decisión sorprendente, pero siendo el genio y la persona inteligente que era, Mozart lo hizo funcionar.
Gran parte del concierto está dedicado a la flauta y al arpa, los cuales intercambian temas mientras la orquesta retrocede; así que prepárese para perderse en las melodías que se entrelazan.
Concierto para flauta N° 2 en Re Mayor (1778)
Este es un poco extraño, originalmente escrito para el oboe, parece que Wolfgang estaba en un aprieto, ya que se le encargó que escribiera tres conciertos para flauta para un flautista holandés, pero fue quedo corto de material.
Entonces, descaradamente, decidió que simplemente reorganizaría su concierto de oboe del año anterior, con algunas alteraciones en las melodías para hacerlas más parecidas a flautas. Su flautista holandés no estaba muy contento, sin embargo, y no le pagó a Mozart por este trabajo.