Nadia Boulanger (1887-1979) es reconocida como una de las figuras más influyentes en la enseñanza de la música del siglo XX. Su legado abarca no solo una destacada carrera como compositora, pianista, organista y directora de orquesta, sino también una impactante trayectoria como pedagoga. Aunque contribuyó en diversas facetas del ámbito musical, su labor educativa es la que la distingue como una de las maestras más importantes en la historia de la música.
Nacida en una familia con una profunda tradición musical en París, Boulanger mostró desde temprana edad un notable talento para el piano y el órgano. Su formación académica en el Conservatorio de París, donde estudió con Gabriel Fauré y Charles-Marie Widor, y su participación en el Gran Premio de Roma, destacan su habilidad y dedicación. Aunque no ganó el premio en sus primeras participaciones, en 1908 obtuvo el Segundo Gran Premio en composición musical. A pesar de su capacidad como compositora, Boulanger optó por centrarse en la enseñanza, considerando su propia música como «inútil».
Su carrera docente, que comenzó a los dieciséis años, la llevó a enseñar en prestigiosas instituciones de Estados Unidos y Europa, como la Juilliard School, el Royal College of Music y la Royal Academy of Music. Su enfoque pedagógico se centró en el rigor académico y la libertad creativa, ayudando a sus alumnos a desarrollar un lenguaje musical único. Entre sus estudiantes se encuentran figuras prominentes como Leonard Bernstein, Aaron Copland, Astor Piazzolla y Philip Glass.
Boulanger también rompió barreras de género, siendo la primera mujer en dirigir varias de las principales orquestas sinfónicas en Estados Unidos y Europa. Su influencia se extendió más allá de su enseñanza, al promover y estrenar obras innovadoras de sus contemporáneos, incluidos Igor Stravinsky.
Su impacto en la música y la educación musical sigue siendo evidente, y su legado perdura a través de las generaciones de músicos que formó y de la música que ayudó a definir.
3 obras esenciales